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La historia de Esteban Laureano Maradona: un tren que lo cambió todo y cómo se convirtió en el “doctor Dios”

La idea de Maradona, en 1935 era la de recorrer el norte, visitar a su hermano en Tucumán y viajar a Buenos Aires. Pero el destino le tenía preparado algo especialEl tren, que arrastraba un vagón de primera y dos de segunda, tenía una parada de un par de horas en el paraje Guaycurú, para cambiar la locomotora. El lugar, que después se llamaría Estanislao del Campo, está a unos 235 kilómetros de la capital de Formosa. De pronto subieron dos personas que, a los gritos, preguntaron si había algún médico presente. Que hacía un par de días una mujer no podía dar a luz y necesitaba asistencia urgente.Un hombre, cercano a los 40 años, se identificó como tal. Lo subieron a un sulky y por una senda se internaron en el monte. La mujer estaba realmente grave y el médico tuvo un intenso trabajo para salvar a madre e hija, cosa que finalmente ocurrió.Te puede interesar: “Un médico por allá”: los grandes hombres de la medicina en la ArgentinaHabía perdido noción del tiempo. Cuando Esteban Laureano Maradona regresó a la estación, el tren ya había partido y con él el trabajo que lo esperaba en Buenos Aires. En el andén lo aguardaba un grupo de personas, la mayoría indígenas, que le propuso quedarse. En esa localidad no había ningún médico y estaban librados a la buena de Dios.La casa donde el médico vivió. Según recordaba, todo estaba rodeado de monte (Gobierno de Formosa)El doctor viviría los próximos 50 años de su vida en ese rancherío, rodeado del espeso monte formoseño.Esteban Laureano Maradona, perteneciente a una tradicional familia sanjuanina, nació en Esperanza el 4 de julio de 1895. Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires y en 1926 se recibió con honores. Se radicó en Resistencia, donde estableció su consultorio y viajaba a todas las localidades cercanas para atender a sus pacientes. También fue periodista. Escribió en el diario La Voz del Chaco. En sus tiempos libres se ocupaba de exploraciones botánicas, estudiando especies y clasificándolas y hasta relevó la flora y fauna de la isla del Cerrito.Daba conferencias sobre la ley 9688 de accidentes de trabajo, sancionada en 1915, y que contemplaba indemnizaciones al trabajador. Dicha norma fue producto de las repercusiones del estudio de las clases obreras elaborado por Juan Bialet Massé años atrás.No fue una decisión feliz. Era plena dictadura de Uriburu, fue perseguido por la policía y, para evitar problemas, se fue a Paraguay.Cuando no atendía a sus pacientes, realizaba relevamientos de la flora y fauna del lugar. Se preocupó por el bienestar de las comunidades indígenas, fundó una colonia y una escuela para ellosEse país comenzaba una guerra con su vecino Bolivia, lo que se llamó la Guerra del Chaco. Se ofreció como médico camillero para atender a los heridos de ambos bandos. En un principio, los paraguayos creyeron que era un espía y supo granjearse su confianza. Llegó a ser jefe de un hospital en ese país. Allí encontró al amor de su vida, Aurora Ebaly, la sobrina del presidente paraguayo. Sin embargo, la muchacha falleció el 31 de diciembre de 1934.Cuando terminó la guerra, su plan era tomar el tren, visitar en Jujuy y Salta los lugares históricos de las guerras de la independencia, pasar por Tucumán, donde su hermano Juan Carlos era el intendente de la capital y dirigirse hacia Lobos, donde vivía su madre. Allí pensaba radicarse.Hasta que ese grupo de indígenas y criollos, en el andén de ese paraje donde el diablo perdió el poncho, le hizo cambiar de idea.Los comienzos no fueron sencillos. Debió doblegar la resistencia de algunos caciques y tardó en ganarse su respeto y afecto. Finalmente sería conocido por ellos como “Piognak”, que en pilagá significa “doctor Dios”. Se preocupó por aprender el idioma, hasta armó un