Cuando Luis Horacio Fortín le avisó a sus padres que iba a ir a combatir en la Segunda Guerra Mundial, no recibió la aprobación: tuvo que pedirle a otro adulto para que firmara como su padre
Luis Horacio Fortín nació en Buenos Aires, Argentina, el 14 de febrero de 1920. Murió en Washington, Estados Unidos, el 19 de enero de 2010, días antes de cumplir 90 años y después de ser condecorado por el ejército británico con la distinción Distinguished Flying Cross (DFC: Cruz de Vuelo Distinguido) y nombrado Officier de la Légion d’Honneur por la fuerza armada francesa, de quien también recibió la Croix de Guerre con tres palmas. La historia Luis Horacio Fortín es el retazo de una guerra universal. Voló como piloto de bombardero de aviones Boston IIIA en cincuenta misiones del escuadrón 342 “Nancy” de las Fuerzas Aéreas Francesas Libres. Sus condecoraciones, distinciones e imágenes de guerra fueron entregadas a un museo en Francia por su expreso pedido antes de fallecer. Había nacido en Buenos Aires, había jugado al rugby en Rosario, había falsificado la firma de su padre para “pelear la guerra”.“Él siempre lo decía así: ‘yo peleé la guerra’”, reveló Julieta Zavalia, sobrina y ahijada de Fortín, en diálogo con Infobae, en una nota publicada en 2019. Julieta lamenta no tener disponibles fotos de ella con él ni conservar los recortes periodísticos que orgullosa guardaba su abuela, Isabel Browman García Poblet, la madre de Luis. Julieta sabe todo lo que sabe de boca de su tío: “Cuando era joven yo quería que me hablara de todo lo que vivió, pero él no quería hablar de la guerra. Después, cuando se fue poniendo viejo, no hablaba de otra cosa”.En sus relatos percibió una halo de dolor, un esbozo de arrepentimiento que se desprendía de sus contradicciones. “Sentía mucho orgullo por lo que había realizado, por las medallas que le dieron, pero a la vez un poco de culpa con el pueblo alemán que también había sido víctima. Era una persona muy inteligente: pudo pensar la guerra desde dos ángulos. ‘A mí decían por dónde volar, dónde tirar, pero después yo veía los diarios…’, me reconoció”. “Nunca se creyó un héroe -precisó Julieta-, por más que a todos lados donde fuera lo trataran como tal”.Luis Horacio Fortín quiso pelear la guerra por amor a la patria de su padre. Louis Alexandre Fortín es la razón de su aventura. Había nacido en París el 29 de mayo de 1897. Recaló en Argentina en su juventud y en 1916 se casó con Isabel Browman García Poblet, con quien tuvo tres hijos: Luis Horacio, Isabel Roxane (la madre de Julieta) y Carlos Antonio. En 1923, cuando Luis tenía tres años, la familia se mudó a Rosario: su padre había sido contratado como contador de la Compagnie du Port de Rosario, firma perteneciente a la Hersent et Fils et Schneider et Cie. de París, ganadora del concurso para la construcción, concesión y explotación del puerto rosarino. Su padre emprendió una exitosa carrera hasta alcanzar el cargo de subdirector. Luis se graduó como perito mercantil en el Colegio Superior de Comercio a los quince años y continuó su educación en la Universidad de Buenos Aires. Estaba estudiando para recibirse de contador cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Tomó la decisión de presentarse en la embajada de Francia en Buenos Aires para postularse como voluntario. Deseaba defender el país donde había nacido su padre.Luis Horacio Fortín en el cockpit de un Douglas Boston IIIA de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña. Su avión bombardero llevaba siete ametralladoras
