Al morir en 1849 en circunstancias nunca esclarecidas del todo, con solo 40 años, Edgar Allan Poe dejó un legado perturbador: cuatro páginas pertenecientes a un cuento o una novela inconclusa, el registro periódico de la vida laboral de un aristócrata que obtuvo un puesto como guardafaros en una costa noruega. Desde entonces muchos escritores y editores han intentado darle un desarrollo y un final, hasta la argentina Angélica Gorodischer. ¿Con éxito? Tal vez. ¿Pero no se trata de una idea de autoafirmación personal pretender darle un cierre a la obra de un maestro de la talla de Edgar Poe? Tal vez, pero nada ha impedido hasta ahora que muchos escritores lo intentaran. Leer más
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