diccionario con cerca de un millar de vocablos, y él les enseñaba español.Vivió en una modesta vivienda sin luz eléctrica ni agua potable. De techos altos, tenía un patio y una pequeña galería con una cocina. En una única habitación había una cama, con un colchón hecho de chala de maíz, y una mesa donde tenía sus cosas, entre ellas su título ajado de médico. “Nunca me faltó nada. Soy un salvaje primitivo, íntimo, puro, amante de lo natural. Ese es el sentido de la vida”, escribió en su libro “A través de la selva”.Por la mañana temprano se iba caminando por la vía y se internaba para ver a pacientes o para estudiar la naturaleza. Cerca del mediodía regresaba, a veces por la ruta, y encontraba en su casa a gente que lo esperaba para las consultas médicas.Atendía a todo el mundo sin cobrarle. Con el tiempo, de distintos lugares le enviaban medicamentos y él hacía preparados. Su familia lo ayudaba.Llegó a operar en las condiciones más precarias, como arriba de una carreta o a la luz de un fogón.Se ocupó de luchar contra la lepra, el mal de Chagas, la tuberculosis, la sífilis y el cólera. Denunció las lamentables condiciones en las que vivían las comunidades indígenas y cómo eran explotados en los ingenios azucareros.En tierras fiscales que le fueron cedidas, fundó el 9 de mayo de 1948 la colonia pilagá Juan Bautista Alberdi. También levantó una escuela, la número 167, y debió esperar tres años a que le mandasen un maestro. El colegio lleva el nombre de José Ignacio Fernández Maradona, su tatarabuelo. Contaba que era amigo de José de San Martín y que le había cedido dos esclavos para que integrasen el Ejército Libertador.Proyectó un camino, promovió la creación de una comisaría y se ocupó en buscar agua potable en la zona.Vivió años en el anonimato total. Cuando en 1980 le otorgaron el premio al médico rural -que ni se había enterado- muchos lo conocieron. El donó el dinero para que lo usasen los médicos recién recibidos. El periodismo se ocupó de hacer conocer su vida y renegaba cuando escribían cosas que no eran tal cual él las vivía.Fue distinguido con la orden del Gran Comendador que otorga el Ejército Argentino y la Estrella de la Paz de Naciones Unidas. En dos ocasiones fue propuesto para el Nobel de la Paz.Para todas las distinciones, su respuesta fue siempre la misma: se negaba a recibir un beneficio económico.En su libro describe la flora y la fauna del lugar, así como las comunidades indígenas y sus costumbres.Cuando estalló la guerra de Malvinas en 1982, con sus más de ochenta años a cuestas, se ofreció a ir como médico, tal como lo había hecho cincuenta años atrás en la guerra del Chaco.Se sentía mal y le costaba hablar. Consciente de estar enfermo, accedió en 1986 irse a vivir a Rosario con su familia, donde vivía rodeado de libros, revistas y de correspondencia que le llegaba de todos lados.Sabía que nunca más regresaría a Estanislao del Campo, donde una calle lo recuerda. Falleció el 14 de enero de 1995.Maradona está más que presente en Estanislao del Campo. Tanto que hasta tuvo incidencia en la determinación de la fecha de fundación del pueblo (Facebook)El pueblo no tenía una fecha oficial de fundación. En 2001 se acordó que fuera el 10 de noviembre de 1914. El año obedece a la llegada del ferrocarril; el 10, porque ese día de diciembre de 1936 comenzó a funcionar la primera comisión de fomento y noviembre, porque el día dos de ese mes de 1935 Maradona decidió quedarse.En julio del 2001 se sancionó la ley 25448 que instituyó el 4 de julio como el día del médico rural, en homenaje a ese doctor al que perder un tren le cambió la vida a todo un pueblo.Seguir leyendo:La desconocida epopeya de los médicos que fundaron el Hospital Argentino de París durante la Primera Guerra MundialLuis Agote, el médico argentino cuyo descubrimiento salvó millones de vidas y donó su hallazgo a la humanidad

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