escucharescucharEnero de 2007. Herido en su orgullo por haber perdido el Apertura 2006 luego de un increíble desempate con Estudiantes de La Plata, Boca comienza a reconstruirse. El técnico Ricardo La Volpe ya es historia y en un trueque con Vélez, el Bigotón pasa al club de Liniers y de allí llega a Miguel Ángel Russo al xeneize. En el equipo hay grandes jugadores: Hugo Ibarra, el Cata Díaz y Clemente Rodríguez son una fija en una defensa muy sólida, Ever Banega se avizora como reemplazante natural de Fernando Gago, que acaba de ser vendido a Real Madrid a cambio de US$ 27.000.000, y la dupla ofensiva compuesta por Rodrígo Palacio y Martín Palermo funciona como un reloj suizo: tic de la Joya y tac del Titán a la red. Tic. Tac. Tic. Tac.Pero Boca siempre va por más. Deportivo Ganar Siempre, lo bautizó alguna vez Juan Carlos Toto Lorenzo. Y entonces, las gestiones por repatriar a Juan Román Riquelme son exitosas: al menos seis meses a préstamo desactivará la tensión entre el mediocampista y Fernando Roig, presidente de Villarreal.Todo indica que el club de la Ribera se retirará del mercado. Pero llega una nueva propuesta. Alguien le ofrece al presidente Pedro Pompilio a un delantero uruguayo de 19 años, que acaba de destacarse durante ese verano en el Sudamericano Sub 20 que se realizó ese mismo mes en Paraguay, en donde anotó 7 goles en 9 partidos (dos de ellos, a la Argentina, en un electrizante 3 a 3).“No solo es un buen delantero, sino que también tiene sacrificio. Es un jugador que tranquilamente podríamos tener en cuenta para la mayor”, asegura por esos días Oscar Washington Tabárez, DT de la Celeste. Su nombre: Edinson Cavani.El entusiasmo no queda en palabras: Boca hace una oferta formal de US$ 1.200.000 por el 50% del gurí de Danubio. La propuesta es buena, pero el Xeneize pierde la batalla con el poderío de los clubes europeos: Palermo, de Italia, adquiere el 100% de su ficha a cambio de US$ 4.000.000.Cavani, con brackets y 19 años, celebra un gol para Danubio ante Nacional, en 2006La anécdota grafica los lazos que une el paso del tiempo entre el pasado y el presente. Y entonces, con la historia de la primera conexión entre Cavani y Boca como puntapié inicial, va un recorrido para conocer qué era de la vida de los integrantes del plantel actual azul y oro en 2007, cuando la Copa Libertadores brilló por última vez en las vitrinas de Brandsen 805.El equipo podría dividirse en tres grupos, de acuerdo a sus edades. Generacionalmente muy cercanos a Cavani están Sergio Romero, Facundo Roncaglia y Javier García. Todos nacieron en 1987 y con diferencia de días: Javi es del 29 de enero, el defensor entrerriano del 10 de febrero, el uruguayo del 14 y Chiquito del 22.Para junio de 2007, Romero ya formaba parte del seleccionado argentino Sub 20, que un mes más tarde se coronaría campeón del mundo en Canadá. En marzo de ese año supo que su destino estaba en Europa: ese mes fue fichado por AZ Alkmaar, de los Países Bajos, a cambio de 1.450.000 euros. A ese club se incorporaría en el receso invernal.Sergio Romero jugó su último partido en Racing cuatro días antes de que Boca gane la Libertadores 2007En el conjunto de Avellaneda, Romero disputó únicamente cuatro partidos, todos correspondientes al Clausura 2007: Nueva Chicago, Colón, Belgrano y, apenas cuatro días antes de la consagración de Boca en Brasil, se despidió del Cilindro en un 4 a 2 sobre Godoy Cruz. Racing se puso en ventaja con un golazo del Piojo López de tiro libre, pero el Tomba lo dio vuelta con tantos de Osvaldo Miranda y Ernesto Garín. En el segundo tiempo, la Academia edificó una actuación muy sólida y marcó tres goles, dos de Facundo Sava y el restante de Sebastián Romero, para quedarse con los tres puntos y despedir de la mejor manera a Chiquito.Javi García vio de cerca la coronación xeneize. En las inferiores del club desde 1996, había sido promovido a Primera en 2006. La llegada de Mauricio Caranta lo hizo regresar a las inferiores por unos meses. Tras la salida del paraguayo Aldo Bobadilla volvió al plantel profesional. Llamativamente pidió el buzo con el número 1, pero jamás lo pudo sacar a relucir en un partido oficial hasta agosto de 2008. Al igual que Romero, un mes después de la consagración de Boca ante Gremio, se proclamó campeón del mundo Sub 20 con la selección argentina en Canadá.En junio de 2007, el entrerriano Roncaglia llevaba varios años en las inferiores. En su familia -donde convivía con cinco hermanos- eran todos trabajadores rurales. Después de ser descartado en Newell’s y en River, finalmente le levantaron el pulgar en la Novena de Boca como centrodelantero. Un año más tarde, sus técnicos Rubén Suñé y Oscar Regenhardt lo cambiaron de área: zaguero.Roncaglia junto