Estoy en la parada del tren que sale de Nueva York a Connecticut, chequeando los mensajes de un grupo de señoras del aledaño Upper East Side con las que me disculpo de no poder ir a almorzar, ya que surgió la posibilidad de una entrevista con Amy Chua, en New Haven.“¡No! ¿En serio? Si no tuviera luego pacientes me subiría ya mismo a tu vagón. Preguntale cómo hago para que mi hija entre en Yale. No te olvides. No te olvides”, me escribe mi amiga íntima, una médica del Sudeste Asiático de gran renombre que después me enviará gentiles recordatorios al respecto a lo largo de toda la tarde.LA EFICAZ FÓRMULA CON LA QUE INGLATERRA LOGRÓ BAJAR EL NÚMERO DE JÓVENES “NI-NI”“¡Morí! Por favor, contame todo. Nunca me perdí ninguno de sus libros. ¿Cuándo sale la nota? ¿La podemos leer por Google Translate?”, me pregunta una amiga centroeuropea de Wall Street, quien jamás había dado indicios de interesarse por mi trabajo. “Tené cuidado. Es peligrosa y manipuladora y le gusta la atención”, subraya una mamá local, artista del colegio ultraprogre de mis hijos.En general, entre mis amigas profesionales, si de casualidad menciono a algún intelectual al que voy a entrevistar, tengo que dar una larga descripción acerca de quién es y qué hace. Esta vez ni siquiera puedo terminar de decir el nombre. “¡La Tiger Mom!”, saltaron todas.Amy Chua obligaba a que sus hijas dominaran instrumentos clásicos y mantuvieran calificaciones perfectasUna década atrás, Chua cambió la forma en la que Estados Unidos veía la crianza de las nuevas generaciones. Aún antes del advenimiento de la cultura woke [que aboga por la igualdad de las minorías], Chua fue considerada la voz de alerta de que se estaba generando un futuro de adultos blanditos, que se quejaban de todo y que serían devorados por los de las potencias emergentes.El escándalo vino en forma de libro autobiográfico, el best seller Battle Hymn of the Tiger Mother (traducido como “Madre tigresa, hijos leones. Una forma diferente de educar a las fieras de la casa”), publicado en 2011.Chua, hija de inmigrantes de la minoría china de Filipinas, cuenta allí cómo ella crio a sus hijas en la antípodas de las convenciones occidentales de moda. Nada de “aprendizaje dirigido por niños”, ni de trofeos que se otorgan solo por participar. Obligaba, en cambio, a que sus hijas dominaran instrumentos clásicos y mantuvieran calificaciones perfectas. El libro provocó una reacción violenta, gran parte de la cual se centró en las tácticas de Chua, que iban desde amenazar con quemar los animales de peluche hasta rechazar una tarjeta de cumpleaños hecha a mano que demostraba un esfuerzo insuficiente. La hija menor de Chua se rebeló a los 13 años, eligiendo el tenis competitivo en lugar del violín; pero en su mayor parte el sistema de Chua funcionó, al menos en cuanto a los símbolos externos del sueño americano. Sophia y Louisa (Lulu), las “cachorras de tigresa”, como fueron inmediatamente llamadas por la prensa, se graduaron de Harvard y Yale, tocaron en Carnegie Hall, tuvieron éxitos deportivos y ahora están embarcadas en sendas carreras profesionales.“Fue duro, pero básicamente haría todo igual –suspira Chua al recibirme en su enorme casa de piedra, en un barrio residencial cerca de la Universidad de Yale, donde es profesora de Derecho–. El beneficio que les trajo su crianza fue importante. No estoy hablando de las universidades de renombre, las salas de concierto y demás. Estoy hablando de que mis hijas se vieron forzadas a crecer con lo que los americanos llaman grit, con agallas y con la capacidad de recobrarse de los fracasos. En cambio, veo entre muchos de mis alumnos, que si algo no sale como ellos querían, o no les gusta una situación, ya no pueden siquiera venir a clase. Son estudiantes de Derecho, de 25 a 30 años, pero tan, tan, tan frágiles”.Chua cuenta que sus alumnos de Derecho no quieren opinar por miedo
