La obra “17 segundos” se presenta en el Centro Cultural de la Cooperación durante el “Día del boxeo argentino” (Foto: Judit Gutiérrez)En el primer piso del museo Whitney de Nueva York está colgada Firpo & Dempsey, una pintura de George Bellows, uno de los grandes de las artes plásticas estadounidenses. Fue terminada en 1924, justo un año después de la “pelea del siglo”, que enfrentó a nuestro Luis Ángel Firpo con Jack Dempsey, quien por entonces hacía cuatro años que retenía la corona mundial de los pesados. La pintura de Bellows captura el instante en que Firpo saca de un brutal gancho al campeón mundial del cuadrilátero y lo tira, patas para arriba, por encima de las cuerdas. “El toro salvaje de las pampas”, como lo apodaron los periodistas yanquis, debió haber ganado la pelea ahí por dos razones estrictamente reglamentarias: Dempsey fue ayudado por terceros a regresar al ring y hacerlo le tomó 17 larguísimos segundos que el árbitro se abstuvo de contar. En el segundo asalto, el campeón defensor metió un par de buenas manos y Firpo se dio por noqueado, observando de reojo las primeras filas del ringside, donde se sentaban los mafiosos italoamericanos que apadrinaban la carrera de su contrincante.Este 14 de septiembre se cumplen 100 años de la llamada “pelea del siglo” (llegarían varias más, como la de Ali-Foreman en Kinshasa, pero ésta siempre guardará el honor de haber sido la primera). Un evento que, por muchas razones, dejó marcas profundas en la cultura popular tanto de la Argentina como de los Estados Unidos. Con motivo del centenario, en ambos países tendrán lugar numerosas evocaciones, pero la más singular ocurrirá este jueves en el porteño Centro Cultural de la Cooperación, donde se presentará 17 segundos, una obra teatral escrita y protagonizada por Emilio Firpo, sobrino nieto del boxeador. Entre el monólogo y el biodrama, la obra indaga en la narrativa de este mito del boxeo argentino, a partir de las tensiones entre su faceta pública y la intimidad familiar, marcada tanto por la admiración como por los rencores. Y con aquel combate en el estadio Polar Grounds de Nueva York como referencia retumbante e ineludible.Emilio Firpo, autor y protagonista de “17 segundos” (Foto: Judit Gutiérrez)“Fue durante el parón de la pandemia cuando los recuerdos familiares del boxeador se empezaron a agolpar en mi cabeza, anécdotas y memorias que escuché a lo largo de toda la vida, que pasaron de mi bisabuelo a mi abuelo, y de ellos a todos los demás”, cuenta Emilio Firpo, que le dio forma al texto teatral en el taller de la prestigiosa dramaturga Sandra Frazen. “Mi bisabuelo y Luis Ángel vivieron juntos toda la infancia y la adolescencia, fueron muy compinches, casi como hermanos, pero se distanciaron a partir de que el boxeador comienza a hacerse famoso. El título de la obra –que cuenta con la dirección de Marina Doudebbes y Judit Gutiérrez– se refiere por un lado a esos 17 segundos que marcaron la mitología de la pelea con Dempsey, pero también a los segundos que Firpo pasó a solas con el cuerpo de mi bisabuelo en su velorio, proponiendo un relato que va y viene entre los planos de la fama y de la intimidad de la historia familiar”.—¿Qué revela la obra de ese costado personal, familiar, de Firpo?—Mi bisabuelo falleció en un accidente de trabajo. Era un herrero muy conocido que, entre otras cosas, realizó la herrería de la mayólica del Teatro Colón. Siempre fue un laburante, un tipo de barrio que no tenía mucho que ver con la gente con la que comenzó a codearse su primo famoso. Cuando se entera del accidente –muchos años después de la pelea y tras mucho tiempo sin verse–, el boxeador se presenta en el velatorio y pide que salga todo el mundo de la sala, para quedarse a solas con su primo, que había sido como un hermano para él. Ese episodio se convirtió en una especie de enigma familiar, una fuente de especulaciones que yo en la obra decidí abordar desde la ficción. ¿Qué cosas dijo Firpo ante el cuerpo de mi bisabuelo? ¿Le contó cómo conoció a su mujer? ¿Le habló de su amistad con Gardel, de las noches de juerga que compartían en el Abasto? ¿Le pidió perdón por haberse alejado? La obra va y viene permanentemente entre estos dos espacios, el público y el personal. Con bastante humor va recorriendo su carrera profesional y también su vida más íntima, trazando el arco de un pibe de barrio que comienza como cadete de farmacia y termina siendo uno de los boxeadores argentinos más famosos de todos los tiempos.La obra va y viene permanentemente entre el espacio público y el personal en la vida de Luis Ángel Firpo (Foto: Judit Gutiérrez) (Photographer: hqfstudio.com/)—¿El hecho de realizar esta función en el centenario del combate te resulta de una significación especial?