Ya pasaron 15 años de su estreno y el fenómeno continúa. Un poyo rojo nació tímidamente como un espectáculo del circuito teatral off, que albergó en un comienzo la extinta sala Pata de ganso del Abasto, con capacidad para solo 50 espectadores. Pero la singularidad de la propuesta, mucho “boca en boca” y ¿el destino? hicieron que luego pasara a otros ámbitos y, por último, continuara su recorrido en el exterior a través de interminables giras. Hoy, este ejemplo de teatro físico, definido como “un cruce entre la danza, el deporte y la sexualidad”, con muchísimo humor, regresa a la Argentina por únicas seis funciones para seguir alimentando la leyenda, esta vez desde el escenario del Teatro Metropolitan, en plena avenida Corrientes.Un poyo rojo surgió como un número de varieté a cargo de los bailarines Nicolás Poggi y Luciano Rosso, pareja por entonces, cuyo punto de partida fue la riña de gallos, el pavoneo y el cortejo entre dos aves. Luego se sumó el director Hermes Gaido, quien impuso teatralidad a la historia y la enmarcó en el vestuario de un club. Cuando al año Poggi dejó la obra, ingresó en su reemplazo Alfonso Barón, quien venía de trabajar en La idea fija de Pablo Rotemberg y en el Combinado Argentino de Danza, y se quedó para siempre. Al promediar la octava temporada en el Teatro El Perro (otra sala del off, pero en Chacarita), en el 2014, la pieza fue presenciada por dos productores franceses que avizoraron su futuro internacional y de inmediato la programaron en el prestigioso Festival Off de Avignon. Desde entonces el equipo de trabajo reside en París y Un poyo rojo es suceso en toda Europa.Alfonso Barón, uno de los protagonistas de Un poyo rojoConsultado sobre el motivo fundamental de la vigencia del espectáculo en todo el mundo, Alfonso Barón no titubea. “Su propia esencia, que sigue resultando original, aquí y en todas partes”, asegura el actor mendocino, y agrega: “Es un espectáculo que no tiene texto y, por lo tanto, no lidiamos con barreras idiomáticas. Todos lo pueden entender. Y es muy dinámico. Un poyo rojo está compuesto por un 33,33% de deporte, un 33% de danza y un 33,33 % de sexualidad. Tanto Luciano como yo provenimos del mundo del deporte. Él hizo natación toda su vida y yo jugué al rugby en el Mendoza Rugby Club. También, por haber nacido al pie de la cordillera de los Andes, practiqué todo tipo de deportes extremos: sky, snowboard y ciclismo de montaña. Por eso nuestro trabajo es muy potente a nivel físico. Además, los dos somos bailarines, así que siempre involucramos mucho el cuerpo. Y aunque el espectáculo no sea queer ni ostente una bandera específica, es innegable que interpretamos a dos hombres que se encuentran en un vestuario y eso, en sí mismo, tiene una carga homoerótica. Esto nos permite jugar con los distintos aspectos que podemos tener todos los seres humanos respecto de lo femenino y lo masculino. También con lo animal, lo caricaturesco y lo clownesco”, afirma.Otra singularidad de Un poyo rojo es su público, que contrariamente a lo que se podría suponer abarca incluso a niños. “Por eso siempre decimos que es un espectáculo para toda la familia. Empieza en forma abstracta y luego tiene una historia, sí, pero que es súper simple y permite que cada uno, a su edad, la interprete como quiera o pueda. A lo sumo, lo que nos ha pasado, es que algunos padres le tapan los ojos a sus hijos para que no vean ciertos momentos de la historia”. ¿Y cuál es esa historia? “Es la historia de un primer beso. Dos hombres se encuentran en un vestuario y empiezan a pasar cosas: compiten entre sí, luego se seducen y continúan con todo lo que cualquiera hace cuando le gusta alguien; en fin, despliegan todas sus plumas como si fueran pájaros”, grafica Barón.”Es la historia de un primer beso. Dos hombres se encuentran en un vestuario y empiezan a pasar cosas: compiten entre sí, luego se seducen y continúan con todo lo que cualquiera hace cuando le gusta alguien; en fin, despliegan todas sus plumas como si fueran pájaros”, admite BarónMagui PichininiA lo largo de estos años Un poyo rojo fue visto en 33 países, la mayoría del continente europeo, pero también la compañía se presentó en los Estados Unidos, Canadá y Australia, siempre en salas grandes. ¿Cómo fue la recepción en cada uno de esos lugares? “La recepción es siempre positiva –comenta Barón-, vayamos a donde vayamos a la obra la reciben bien. La gente empatiza con ella y le gusta. Yo creo que la clave es cómo está contada la historia, porque mezcla un montón de estéticas. En general las obras están contadas de un solo modo, algunas están contadas desde el teatro, otras desde de la danza, otras desde el circo. Nosotros, al tomar distintos elementos de diferentes disciplinas, logramos un híbrido y eso nos permite entrar a festivales de todo tipo: de mimo, de clown, de danza, de teatro. Somos inclasificables, por eso al principio nos criticaban diciendo que éramos unos argentinos locos. Ahora nos aman por eso, por la mixtura que es nuestra impronta”.No obstante, hay un país al que aún no pudieron conmover con su propuesta: China. “Ahí nos juega en contra la carga homoerótica del espectáculo. Nos llueven propuestas para ir a ese país todos los años, pero siempre ocurre lo mismo: nos piden eliminar ciertas partes, que no se nos vea ni un poquito del culito, que no acerquemos nuestras bocas al jugar con unos cigarrillos, que no esto ni lo otro. Lo pensamos y la respuesta es no, porque uno de los tantos mensajes que tiene la obra es ese: habla de la libertad de expresión entre dos hombres, que bien podría ser entre dos mujeres, o un hombre y una mujer. Así que tanto China como Rusia y Corea del Norte… No, gracias, porque tal vez vamos y no volvemos (risas)”.Un poyo rojoMagui PichininiA esta altura Un poyo rojo ronda las 1.500 funciones y las anécdotas se amontonan en la memoria de Barón, pero por sobre todo recuerda nítidamente lo acontecido al finalizar la función del 14 de julio de 2010, ya en la madrugada del 15, cuando fue promulgada la Ley de Matrimonio Igualitario. “Estábamos justo actuando en Buenos Aires, en El Galpón de Guevara, y la noticia la escuchamos a través de una radio que tenemos encendida sobre el escenario, y que forma parte del espectáculo. Todos, nosotros y el público, nos enteramos en vivo de la noticia. El teatro estalló en aplausos y gritos y todo fue pura fiesta”, rememora. “Habremos actuado en los mejores escenarios del mundo, pero de esa función, en mi país, no me olvidaré jamás”, concluye el actor que en 2019 protagonizó el film Un rubio, de Marco Berger, y espera en un próximo viaje a Buenos Aires poder presentar aquí la obra que acaba de dirigir en París: Bibliotèque.PARA AGENDAR: Un poyo rojo. Con Alfonso Barón y Luciano Rosso. Dirección: Hermes Gaido. Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343). Por Gustavo LladósTemasQué sale?Qué saleConforme a los criterios deConocé másOtras noticias de Qué sale”Thriller electrizante”. La imperdible serie que pone el foco en el conflicto que sacudió a Irlanda en los 70De 15 capítulos. El drama médico que protagoniza una figura de E.R y en el que cada episodio transcurre en tiempo realQué veo. Los seis clásicos del cine que aterrizan en Netflix para una maratón imperdible
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