Dos lucecitas verdes del modem titilan en la oscuridad como si estuvieran asustadas. De la heladera sale un ruido de viento polar que me hace pensar que hay mundos adentro de las cosas. La luz amarilla de la calle entra en el cubículo de la cocina para diferenciarme de la mesada sobre la que me siento a tomar un vaso de agua. Me asomo al balcón, hay poco movimiento en la calle; sin embargo, veo en la esquina dos motochorros robándole a una pareja que espera el ómnibus. Cuando bajé, ya se había ido. Las víctimas maldicen y yo me pregunto hasta cuando soportaremos esto. Intento volver a dormirme y pienso que tal vez todo fue un sueño; un sueño que ya dura más de lo debido.
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