Marcelo Miranda, periodista y historiador de la aviación civil argentina, escribió en la revista especializada Lima Víctor un artículo sobre Luis. Detalla su fervor y voluntad por intervenir en la guerra: “Concurrió a la Embajada y llegó a ser atendido por el propio embajador, pero fue rechazado con el argumento de que lo que necesitaban las fuerzas armadas francesas eran ‘especialistas’, tales como ingenieros, médicos, veterinarios o pilotos de avión”.Ya había pasado el primero de septiembre de 1939 y la invasión alemana a Polonia como detonante del conflicto. Ya Francia y Gran Bretaña habían formalizado su declaración de guerra contra Alemania. Ya el General Charles De Gaulle había emitido un llamamiento a la resistencia por radio desde Londres. Ya habían germinado por el mundo los “Comités de la Francia Libre” como consecuencia de la convocatoria al alzamiento de De Gaulle. Luis se enroló en su propósito: se asoció al Centro Universitario de Aviación de Buenos Aires y comenzó a tomar lecciones de pilotaje en los biplanos Fleet 5 y Fw44J.Obtuvo su licencia de piloto civil con la capitulación de Francia ante la ofensiva nazi ya consumada. Luis le contó a su sobrina la historia detrás de su postulación. Su padre se sabía petainista, militante del Mariscal Philippe Pétain, aquel soldado, diplomático, político, estadista y líder militar en la Primera Guerra Mundial que fuera sentenciado a muerte por colaborar con el régimen nazi durante el segundo gran conflicto bélico. “Su papá no lo hubiese autorizado jamás a postularse para ir a la guerra -reveló Julieta-. Por eso, le pidió a un peón del club de rugby Plaza Jewell que firmara como si fuese su padre. No sé cómo hizo para convencerlo, no sé si lo sobornó. Pero él me lo contaba muerto de risa. Él quería ir como piloto, pero sino hubiese terminado yendo como soldado”.El Desembarco en Normandía comenzó la mañana del 6 de junio de 1944 y diez horas después, las tropas aliadas pudieron sostener una cabeza de playa. Fue el principio del fin para el nazismo (CORBIS/Corbis via Getty Images) (Historical/)Tenía apenas cinco horas de vuelo civil cuando decidió presentarse en un “Comité De Gaulle” porteño para combatir contra la ocupación alemana. El 4 de julio de 1941 partió de Buenos Aires a bordo del SS Trojan Star con destino a Gran Bretaña. Viajaron voluntarios argentinos y brasileños. “Cuando llegaron, se pusieron a festejar -narró Julieta-. ‘Tomamos mucho e hicimos mucho ruido’, me contó mi tío. Por eso, los militares ordenaron que a ‘estos salvajes’ los enviaran al norte de África. Pero él se acordó que llevaba una carta para una persona en Londres”. La señora Middleton era una socia del club que tenía un pariente en la capital británica. Luis la llamó para coordinar un encuentro con el remitente y para rogarle que motorice sus influencias. Los reclutas sudamericanos emigraron al continente africano, pero él fue convocado por la Royal Air Force (RAF).Bastó un solo vuelo para ser aprobado por la RAF en la base aérea de Cambridge. Lo enviaron a Canadá para recibir entrenamiento avanzado: llegó a New Brunswick el 28 de junio de 1942. Fue capacitado para convertirse en piloto bombardero. Regresó el 13 de febrero del año siguiente al Reino Unido para perfeccionar su técnica de vuelo que incluía el combate nocturno. Acumuló 300 horas de vuelo antes de pilotar un Douglas Boston IIIA, la denominación británica del bombardero mediano Douglas A-20C fabricado en los Estados Unidos, y de asignarle su tripulación inicial. Eran todos soldados franceses, integrantes de las Forces Aériennes Françaises Libres (FAFL: Fuerzas Aéreas Francesas Libres).El relato de Miranda es una transcripción del recuerdo indeleble de Fortín: “El 26 de enero de 1944 pasó a formar parte del Grupo de Bombardeo 1 denominado Lorraine de las FAFL que operaba encuadrado en la RAF como Escuadrón Nº 342 del Ala Nº 137, y el 9 de febrero de 1944, con el grado