a ser canceladosThe New York Times – NYTNS-¿Es algo que le parece generalizado o solo parte de un grupo en universidades de elite de EE.UU.?-La educación está en una crisis terrible. Entiendo que Estados Unidos es punta de lanza, pero el resto del mundo occidental parecería seguir en ese mismo camino. Hace 25 años que soy profesora y nunca vi una cosa así. Mis estudiantes están más ansiosos y tensos que nunca. Es muy interesante. Tengo una clase en la cual les pido que escriban unos ensayos sobre temas actuales provocativos y yo se los respondo por escrito en detalle. Antes, yo solía decir: “Compartamos lo que cada uno puso en voz alta y debatamos”. Ahora todos tienen miedo. Me escriben unas cosas fantásticas, interesantes, originales, y me dicen por lo bajo: “¿Podría no compartirlo con la clase?”. Algunos incluso me consultan: “¿Podría en la clase decir exactamente lo opuesto a lo que escribí?”. Entonces, tomé la decisión de que siempre voy a leer los ensayos en voz alta de forma anónima y listo. Pero creo que es una gran lástima que tan pocos se animen a presentar ideas y practicar defenderlas. La cultura de la cancelación es real. Yo les pregunto, ¿pero de qué tienen miedo? Entraron en una gran escuela de Derecho, obviamente son muy inteligentes, ¿cómo no quieren debatir? Me responden: no queremos que nos destruyan en los medios sociales. Cualquier cosa que digamos puede ser sacada de contexto, y hacer que la gente piense que estamos, por ejemplo, en contra de algún grupo minoritario, o podría ser malinterpretado. Simplemente, no vale la pena. Y si accidentalmente uno es cancelado, nadie va a aceptar una cita, así que ahí se esfuma toda la vida social.QUÉ HAY QUE HACER PARA “AYUDAR” AL CEREBRO A APRENDER COSAS NUEVAS Y POR QUÉ CON PERSEVERANCIA NO ALCANZA-¿En serio lo de la vida social importa tanto como para ir en contra de ideales tan abiertamente?-Creo que este ejemplo lo demuestra bien: hace poco hubo una gran protesta de estudiantes. El 60 por ciento de los alumnos firmó una carta abierta criticando –no a mí esta vez, increíblemente– sino a la decana. Yo les pregunté por qué lo habían hecho. La mayor parte me respondió que no querían firmar, pero que habían sido presionados a hacerlo, que en el ambiente si no lo hacían serían acusados de ser anti algo. Otros me dijeron “es que va mi novia” o “va la persona que quiero que sea mi novio”. No ir a una protesta y no firmar lo que un grupo muy progresista está empujando –aun en ambientes universitarios donde todos son, históricamente, ya de por sí muy progresistas– implica ser socialmente cancelado.Con su marido, Jeb Rubenfeld, junto a Lulu; ambas hijas del matrimonio son un caso de éxito según el sueño americanoLo de ser cancelado Chua lo vivió en carne propia. Ni ella ni su marido, Jeb Rubenfeld, son políticamente conservadores –ella dice que Rubenfeld históricamente ha sido “muy de izquierda”, mientras que ella es una “firme independiente”–, pero son provocadores. El punto más claro fue cuando, a diferencia de sus pares en la universidad, no retiró su apoyo a Brett Kavanaugh, candidato republicano a la Corte Suprema, cuando en 2018 salieron acusaciones de inconducta sexual. Estas no pudieron ser constatadas –si bien en un proceso muy criticado– y él fue elegido durante el gobierno de Donald Trump. Sumado a esto, hubo alegaciones de que Rubenfeld, también profesor en Yale, había intentado besar a una alumna en una de las reuniones sociales que él y Chua mantenían para los estudiantes. Él negó las alegaciones, pero fue suspendido por dos años. Luego, meses atrás, Chua misma debió renunciar al sistema de “pequeños grupos” de