Cayetano Grossi llegó la Argentina en 1878. Tenía 24 años y dejó la región italiana de Cosenza ilusionado con un joven país que abría las puertas a los inmigrantes. Cuando subió al barco había dejado todo su pasado atrás, incluso a su esposa y dos hijos. En Buenos Aires consiguió trabajo como estibador en el puerto. Conoció a Rosa Ponce de Nicola y rápido formó otra familia. Veinte años después todo se derrumbaría. La policía estaba tras sus pasos por el asesinato y desmembramiento de dos bebés. El homicida aún fantasma se había ganado el alias popular del “Hombre de la Bolsa”. El primer asesino serial de nuestro país estaba a punto de caer en la mañana de 10 de mayo de 1898.Dos años antes se había iniciado el horror al encontrarse el cuerpo de un niño de pocos meses. Los restos estaban envueltos en ropa que un mendigo pensó que serían un abrigo apropiado antes de descubrir el tenebroso contenido del paquete. El caso tuvo un fuerte impacto en la prensa, pero la investigación no avanzó hasta que el 5 de mayo de 1898 otra vez fueron encontrados restos de un bebé en el mismo lugar y acomodados de igual forma. En ese caso fueron descubiertos un cráneo destrozado y partes de extremidades.Cayetano Grossi, el primer asesino serial de la ArgentinaEl horror del hallazgo activó la investigación policial. Un poco por pericia profesional y otro poco por azar una comisión policial llegó cinco días después al inquilinato donde vivía Grossi. Cuando entraron en la pieza ocupada por el italiano y su familia en la calle de las Artes (hoy Carlos Pellegrini) al 1400 los agentes no tuvieron más dudas: debajo de una cama se encontró el cuerpo de un bebé. Fue la tercera muerte que se le adjudicó a Grossi, ya convertido así en asesino serial, el primero del que se tenía noticias en la Argentina.Para Raúl Torre, profesor universitario de Criminología y Criminalística y Perfiles Criminales “se define como un homicida serial, a quien mató, como mínimo a dos personas en dos acciones diferentes, con intervalos fríos. En esos períodos, el asesino se desconecta de su actividad criminal. En cada uno de esos actos puede producir más de un homicidio”.El crimen de Fernando Báez Sosa: uno por uno, quiénes son los jueces que definirán el veredicto contra los ocho acusados“Habitualmente, cada asesino serial tiene una especie de comportamiento y un ritual que le son característicos, y que mantiene inalterados durante la secuencia de homicidios”, explica Torre. Y esa ritualización de la muerte parece estar presente en los homicidios adjudicados a Grossi: el tercer bebé estaba envuelto en ropa, de igual manera que los restos encontrados en un basural. No había podido descartar su trofeo.Pero la historia de Grossi tiene en esa pieza oscura un giró inesperado para los investigadores. Las madres de los bebés asesinados eran Clara y Catalina, dos hijas adolescentes de la pareja de Grossi. Sin posibilidades técnicas de determinar la paternidad de las víctimas, los investigadores escucharon la versión de esas mujeres sobre las violaciones a las que las sometía su padrastro. El detenido había asesinado a sus propios hijos poco después de los nacimientos. Y su esposa conocía los hechos. Las tres mujeres fueron condenas a prisión como cómplices. Grossi recibió el máximo castigo.Cayetano Grossi, en el momento de su confesión religiosa antes del fusilamientoHoy miles de personas pasan cada día por el parque Las Heras, en el límite entre Recoleta y Palermo. Donde muchos aprovechan las altas temperaturas de estos días para tomar sol estuvo en Grossi parado en el comienzo del siglo XX. El 6 de abril de 1900 fue sacado a los jardines de la penitenciaria. Lo sentaron en una silla y le vendaron los ojos. En ese momento volvió a decir que era inocente.Argumentó que, en realidad, ellas habían matado a los recién nacidos, que, sostenía, habían sido fruto de las relaciones que ellas mantenían con sus amantes. Como prueba de que no era un “asesino feroz”, sostenía que sus “hijos legítimos”, aquellos que había concebido con su primera mujer, vivían sin haber corrido riesgos de su parte. También vivieron para visitarlo por última vez en la cárcel otros tres hijos que tuvo en su relación con Rosa Ponce de NicolaNo solo no le creyeron, sino que también se sospechó que había cometido al menos otros tres asesinatos de bebés, aunque nunca se comprobó. Los tres cuerpos hallados fueron evidencia suficiente para que la Justicia definiese su pena: la muerte por fusilamiento.Cayetano GrossiEl presidente Julio Argentino Roca firmó el 5 de abril de 1900 la pena de muerte de Grossi a pedido del juez Ernesto Madero. A las 8 de la mañana del día posterior tres soldados cargaron sus fusiles y apuntaron contra el hombre que aguardaba sentado. Ante un sacerdote dijo sus últimas palabras que fueron conservadas por las crónicas del momento: “Yo recibo con resignación la pena que se me ha impuesto, pero soy inocente. Yo no soy culpable de la muerte de esas criaturas, porque las culpables son esas mujeres que me han acusado de asesino de sus hijos. Yo no soy el padre de las víctimas; los padres de esos niños eran los amantes de las mujeres Nicola. Si yo fuera un asesino tan feroz, yo hubiera muerto a mis hijos con la madre. ¿Cómo es posible que una madre haya permitido que yo asesinara sus propios hijos? ¿Por qué no me acusaron ante la policía cuando yo salía a la calle las madres de las víctimas? No siento morir y hago esta declaración por el amor a mis hijos legítimos”.Ya había fumado su último cigarrillo. Se escuchó la descarga cerrada y el disparo de remate.
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