de Teniente de las FAFL voló su primera misión de guerra sobre Francia”.El piloto argentino al comando de un DC-6 de Aerolíneas Argentinas. Se retiró de la aviación antes de cumplir 50 años por problemas en el corazónEl código de escuadrón fue OA-P y el objetivo del ataque fue Febvin-Palfart. “Intenso, pesado y preciso”, describió Fortín de su primera misión. Su Boston IIIA transportaba 900 kilos en bombas y siete ametralladoras: cuatro en la trompa, dos en la cabina trasera tripuladas por un operador inalámbrico y una séptima opcional. La primera vez que las armas montadas en la parte delantera abrieron fuego sintió cómo su bombardero sufría un “ataque al corazón”.A las 6:30 de la mañana del 6 de junio de 1944 empezaron a desplegarse las rampas de las primeras embarcaciones que inundaron las costas de Normandía, al norte de Francia. La “Operación Overlord” fue un hito histórico: el Día D, la maniobra bélica crucial de la Segunda Guerra Mundial, propinó el golpe de efecto para la caída del Tercer Reich.Ciento setenta mil soldados participaron de la invasión aliada que socavó la integridad del régimen nazi. Adolf Hitler dormía esa mañana y nadie se animó a despertarlo. Era la batalla por la que se había alistado el argentino Luis Horacio Fortín. Sin embargo, permaneció todo el día sentado en la butaca de su avión. A las 2:20 de la madrugada del día siguiente, recibió la orden de despegar en una misión nocturna para bombardear la estación de ferrocarril de Folligny y, según las palabras que le admitió al periodista y escritor Jon Guttman, “atacar a las tropas del general Erwin Rommel”. Rommel, general y estratega militar alemán conocido como el Zorro del Desierto, el mismo que en la frontera del 6 y el 7 de junio de 1944 exclamó sin gracia y sin esperanza “la guerra está perdida”.Luis Horacio Fortín y su esposa azafata Blanca Pascual en la recepción de un Comet 4, en los albores de Aerolíneas ArgentinasGuy Napier Westley fue un inglés adoptado por una Argentina próspera. Su padre William Westley, un ingeniero civil, había sido contratado por el Ferrocarril Central Argentino cuando su hijo tenía apenas dos años. Guy murió joven, a sus 25 años, asesinado por la resistencia alemana antes de conquistar con su escuadrón la Gold Beach, una playa ubicada entre Omaha y Juno. Es uno -otro- de los argentinos protagonistas del Desembarco en Normandía. El piloto Federico Arturo Greene, el teniente Henry Albert Venn, el capitán Thomas Dawson Sanderson, el paracaidista Raúl Casares, el soldado Kenneth Charney, el conductor John Gordon Davis son algunas historias recuperadas por el escritor bahiense Claudio Gustavo Meunier en su libro Alas de trueno. También desmenuza las hazañas de Fortín, quien diez días después de la epopeya aliada completó su primer ciclo de treinta operaciones militares. Cumpliría su vuelo de combate número cincuenta el 3 de octubre de 1944 en una misión abortada por mala visibilidad sobre Nijmegen, Holanda.Su carrera de piloto se venció: acumulaba en su haber 771 horas de vuelo. No había sido atacado nunca por combatientes alemanes, pero sí encontraba su bombardero con decenas de hoyos al regreso de cada misión. Su navegante en la mayoría de sus operaciones, el capitán Niel, llevaba un nombre falso. Era una práctica común para evitar que los nazis hallaran a sus familias. Luis Horacio Fortín no utilizaba un seudónimo: sus únicos familiares estaban en Argentina, un país relegado del mapa bélico.Culminada la Segunda Guerra Mundial, fue desmovilizado a la Embajada de Francia en Argentina. A comienzos de 1946, el Gerente General de FAMA (Flota Aérea Mercante Argentina), Pierre Colin Jeannel, lo visitó en su departamento de Buenos Aires: quería invitarlo al plantel