mentoreo de alumnos después de que uno denunciara que ella había roto el compromiso de 2019 de no recibir estudiantes en su casa, ni servirles alcohol (todo lo cual ella niega también).PENSAMIENTO VISUAL: ESTOS SON LOS BENEFICIOS DE ESTUDIAR HACIENDO DIBUJOS E INFOGRAFÍASSegún explicó Chua en el Financial Times, la combinación resultó en que el 80 por ciento de los académicos que la rodean dejó de hablarle; ahora que la situación se ha calmado, el número bajó a un quinto. Pero lo que nunca bajó es el interés de los grandes medios a ambos lados del Atlántico, de los tabloides que los neoyorquinos leen a escondidas, de los padres ambiciosos de ambas costas de Estados Unidos, de los profesionales distinguidos de las grandes ciudades, todos los cuales siguen en detalle lo que pasa con ella.No hay profesor en Yale que despierte más fanatismo que Chua: es por lejos quien tiene la mayor lista de espera para sus clasesThe New York Times – NYTNS“Es la Kim Kardashian de la Academia. Sabemos que no hay un motivo racional por el cual absorbemos cada detalle de la saga de Amy Chua, pero aun así jamás nos perderíamos un capítulo. En el último, ella toma las armas contra la escuela de Derecho de la Universidad de Yale, los académicos y la totalidad del sector altamente educado y privilegiado que devora todo lo que ella hace. Es el reality show para la élite”, describió el no particularmente amarillista Bloomberg News.Porque, al mismo tiempo que se acumulan sus detractores, no hay profesor que despierte más fanatismo que Chua: de toda la facultad, es lejos quien tiene la mayor lista de espera para sus clases. Es sabido que del grupo que ella mentorea suelen salir superestrellas de los distintos ámbitos. Por ejemplo, el periodista Ronan Farrow, o J.D. Vance, a quien ella convenció, cuando él estaba en primer año de Abogacía, de escribir Hillbilly, una elegía rural. Memorias de una familia y una cultura en crisis, el libro sobre crecer blanco y extremadamente pobre en EE.UU. que fue un gran best seller, marcó una época y es considerado el primero que pudo realmente explicar el último triunfo republicano.DÍA CONTRA EL ACOSO ESCOLAR: EL INNOVADOR Y EXITOSO MÉTODO NÓRDICO PARA ACABAR CON EL BULLYINGPero, sobre todo, Chua es conocida como la referente de jóvenes de distintas minorías a quienes ayuda a conseguir puestos de asistente a los jueces más poderosos, considerado el punto de partida para las grandes carreras judiciales que solían estar reservadas para el establishment.“Me reconozco en estos chicos, y tengo varios de América Latina, porque siempre fui una outsider. Siempre fui la del acento, la que lucía un poco distinta, pero nunca tuve un mentor y creo que es importante para equilibrar las oportunidades. Y se lo merecen. De los grandes estudios, de la Corta Suprema, todos quieren emplear a mis alumnos. Saben que si yo los recomiendo ellos no van a ser un copo de nieve”, dice, utilizando el término para referirse a los jóvenes especialmente delicados.Según Chua, los jueces quieren alguien a quien se le pueda decir “este trabajo es horrible, está mal hecho” y que no lo lleven a uno a juicio, sino que aprendan de sus errores. “Este es muy generación Z, no puede trabajar aunque quisiera; día por medio todos me faltan para encontrar un balance en su salud mental”, enumera Chua como los comentarios que los grandes referentes de la justicia norteamericana suelen hacerle sobre los asistentes típicos que –contrariamente a los que ella selecciona– crecieron sobreprotegidos.“La cultura de la cancelación es real. ¿De qué tienen miedo? Entraron en una gran escuela de Derecho. ¿Cómo no quieren debatir?”The New York Times – NYTNS-Pero, ¿no se arrepiente de no haberse distanciado públicamente de Kavanaugh?