—No fue algo planeado, pero sin dudas es especial presentar la obra en el marco del centenario de la pelea, por todas las implicancias que tiene. El combate significó el inicio del boxeo profesional en la Argentina, de hecho la licencia de Firpo fue la primera en expedirse en el país. Y es partir de la repercusión popular de la pelea que se autoriza la práctica del boxeo, que hasta entonces funcionaba de manera bastante clandestina. Además marcó varios otros hitos históricos, como haber sido la primera transmisión de radio internacional, seguida por más de diez mil personas desde aparatos que se montaron en la calle. Para la Argentina de 1923 fue como un mundial de fútbol y Firpo generaba algo parecido a lo que genera hoy Messi.—Las familias son siempre mundos aparte, ¿cómo se vivía en la tuya la presencia de un personaje de estas características?—En la familia siempre hubo tensiones en relación a la figura del boxeador. Mi abuelo Héctor y su hermano Pocho fueron de chiquitos a sus peleas y para ellos era una referencia total. Ir a visitarlos a la casa en la que ambos vivían en Avellaneda era escuchar una y otra vez los mismos cuentos. Por otra parte, mi bisabuela lo odiaba, lo defenestraba siempre que podía, porque decía que Luis Ángel nunca había ayudado a la familia, siendo que todos eran laburantes muy humildes. Para la familia, el boxeador nunca dio una mano y tenía fama de “cocodrilo en el bolsillo”. Y al mismo tiempo, sobre todo para los hombres, era una especie de héroe.”En la familia siempre hubo tensiones en relación a la figura del boxeador”, cuenta Emilio Firpo (Foto: Judit Gutiérrez) (Photographer: hqfstudio.com/)—¿Descubriste en el proceso de la obra cosas que no se conocían de Firpo y su mitología?—Sí, a partir de la investigación que realicé aparecieron muchos testimonios grabados de mi abuelo –muchos de los cuales aparecen en la obra– en los que relata cosas que el boxeador le reveló a la familia, como que la pelea estuvo influenciada en muchos sentidos. Antes del combate le ofrecen a él arreglarla, pero se niega rotundamente. Lo loco es que le ofrecen arreglar que sea una derrota o una victoria, por lo que se infiere que a Dempsey también lo tenían hablado. La intención, obviamente, era que supieran el resultado de antemano para ganar en las apuestas. Y también que de alguna manera él decidió terminar la pelea en el segundo round, porque veía que el contexto ya estaba totalmente en contra, tras lo que había pasado en el primer asalto. En la filmación del combate –que está en Youtube– se puede ver con bastante claridad que Firpo no parecía ni muy golpeado ni muy agitado cuando se produce el knock-out. Según los relatos de los hombres de mi familia, Luis Ángel decía que decidió perderla porque entendía cuál era el contexto.Al Capone –nada más y nada menos– era uno de los patrocinadores de Dempsey y las apuestas de la mafia ya estaban hechas a su favor. Sabía que no lo iban a dejar ganar de ninguna manera. Y no lo decía como queja, lo aceptaba como algo natural. Por eso nunca exigió revancha. Otro aspecto no muy conocido es que él se armó la gira solito, consiguió patrocinadores y fue en Estados Unidos donde logró la posibilidad de pelear por el título. En muchos sentidos, Firpo fue un tipo que se hizo a sí mismo de una manera muy impresionante. Al ser tan grandote, laburaba de joven como cobrador de una fábrica de ladrillos de la familia Bunge. Una vez lo quisieron asaltar tres tipos cuando salía con la recaudación: noqueó a dos y el tercero salió corriendo.Ahí Félix Bunge lo invita a su casa en la avenida Alvear, donde funcionaba el Buenos Aires Boxing Club, y empieza la relación de Firpo con el boxeo. Cuando vuelve de Nueva York, pelea un tiempo más pero después ya se dedica de lleno a los negocios, primero en ganadería y luego como importador de los autos Studebaker. A diferencia de lo que suele pasar con muchos peleadores, a él le fue muy bien económicamente. Fue, incluso, miembro de la Sociedad Rural. Raro destino para un boxeador, ¿no?Este 14 de septiembre se cumplen 100 años de la pelea entre Firpo y Dempsey (Foto: Judit Gutiérrez) (Photographer: hqfstudio.com/)Una de las razones por las que la pintura Firpo y Dempsey es tan popular en Estados Unidos tiene que ver con que Dempsey era un tipo bastante odioso, con un talante arrogante y provocador, demasiado vinculado con la mafia. Fue por eso que Bellows lo retrató en caída y vergüenza. Muchos años más tarde, Dempsey se mandó a hacer una copia y la exhibía socarronamente en un restaurante muy famoso que puso en Manhattan tras colgar los guantes (que aparece en una escena clave de El Padrino).La pintura aparece en una escena de Buenos muchachos, de Scorsese, aquella en el bar de los mafiosos, cuando están a punto de ahorcar al pesado de Maury. Y también en aquel capítulo de los Simpsons donde Homero se larga a boxear. En la cultura popular, Dempsey estará eternamente cayendo del ring. Una dulce venganza para el “toro salvaje de las pampas” que, cien años más tarde, sonríe ahí donde esté.* Única función de 17 segundos: jueves 14 de septiembre, 20 hs. Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
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