de tripulación de su nueva aerolínea. Fortín ingresó a la incipiente línea aérea nacional con el grado de comandante. Allí conoció a su esposa Blanca Pascual, quien fuera una de sus primeras azafatas. Se casaron al año siguiente. Luis Horacio Fortín, de traje oscuro y una pipa en la mano derecha, delante de un Avro York de la Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA)Julieta Zavalia deslizó que Blanca fue azafata en el viaje de Evita a Europa en 1947 y que la primera dama argentina le copió el peinado luego de halagarle el rodete. “¡Blanquita, qué lindo peinado tenés!”, parafraseó la nieta y sobrina del héroe de guerra argentino.FAMA y otras aerolíneas locales se fusionaron para ofrecer un único servicio nacional. Fortín era el director de operaciones de Aerolíneas Argentinas cuando trajo el primer avión de pasajeros Havilland Comet. Fue, también, uno de los primeros pilotos de la aerolínea de bandera y uno de los primeros en realizar vuelos transatlánticos.Tenía tan solo 49 años cuando en 1962 debió abandonar la aviación por problemas cardíacos. Había vivido intensamente. Era recibido con honores en Buenos Aires, en Rosario, en Francia y en los Estados Unidos. No se detuvo: regresó a la Universidad de Buenos Aires para obtener un doctorado en estudios económicos, recibió una beca para asistir a la Universidad de Columbia en Nueva York, donde cursó una maestría en administración de empresas. Trabajó como oficial de Inversiones Senior de la International Finance Corporation (World Bank) hasta que se jubiló en 1985.No volvió a vivir al país, pero siempre se asumió argentino. Sentía agradecimiento por el pueblo inglés y veneración por la patria francesa. Julieta rememoró una de sus recuerdos más sensibles: “Cuando ya era muy viejito, se emocionó hablando de las mujeres inglesas. Dijo que habían sido muy amables, porque ellas sabían que al día siguiente ‘nosotros íbamos a volar y tal vez no volveríamos nunca'”.Su nieta dijo que valoró de él que nunca adoptara la actitud de “héroe” y que los años le fueron curando sus memorias de guerra. “Me recuerdan como un héroe porque ganamos, si hubiésemos perdido sería un guerrillero”, repetía pícaro el argentino que quería pelearle a la guerra.* El artículo original fue publicado en junio de 2019.
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Las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki eran bombas de fisión nuclear que desencadenan una reacción en cadena (Archivo DEF)El estreno del film “Oppenheimer”, dirigido por Christopher Nolan, puso nuevamente en debate el tema del armamento nuclear. Las bombas atómicas lanzadas el 6 y 9 de agosto de 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki causaron una destrucción generalizada, arrasaron ciudades y mataron a entre 90.000 y 166.000 personas en Hiroshima -20.000 de los cuales eran soldados- y entre 39.000 y 80.000 en Nagasaki. Estas son, hasta el día de hoy, las dos únicas armas nucleares que se han utilizado durante una guerra. Con esa destrucción provocada hace 78 años, los países tomaron consciencia de la devastación que generaría el nuevo arsenal nuclear en manos de las grandes potencias, con bombas 3.000 veces más potentes que la lanzada sobre Hiroshima.Las bombas utilizadas, Little Boy y Fat Man, eran bombas de fisión nuclear. Es decir, se trata de dispositivos que generan una reacción en cadena: los núcleos atómicos de los materiales radioactivos se dividen para crear nuevos elementos, lo que a su vez libera una gran cantidad de energía, dividiendo más átomos y produciendo una explosión tremendamente destructiva.En la bomba Little Boy, un proyectil tipo bala hecho de uranio-235 fue disparado a un núcleo de la misma sustancia para