-Cuando fue nominado como candidato para la Corte Suprema, a mí me pareció que los medios lo cubrían de forma inexacta. Escribí un artículo de opinión para el Wall Street Journal, no apoyando su línea política porque es muy distinta de la mía, pero diciendo que él había sido un muy buen mentor para todas las alumnas que mandé a trabajar con él. Por supuesto, los estudiantes que envié a trabajar con él, por una década, siempre fueron de izquierda, y no solo fueron muy buenas experiencias, sino que Yale mismo lo solía invitar una y otra vez a dar conferencias aquí. Para mí el tema no era si yo creía o no en las alegaciones. Era que lo que yo había escrito, yo lo reafirmaba. Quizá fue la decisión equivocada, pero no me iba a dar vuelta contra él porque me conviniese profesionalmente.-¿Y qué opina de Ketanji Jackson, la primera mujer afroamericana en ser miembro de la Corte Suprema, tras ser recientemente nominada por Biden y elegida por el Congreso?-Uff, soy fan de ella. Es una jueza excelente y, una vez más, tengo como una década de enviarle alumnos a trabajar, y la aman. Creo que hace unos ocho años me escribió por lo de la Tiger Mom, sobre cómo resonaba en su propia vida, no recuerdo si respecto a su propia crianza o la que ella les estaba dando a sus hijas, pero fueron muy lindas palabras…La fórmula del éxitoPorque el tema con Chua, es que, claro, siempre se vuelve la mamá tigresa. Ella no reniega de su éxito en el mundo editorial extra académico, pero cuenta que le costó conseguir que los editores vieran con beneplácito que ella volviese a temas serios. Después de Tiger Mom escribió, junto con su marido, The Triple Package (El paquete triple: cómo tres rasgos poco probables explican el auge y la caída de los grupos culturales en Estados Unidos), en el que, en cierta forma, continúa su obsesión y la de tantos norteamericanos con el éxito.“TENGO UN HIJO CON ALTAS CAPACIDAD INTELECTUALES, ¿QUÉ HAGO?”: LO QUE HAY QUE SABER A LA HORA DE HABLAR CON LA ESCUELA Y DÓNDE ASESORARSECon el uso de estadísticas a lo largo de la historia, identificaron tres características que prevalecen en ciertos grupos que superan los promedios nacionales en una serie de indicadores elocuentes como el ingreso. Chua y Rubenfeld sostuvieron que los rasgos de inseguridad, complejo de superioridad y control de los impulsos, generan agallas y éxito desproporcionado.“Puede parecer extraño pensar en alguien que se siente al mismo tiempo superior e inseguro, pero es precisamente la combinación improbable lo que genera una necesidad de probarse a uno mismo que hace que las personas sacrifiquen sistemáticamente la gratificación presente en busca de logros futuros”, dicen los autores. Entre los grupos que estudiaron estaban los mormones, judíos, y los inmigrantes asiáticos, cubanos y nigerianos en Estados Unidos aunque subrayan que cualquiera puede adoptar los características del triple paquete, y es la fórmula de éxito que Chua se anima a recomendar.Amy Chua, de niña“Está muy ligado con la experiencia inmigratoria. Gente que, como mi familia, llegaba al país muy asustada. Tenían miedo de que sus chicos no sobrevivieran en el entorno hostil, y por eso les exigían las mejores notas. Querían lo del hijo médico o científico porque no sabían hablar el idioma, pero siempre estaban los números y las fórmulas. Creo que, en realidad, el libro de la Tiger Mom es sobre mis propias dificultades para replicar esto, porque soy hija de inmigrantes, pero mis hijas crecieron en un entorno privilegiado, y yo quería transmitirles lo que me llevó a progresar a mí”, sostiene.Las chicas en cuestión aparecen en fotos por toda la casa. Como la mamá, tienen el pelo largo y brillante que parece de propaganda de shampoo, y favorecen los shorts bien cortos o los vestidos largos