En la calle Santa Catalina, el aire sigue cargado con el persistente olor a quemado. La casa número 815, ennegrecida por el fuego, pero aún de pie, se alza como un símbolo de furia y abandono. A su alrededor, vecinos en bicicleta observan la escena en un silencio inquietante, mientras las calles muestran pintadas que claman justicia. Frente a la vivienda, en la vereda del 846, la sangre de Franco Ezequiel Vera, de 22 años, permanece como un testimonio imborrable de la tragedia que conmocionó al barrio.Franco fue víctima esta madrugada de un disparo. Caminaba hacia su casa, ubicada a pocos metros, en el número 822, cuando una bala disparada desde la vivienda 815 impactó en su cabeza. Según testigos y registros policiales, el arma fue empleada por Patricio Leonel Correa, de 24 años y ahora prófugo, que había irrumpido en el domicilio señalado como un búnker narco. El crimen dejó al descubierto las ignoradas denuncias realizadas por una comunidad cansada de vivir entre la violencia y el miedo.Correa había llegado al 815 de Santa Catalina exigiendo drogas a un narco, identificado por la policía como Gerardo Gerónimo Vaquero, de 37 años, quien se negó a entregarle lo que buscaba. En respuesta, Correa salió del domicilio y disparó en la calle. Apuntó a quien caminaba en la otra vereda. Así se observó en la grabación de una cámara de seguridad. Uno de esos proyectiles alcanzó a Franco, quien cayó tendido en la vereda. La policía, alertada por un llamado al 911, encontró su cuerpo sin vida. El SAME confirmó el óbito minutos después.El reclamo de un barrio se sintetiza en la pintada callejera: justicia por Franco“Franco era un chico trabajador. No tenía mala junta ni estaba en cosas raras. Esto pasó porque venía caminando y se cruzó con esos tiros. Mataron a mi hijo, a un inocente”, expresó a LA NACION su madre, con los ojos llenos de lágrimas. Al recordar a su hijo, su voz se quebró, y tuvo que ser asistida por familiares.La casa del 815, conocida en el barrio como un búnker de drogas, había sido señalada en múltiples denuncias por los vecinos. “Esto no es algo nuevo. Llevamos años avisando de lo que pasa acá y nadie hace nada. Ahora Franco está muerto”, señaló una vecina que vive a pocos metros.Un vecino que vive en las cercanías del búnker, recordó con nostalgia un tiempo en el que el lugar no estaba asociado a la violencia. “Antes vivía una familia acá. Era una casa normal, de gente trabajadora. Pero las cosas cambiaron hace unos años, cuando empezaron a alquilarla a desconocidos. Primero llegaron un par de hombres, que decían tener una verdulería, pero pronto se hizo evidente que no era eso lo que pasaba. Entraba y salía gente a cualquier hora, en autos caros, motos, algunos incluso armados”, relató a LA NACION. La casa, que alguna vez fue un hogar familiar, se transformó en un foco de problemas. “Acá había de todo. No solo drogas, sino peleas constantes, tiros, hasta prostitución. Es como si la casa hubiera cambiado de vida, y con eso cambió también el barrio. Pasamos de tener vecinos a tener miedo”, agregó ese vecino.La madre de Franco reclama justiciaNicolás SuárezLa furia colectiva no tardó en estallar. Horas después del asesinato, vecinos enfurecidos prendieron fuego a la vivienda. Aunque las llamas no lograron destruirla completamente, las paredes ennegrecidas y las ventanas quemadas se convirtieron en un símbolo del hartazgo. “Quemamos esa casa porque estamos cansados de vivir así. Si la policía no hace nada, nos toca a nosotros”, explicó un hombre mientras observaba los restos calcinados.Franco vivía con su madre y su hermano menor. Desde la muerte de su padre, un año atrás, se había convertido en el sostén de su hogar. Su tía, visiblemente afectada, relató a este medio: “Él trabajaba y ayudaba a su mamá. Era un chico bueno, no un drogadicto ni nada de eso. Lo mataron por nada”.Entre los conmocionados familiares también se encontraba un primo de Franco, que había viajado desde España para pasar las fiestas. “Vino a ver a mi familia y se encuentra con esto. Es algo que no puedo entender”, dijo la tía entre lágrimas.Los gritos de “justicia por Franco” comenzaron a resonar en el barrio. Incluso un colectivo escolar que pasaba por Avenida Eva Perón se sumó al reclamo, coreando el nombre del joven mientras avanzaba por la calle.Mataron a un joven en Morón que quedó en medio de un tiroteoLa muerte de Franco se convirtió en el punto