Categories
cultura

Hola Susana, queremos jugar

escucharescucharLa otra noche salimos a caminar con Ezequiel. No es algo que hagamos seguido, dejar casa a las 22 para dar una vuelta por ahí, sin destino, pero el momento era justo, las calles estaban llenas de gente y siempre es lindo estar así con él. Salir a caminar para nosotros no es eso, es más, es hablar de las cosas. Así que lo hicimos y a los pocos minutos estábamos en un barrio como sacado de otra parte, poco tránsito, veredas anchas y pulcras, y entonces, por broma, me puse a cantar una canción de los 90 que fue un hit y por alguna razón él pensó que le estaba diciendo que el cantante vivía por allí, en esos departamentos que deben costar un dinero que nunca vamos a tener, y me reí y le dije que cómo se le ocurrió eso, si solo había tenido éxito con una canción y entonces contestó rápido y corto y sin dudar: “Eran los 90, con un tema te salvabas”.Y ahí me quedé el resto de la caminata. En los 90, en esto de salvarse, en qué significa, en lo que yo estaba haciendo en esos años, el secundario, un viaje a Alemania en el que pagaba con marcos, y pensé en un ícono de la época: Hola Susana, uno de los shows televisivos más populares de la Argentina que la tenía al frente a ella, Susana Giménez, modelo devenida en vedette, vedette devenida en actriz, actriz devenida en conductora y conductora devenida en diva. Rubia de un rubio que podría llevar su nombre. “Hola Susana, te estamos llamando, queremos jugar”. Fue en 1987 que salió al aire por primera vez y en la mitad de los 90 tuvo su consagración sin peros.Esta mujer, que hoy tiene 78 años y el pelo del mismo color, conquistó con su espontaneidad, dicen, las metidas de pata, los juegos, los sketches con el cómico Emilio Disi y las entrevistas internacionales que conseguía: John Travolta, Antonio Banderas, Alanis Morissette, Ayrton Senna.En medio de los 90, en el 96, Susana además tenía un concurso, El juego del millón (el ícono del ícono), que consistía en juntar etiquetas de marcas, ponerlas en un sobre de papel, enviarlas a su estudio y esperar que los Susanos, hombres y mujeres que se vestían del mismo modo y funcionaban como sus ayudantes, sacaran su carta del pilón (que nació pilón pero al tiempo fue pileta grande y después, un estudio propio) y lograran que la conductora los llamara por teléfono. El resto era azar: un panel mostraba casilleros, se elegían tres y si tenían detrás el logo de la marca, ganaban.Fue en medio de ese concurso icónico que hubo una noche que no olvidé. Habían llegado más de 30 millones de cartas y Susana mostró al aire la grabación de lo que llamó la revolvedora, una especie de mini tractor que avanzaba entre los sobres y los mezclaba.Nadie supo bien cómo hicieron para meterlo allí pero se vio: el vehículo pisaba con sus ruedas las toneladas de papel y se hundía y lo hacía de nuevo. Para dar tranquilidad. Para que los argentinos vieran que el sorteo era lo más justo que se podía.La imagen fue fantástica. La máquina ahí como una grúa elevando cartas, tirándolas a un costado, volviendo a clavarse dentro del montón para mover ese todo aunque el revuelo no era solo de eso. Lo entendí después. Era la gente la que se revolvía ahí. Los ánimos de los millones de personas que aguardaban que Susana dijera sus nombres. Eran vidas las que se mezclaban. Las vidas de la gente que vivió los 90, cuando un dólar valía un peso. Gente que debía pensar por favor, por favor, que me toque a mí. Como si supieran de la bomba que iba a estallar poco después, en 2001, cuando el país enfrentó una de sus crisis económicas más severas. Como si tuviesen la certeza de que la única forma de sobrevivir es con suerte.En 1996 el millón de dólares salió una vez. Lo ganó Irma, una enfermera de la provincia de Buenos Aires, que dijo el 6, el 11 y el 8.Dolores Caviglia TemasOpiniónManuscritoGDAConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de ManuscritoManuscrito. Nadie es perfecto, por suerteManuscrito. La receta italiana de Ennio MorriconeManuscrito. Ya está en el aire girando mi moneda

Fuente