románticos. Posan sonrientes y divertidas en escenas familiares que van de graduaciones –obviamente– a vacaciones y el casamiento de Sophie, la mayor. Haber crecido bajo el ojo público no parece haberles hecho mella. Ante los ataques a su madre, fueron ellas las que salieron a defenderla en las redes sociales (“Somos un equipo, siento que ellas siempre cuidan mis espaldas –confiesa Chua–. Además, soy malísima usándolos”). Y en los artículos sobre ambas en las revistas universitarias, se menciona lo relajadas que son, llamando incluso a la menor, Lulu, un “espíritu libre”.¿QUÉ COSAS TENÉS QUE EVALUAR Y ANALIZAR ANTES DE DECIDIR CAMBIAR A TU HIJO DE COLEGIO?Las hijas de la Tiger Mom son las primeras en resaltar que en el libro, aun cuando su madre daba recomendaciones como “las únicas actividades que se les debe permitir a los hijos son aquellas en las que eventualmente puedan ganar una medalla, y esa medalla debe ser de oro”, había un fuerte elemento de autoparodia, y ellas hoy respetan el modelo.Lulu, quien en la facultad encontró que, tal era su fama que su vida era usada como material de base en una clase de psicología infantil, dijo que no hay que confundir la crianza dada por una Tiger Mom con la de los “padres helicóptero”, que sobrevuelan cada actividad y decisión del niño para protegerlo y ayudar, y que es la que frecuentemente se ve hoy en las ciudades pudientes de Estados Unidos. “Mi mamá nunca chequeó que hiciéramos los deberes. La esencia de la crianza de los tigres, en cambio, es creer que un niño puede tener éxito y empujarlo a hacer todo solo. Lo que hace verdaderamente feliz a la Madre Tigre no es que su hijo obtenga todas las mejores notas, sino que pueda mirar hacia atrás y decir: no podría haber trabajado más duro”, sostuvo en la Harvard Magazine. “No creo que yo vaya a criar a mis propios chicos de ninguna otra manera”, subrayó.Amy Chua con sus hijasLa propia Amy misma, sin embargo, aclara que su experiencia “no es para todos”. “Soy mucho mayor, y me doy cuenta de la locura de cosas que hice. Ahora me interesa tanto más si las chicas están felices. Pero a la vez, creo que son felices porque aprendieron a levantarse cada vez que se caen en la vida”, subraya.-¿Alguna gran recomendación?-El tema de que las nuevas generaciones sean mucho menos respetuosas de sus mayores porque los adultos tienen miedo de criticar a sus hijos es complicado. Los padres se ponen a su mismo nivel y se resignan. A mí me pasó con Lulu, mi hija difícil. Yo estaba desesperada por que ella estudiara, y a veces su reacción era ser maleducada hacia mí, pero yo pensaba: y bueno, si me lo aguanto y con eso termina de prepararse para el examen, lo que importa es que le vaya bien en el examen. Eso es un error. Creo que después de la pandemia y verse forzados a estar encerrado con los chicos tanto tiempo, muchos padres se dieron cuenta de que para la salud mental de todos esto no es positivo, y quizá haya cambios en este sentido.Su libro Madre tigresa, hijos leones. Una forma diferente de educar a las fieras de la casa, de 2011, la convirtió en una celebridad-¿No se siente tentada de retomar el tema de la crianza?-La verdad que sí. Quiero hacer un libro respecto de la Generación Z [comprende a aquellos nacidos entre 1995 y 2010, aproximadamente] y sus actitudes frente al sueño americano y todos los ideales que fueron fundacionales a este país. Porque ahora, como sabrás, a buena parte de los jóvenes les mencionás a los founding fathers (los próceres de la independencia), y te dicen “ah, esos eran simplemente un grupo de hombres blancos racistas con esclavos”. Asimismo, quiero comparar este momento con las décadas del 60 y del 70, en la que también se había perdido total confianza en las generaciones precedentes.Este libro estaría relacionado con el último de Chua, que es sobre cómo la gente tiende a agruparse con quienes piensan igual y se pierde perspectiva. Lo peor es que una vez que las personas dejan de intentar entenderse y se refugian en la seguridad de sus propias tribus, el conflicto se vuelve inevitable. Titulado Political Tribes: Group Instinct and the Fate of Nations (Tribus políticas: el instinto grupal y el destino de las naciones, de 2018), examina el proceso de polarización de Estados Unidos y sus nefastas implicancias en la política local y exterior.