de quiebre para la comunidad. Los vecinos, que aseguraron haber denunciado en numerosas ocasiones las actividades ilícitas del 815, expusieron a las autoridades por su inacción. “Siempre nos decían que estaban investigando, pero nunca hicieron nada. Ahora, después de lo que pasó, aparecen todos”, comentó un comerciante de la zona a LA NACION.Otro de los vecinos que vive cerca del búnker describió la situación cotidiana en la zona: “Acá tenés que cerrar las ventanas y puertas todo el tiempo. Vivimos con miedo porque cualquier día puede tocarnos a nosotros. Esto no es vida”. A su lado, un amigo expresó su frustración al ver a los policías custodiando el lugar: “¿De qué sirve que estén acá ahora? Esto no tendría que haber pasado. Si hubieran hecho su trabajo, Franco seguiría vivo”.Según fuentes policiales, la Delegación de Narcotráfico de Morón había informado a la fiscalía sobre las actividades ilícitas del 815 de Santa Catalina el mes pasado. Sin embargo, las órdenes de allanamiento nunca se ejecutaron. “Siempre dicen que están investigando, pero parece que están esperando a que pase algo grave para actuar”, denunció un vecino. Por su parte, en la intendencia de Morón, a cargo de Lucas Ghi, aseveraron que la secretaría de seguridad municipal había solicitado el 4 del mes pasado a la Justicia que se abriese una investigación sobre lo que pasaba en esa casa señalada como búnker de drogas.La falta de reacción judicial y policial aumentó la frustración vecinal. El tío de Franco, visiblemente enojado, enfrentó a los uniformados presentes: “Esto es tierra de nadie. Si quieren que hagamos justicia por mano propia, que lo digan. A mi sobrino lo mataron, y ustedes no hicieron nada”.La casa del 815 no era solo un punto de venta de drogas, sino también un foco constante de conflictos y amenazas. “Ahí había de todo: drogas, prostitución, peleas. Esto no es solo un problema de este barrio, pasa en toda la provincia”, señaló una mujer que vive a pocos metros.Vecinos quemaron el búnker de venta de drogas antes de la llegada de la policíaLa violencia narco se ha convertido en un problema recurrente en Santa Catalina, un barrio que, según sus residentes, ha sido abandonado por las autoridades. “Siempre hablan de Rosario, pero acá también vivimos bajo el dominio del narco. Y nadie hace nada para frenarlo”, comentó otro vecino.La madre de Franco, visiblemente afectada, contó, por su parte, el doloroso momento en que supieron lo que había ocurrido. Explicó que fue el hermano menor de Franco quien, al escuchar el revuelo en la calle, se asomó a la puerta de su casa. Entre la conmoción, sus ojos se detuvieron en un cuerpo tendido sobre la vereda. Al fijarse en las zapatillas que llevaba, reconoció de inmediato que se trataba de su hermano mayor. “Fue él quien nos avisó”, expresó con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas.Con Correa prófugo y el búnker reducido a escombros, la tensión en el barrio sigue latente. Los vecinos temen que el vacío dejado por esa casa situada en el 815 de Santa Catalina sea ocupado rápidamente por otros traficantes. “Esto no termina acá. Si no hacemos algo como comunidad, van a seguir muriendo inocentes”, advirtió un joven que lidera las reuniones vecinales.La policía y la Justicia, por su parte, aseguran estar trabajando para dar con el paradero de Correa y garantizar la seguridad en la zona. Por ahora, habrían atrapado al vendedor de drogas, no al tirador. Para los residentes, las promesas llegan demasiado tarde. La muerte de Franco Vera es una herida abierta para su familia y su barrio. Su madre, desde la puerta de su casa, resume el sentimiento colectivo: “Mi hijo no merecía esto. Quiero justicia para él y para que esto no le pase a nadie más”.Mientras tanto, el olor a quemado y las manchas de sangre siguen siendo parte del paisaje de Santa Catalina, recordando a todos que el camino hacia la justicia está lejos de terminar.LA NACIONTemasHomicidioConforme a los criterios deConocé másOtras noticias de HomicidioJuicio histórico. Quién es Brenda Agüero, la enfermera acusada de matar a cinco bebés e intentar asesinar a otros ochoFrente a los hijos. En un contexto de violencia de género, una mujer mató a su expareja de un disparo por la espaldaDijo que no se acordaba nada. Liberaron a la actriz y empresaria que atropelló y mató a un turista brasileño en Recoleta
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