desencadenar la reacción en cadena. En la Fat Man, por su parte, se usó un núcleo de plutonio-239 que fue encendido con miles de kilos de explosivos convencionales, desencadenando de nuevo una reacción en cadena de fisión nuclear. La explosión de Little Boy liberó unos 15 kilotones de energía, equivalentes a 15.000 toneladas de TNT, y envió una nube en forma de hongo hasta unos 7.620 metros de altura. Fat Man produjo una explosión de unos 21 kilotones.En un arma termonuclear, que a menudo se la llama bomba de hidrógeno, el proceso de fisión es solo el comienzo, y son 80 veces más potentes que Little Boy (Istock)EL ARSENAL NUCLEAR MODERNO¿Cómo son las bombas nucleares que se encuentra hoy en manos de las potencias? De acuerdo con institutos especializados, como el SIPRI, existen actualmente en el mundo 12.705 dispositivos de ese tipo, de las cuales casi el 90 % está en poder de EE. UU. (5428) y la Federación Rusa (5977).Las más potente es el arma termonuclear, a la que a menudo se denomina “bomba de hidrógeno”. Las bombas B83 de los EE. UU. utilizan un proceso de fisión similar al de las bombas atómicas, pero esa energía inicial se encarga de encender una reacción de fusión en un núcleo secundario de los isótopos de hidrógeno, de deuterio y de tritio. Los núcleos de los átomos de hidrógeno se fusionan para formar helio, y de nuevo una reacción en cadena da lugar a una explosión, esta vez mucho más potente. Su potencia es de 1,2 megatones, equivalente a 1.200.000 toneladas de TNT, lo que la convierte en 80 veces más potente que Little Boy.La “Bomba del Zar” supuso la explosión más grande realizada por el hombre hasta la fecha (Archivo DEF)Pero hay armas nucleares todavía más aterradoras. El dispositivo soviético más grande jamás detonado es el conocido como RDS-220 o RDS-202. Popularmente conocida como la Bomba del Zar, fue probada por la Unión Soviética en 1961 y produjo una explosión de 50 megatones, unas 3.333 veces más potente que la bomba Little Boy. La Bomba del Zar supuso la explosión más grande realizada por el hombre hasta la fecha, enviando una nube en forma de hongo a más de 39.624 metros de altura -aproximadamente 4,5 veces la altura del Everest- y envió ondas de choque alrededor del globo terráqueo durante tres oleadas.En el contexto de la guerra de Ucrania, Rusia puede hacer gala de su RS-28 “Satán 2″, capaz de recorrer hasta 16.000 kilómetros de distancia. Pesa 208 toneladas, mide unos 35,5 metros de largo y 3 metros di diámetro. Se trata del misil con mayor capacidad nuclear con el que cuenta Moscú, con una potencia 2000 veces superior a la bomba de Hiroshima.Satán II, el misil que ha desarrollado Putin para desafiar a Occidente. Su potencia es 2000 veces mayor al de Hiroshima (Archivo DEF)Las otras tres potencias nucleares reconocidas por el Tratado de No Proliferación (TNP), Francia, el Reino Unido y China, cuentan en su conjunto con un total 865 armas nucleares. De ellos tres, el Reino Unido destaca por sus misiles místicos intercontinentales Trident D5 , con un alcance estimado de 11.000 kilómetros y que pueden llevar una ojiva nuclear múltiple que se estima de unos 3,8 megatones. Por su parte, la potencia nuclear francesa descansa mayormente en el mar, con sus cinco submarinos nucleares: Triomphant, Téméraire, Vigilant, Terrible y Suffren. Por su parte, China está construyendo un arsenal de misiles moderno y sofisticado, aunque reina el secretismo y no existe de parte del régimen de Pekín voluntad de entrar en acuerdos de control armamentístico.Seguir Leyendo:Video: inteligencia artificial aplicada a las guerras, ¿cómo serán las batallas del futuro?RA-10: el reactor multipropósito que se suma a los desarrollos de punta del sector nuclear argentino