-En la Argentina hablamos de una grieta. ¿Está viendo lo mismo aquí?-Estados Unidos se está pareciendo cada vez más a América Latina. Desde la elección de Donald Trump que estamos viviendo muchas de las mismas dinámicas políticas destructivas, que solíamos pensar que solo se aplicaban a los países en desarrollo. Tenemos movimientos etnonacionalistas, como movimientos de nacionalismo blanco con tendencia al autoritarismo, y a la vez movimientos extremos de reivindicación de minorías. Y hay una notable erosión en la confianza en el proceso electoral. En otros lados, si la que ganaba no era tu tribu política, no creías en el resultado al haber tanta corrupción. Cuando ganó Trump, la mayor parte de mis amigos aquí mismo en la universidad, que son todos muy de izquierda, pensaban que fueron los rusos o algo así los que posibilitaron el triunfo. Con Biden fue lo mismo, solo que eran los republicanos esta vez los que pensaban que Biden no ganó de verdad, y fue el horror de la toma del Capitolio. Esto es muy nuevo para nosotros y da mucho miedo. Dicho eso, respecto de la Argentina, fui un par de veces para conferencias. Comí carne, visité las Cataratas, me sorprendí con lo parecido a París que eran algunos sectores de Buenos Aires, en fin, todo lo típico. Mi mayor contacto ahora es a través de estudiantes que vienen a hacer un posgrado en Derecho. Pero en su momento sí escribí un poquito sobre grupos inmigratorios que habían sido exitosos allí. Y sí noté que las tribus políticas allí no eran tan basadas en temas etnocentristas como en otros países latinoamericanos; que el caso argentino era más complejo, con temas económicos y socioculturales que se cruzaban más visiblemente. Me gustaría volver para explorarlo más.Hasta que los viajes frecuentes vuelvan a ocurrir, me explica mientras nos despedimos, Chua trabaja todo el día, sale a correr con su perro y busca vender la casa y mudarse a un lugar más chico ahora que Sophie y Lulu no viven más con ellos. “Me gusta mucho la vida social –reconoce–, así que, siempre que puedo, salgo a tomar algo con amigos o exalumnos que pasan de visita. Y cada noche, antes de acostarnos, veo Netflix con mi marido. Puedo ver tantas, pero tantas horas de Netflix seguidas. Fueron muchos los años en los que prohibimos la tele para que las chicas estudiaran y practicaran horas eternas de sus instrumentos, así que ahora tenemos tanto para ponernos al día…”.La conversación en ese momento se corta porque entra un llamado de mi hijo que quiere saber si tiene clase de violín extra o si puede ir a patear la pelota afuera. Se lo traduzco a Chua, quien sonríe con deleite mientras me acompaña al taxi, y se sigue sonriendo al volver a entrar en su hogar.Juana LibedinskyTemasEducaciónConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de EducaciónNi “todes” ni “chiques”. Cómo son las guías que propone la Ciudad para reemplazar el lenguaje inclusivo¿Medida autoritaria o deformación del lenguaje? La opinión de docentes y expertos sobre la prohibición de la CiudadEl @, la X y la E. La respuesta de la ministra de Mujeres a la limitación del lenguaje inclusivo en las escuelas porteñas
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