a su amigo Riquelme, en 2011La pensión no es un lugar amigable para Roncaglia. En varias ocasiones, sus propios compañeros le robaron el poco dinero que podía juntar para pagarse el viaje y volver al pueblo. “Era la ley del más fuerte”, declaró tiempo después en la revista El Gráfico.Tanta lucha por la supervivencia tuvo premio cuatro meses después de que Boca gane su, hasta el momento, última Copa Libertadores. Debutó en Primera el 21 de octubre de ese año, con Miguel Ángel Russo como entrenador. Fue un 1 a 1 con Estudiantes y compartió la zaga central con Gabriel Paletta.Algo más joven, pero con historia parecida, Guillermo Fernández también vivió de cerca aquella coronación xeneize. En 2007 Pol (el nombre que había elegido su padre en 1991 para homenajear a Caniggia, pero no lo dejaron anotarlo así) tenía 16 años y se destacaba en el semillero xeneize.Para 2007, Marcos Rojo tenía 17 años y estaba a un solo peldaño de debutar en Primera, algo que sucedería al año siguiente. Fue tocar el cielo con las manos para el muchacho nacido y criado en La Plata, a quien su padre, Don Tití Rojo, lo llevaba a entrenarse al club Las Malvinas en bicicleta, subido al mismo canasto en el que guardaba los churros, las bolas de fraile y las flores que vendía para llegar a fin de mes.Rojo hizo las inferiores en Estudiantes de La Plata. Debutó en 2007 y dos años después fue campeón de América con el PinchaEl lote noventosoDel lote noventoso se destacan dos nombres con larga trayectoria en Boca. Para cuando el Xeneize levantó la Sexta, Frank Fabra ya se destacaba con apenas 15 años en el Envigado FC, de Colombia, equipo en el que debutó en Primera tres años más tarde. Su fuerte: la velocidad, el cambio de ritmo y su constante voluntad de llegar al área contraria con pelota dominada.Fabra en su primer equipo: Envigado FC. Su referente siempre fue el brasileño CafúApenas dos años antes se las rebuscaba como podía. Con 13 años vendía por la calle unas galletas de maíz tostadas llamadas hojaldras, que cocinaba su abuela y era la delicia favorita de los habitantes de Nechí, Antioquia, su pueblo natal. Para ahorrar unos pesos en las comidas, iba a pescar su propio almuerzo.Darío Benedetto, el mejor goleador que tuvo Boca desde el retiro de Palermo, vivía en junio de 2007 momentos de profunda emoción. Ya parte del plantel profesional de Arsenal, no veía la hora de concretar su debut oficial, que llegó el 9 de noviembre de ese año. Como si fuese un guiño de lo que le depararía el destino, su primer partido fue contra Boca, en la Bombonera y terminó en triunfo 2 a 1 para los de Sarandí. Al Pipa, de 17 años, todavía lo atravesaba el dolor de haber perdido a su madre a los 12. Ella era su sostén y su fan número 1. La abuela paterna, Dora, se había convertido en su segunda mamá.Sin embargo, Alicia está siempre presente. Vive adentro del Pipa a los 12, a los 17 y ahora, a los 33. En una emotiva entrevista con el suplemento Enganche, Benedetto confesó: “Mi vieja jugaba campeonatos de mujeres cuando ella tenía 25 o 30 años y me dijeron que lo hacía muy bien. Le pegaba con las dos piernas. Todo lo que se rumorea de mi vieja es que era muy buena. Yo creo que salí a ella y a mi abuelo paterno, que también dicen que la rompía. Aprendí de mis tíos, porque mi papá es flojo. Yo juego al fútbol como jugaba mi vieja”.Darío Benedetto debutó en 2007 en Arsenal. Siempre le dedica sus goles a su madre, que falleció cuando él tenía 12 añosMientras, a 4900 kilómetros, el peruano Luis Advíncula evolucionaba año tras años en las divisiones menores de la academia del Alianza Atlético Sullana, donde se formó futbolísticamente. Aunque poco después al Juan Aurich de Chiclayo. Allí debutó en Primera en 2009, a los 19 años. Y el paraguayo Bruno Valdez, en tanto, tenía 16 años y estaba a punto de incorporarse a las divisiones inferiores del Club Sol de América.A los 10 años, Lucas Blondel ya formaba parte de las infantiles de Atlético Rafaela. Siempre había tenido facilidad con los deportes. La influencia familiar (su papá, Jean-Yves Blondel, fue 546° del ranking ATP en 1987) lo llevó a jugar al tenis; incluso, participó de algunos torneos de menores en Suiza y, después, también en Rafaela, donde se mudó tras la separación de sus padres. Sin embargo, tras disfrutar de la vida social de club en el Jockey de Rafaela, finalmente eligió la número 5 y se incorporó a las divisiones inferiores de la Crema, seguramente influenciado por el entusiasmo generado por el histórico primer ascenso del equipo a la primera división, en 2003, con Oscar Cachín Blanco como DT.Mientras Palermo y Riquelme levantaban la Copa en Porto Alegre, a los 13 años Nicolás Figal recién desarmaba las valijas en la pensión de Independiente. Para él, el camino de las inferiores recién comenzaba, después de superar la prueba presentándose como un delantero de buena pegada y velocidad. Cuando creció, en Novena y Octava, pasó del ataque al mediocampo, y más tarde a la zaga central.A Miguel Merentiel y a Jorman Campuzano los une la edad y los separaban 7165 kilómetros, que es la distancia entre Paysandú, en Uruguay, y Tamalameque, Colombia. Ambos son generación 1996. El primero del 24 de febrero y el otro del 30 de abril.La Bestia se estaba iniciando en Atlético Bella Vista, mientras que la vida de Campu fue mucho más sufrida. En Tamalameque no había espacio para negociaciones. Don Arístides Campuzano era profesor de química en la escuela de su pueblo y quería que sus hijos estudiaran. Jorman sabía que allí no encontraría el futuro que soñaba junto al balón. Por eso, a los 15 años, y apenas un día después de la muerte de Enrique, su abuelo paterno, armó las valijas y se fue a Bogotá. Solo. Primero se instaló en la casa de un tío, luego en lo de un amigo, hasta que una noche pidió alimento en La Chispita Dorada, un parripollo de la zona de Venecia, en el sur de la capital cafetera. Y, al poco tiempo, allí comenzó a trabajar como delivery hasta que las cosas se fueron acomodando.Boca KidsCon apenas seis años, Nicolás Valentini disfrutó de aquella Libertadores como un hincha más, rodeado de su familia en Junín. Solo cuatro años más tarde se incorporaría a River de esa localidad, donde se destacaría en el mediocampo por su muy buena técnica y un físico grandote y bien armado para su edad, y por ser zurdo y aguerrido.El pequeño Nicolás Valentini, de Boca desde la cunaPara Cristian Medina y Ezequiel Fernández aquella Libertadores llegó como un regalo para sus cumpleaños número 5. Cristian los había festejado el 1° de junio en Moreno. El nenito flaco y largo sólo pedía una cosa: una pelota para patear.Cristian Medina en su niñez, siempre con una camiseta de BocaEn la casa de los Fernández, ubicada en el barrio Santa Brígida de San Miguel, siempre se latió fuerte por Boca. Y al niño mimado de la casa se le iluminaba el rostro cada vez que papá Sergio, que tiene tatuado a Juan Román Riquelme de espaldas y con la camiseta 10 en la pierna izquierda, organizaba el mejor plan de todos: ir a la Bombonera.Equi celebró los cinco en familia casi un mes y medio después de la final: el 25 de julio. Solo dos días antes, pero a 200 kilómetros hacia el corazón de la Provincia de Buenos Aires, Valentín Barco había soplado tres velitas en su Veinticinco de Mayo natal, de donde muchos años después hizo cada día esa distancia de ida y de vuelta para entrenarse en La Candela. ¿El objetivo? Cumplir el sueño de llegar alguna vez a la primera de Boca…El 14 de junio de 2007, apenas dos días antes de la goleada boquense 3-0 en Porto Alegre, Vicente Taborda celebraba sus seis años. Aunque por entonces el pibe no tenía definido si enfocarse en el fútbol o en el tenis, deporte en el que se destacaba en su Gualeguay natal y hasta ganó varios torneos regionales. Recién tres años más tarde, el gran Norberto Muñeco Madurga lo descubrió junto a otro ojeador, Roberto Madoery, y terminaron de inclinarle la balanza para el lado del fútbol.En junio de 2007, a Marcelo Weigandt le costaba asimilar que el mismo club que lo había incorporado a las divisiones formativas un año antes se había consagrado como el mejor de América. Su relación con Boca fue siempre cercana. Nació el 11 de enero de 2000, justo el año en el que Boca volvió a ganar la Libertadores y la Intercontinental después de 22 años.Ahora, a todos ellos los une una ilusión enorme. Porque en caso de superar este sábado a Fluminense en el Maracaná de Rio de Janeiro, todos sus nombres quedarán tallados a fuego en los libros xeneizes. Porque no solamente se coronarán campeones de América, sino que además serán los responsables de haber ganado “La Séptima”, la que tanto viene negándosele al club de la Ribera.Todos tienen historias de vida y edades diferentes, pero los une y los atraviesa un solo destino: la gloria eterna.Pablo LisottoSeguí leyendoEterno Larry. Pintaba casas y vendía pelotitas de golf para sobrevivir, descubrió su don y es un emblema del deporte¿El mejor Mundial de rugby de la historia? Récords, curiosidades, el aliento Puma y los partidos memorables”Una enfermedad”. Futbolistas vestidos de golfistas: causas de una transformación pasional y los casos más resonantesTemasCopa LibertadoresMundo BocaHistorias del deporteConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Copa LibertadoresFútbol en Río. Boca se muestra ante la prensa por única vez antes de la final: las fotos y los videos del entrenamientoDe tarde. 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