El insulto de moda y el recuerdo de una gran novela de Adolfo Bioy Casares.
Category: opinión
Fue un crimen cuerpo a cuerpo, por la espalda, en una de las entradas a Jerusalem.
Ninguno de los candidatos tendrá otra posibilidad hasta las elecciones de dirigirse a gente que no pone a la política entre sus prioridades.Bullrich, Massa y Milei ajustaron sus discursos para imprimirle la intensidad que necesitan para diferenciarse de sus rivales.
Mieli festeja que el dólar siga en cohete hacia la estratósfera. No hay vivezas eternas en la política, aunque algunas son muy duraderas.
Una Argentina atravesada por los milagros
escucharescucharLos argentinos se levantan a diario con la angustia de los alemanes de 1923, año de la primera gran crisis ulterior a la Primera Guerra Mundial: ¿cuál será la noticia catastrófica del día?Saben que el actual estado de cosas no puede continuar así indefinidamente. No se preguntan, sin embargo, como los alemanes de aquella época, cuán próximo es un alzamiento callejero, el estallido de un golpe militar, o el intento de una secesión territorial. No tienen hasta la fecha presagios conminatorios para preguntarlo, pero viven en situación de milagro institucional.Hay un contraste palmario entre la gravedad de las causas de degradación generalizada de la política y la economía, con las consiguientes consecuencias de miseria sobre la población e involución del país, y los efectos a la vista todavía sobre el curso de las instituciones que conforman el Estado. Es un fenómeno tan extraordinario que debería celebrárselo por el valor de la sedimentación de cuarenta años continuos de democracia.En 2001 y 2002, a mitad de camino en esta era histórica, se sintió por debajo de las estructuras políticas un sismo de magnitud considerable, y la plasticidad institucional resistió la crisis al precio de dejar al presidente Fernando de la Rúa, y a varios sucesores inmediatos, por el camino. ¿Cuántos fenómenos parecidos podrá tolerar el sistema sin acuerdos sustanciales y perdurables que prevengan y amortigüen el escalonamiento de infortunios que desquician a la sociedad por entero?Aquel ejemplo elocuente confirma que las edificaciones se consolidan por el transcurso de los años. Más golpes no podrían haberse asestado sobre las instituciones que fundamentan la democracia. Soportan lo indecible, con una pobreza gigantesca, ahora del 40,1 por ciento de la población, y la corrupción de las mafias que se reparten con descaro los dineros públicos de una sociedad por largo tiempo inconsciente, o renuente a tomar conciencia de que la vejan los que más dicen protegerla.“Viva la Pepa”, habrá brindado Martín Insaurralde, aún entonces jefe de ministros del gobernador Axel Kicillof por imposición de la familia Kirchner, cuando descorchó el buen champán, en aguas del Mediterráneo tan cercanas a Marbella, con la modelo que lo escoltaba. El influyente periódico uruguayo Observador ranqueó a la dama en la novedosa categoría de “modelo erótica”.El de Insaurralde fue un gesto de temeridad atroz y el imaginario brindis de “Viva la Pepa” estuvo en las antípodas de la exaltación cívica de los españoles que lo echaron a correr hacia la fama en 1812 en manifestación de alegría por la constitución liberal lograda un 19 de marzo, día de “los Pepes”. Era el enésimo gesto temerario en su insólita carrera de caudillo bonaerense, pero el último, también, al cabo del hartazgo ciudadano con “la casta política” que certificaron las urnas de las elecciones primarias y abiertas del 13 de agosto. Insaurralde había actuado, por fuerza de una inercia compulsiva, con la infatuación de las conductas habituadas a que todo sea posible. A que no haya límites morales y políticos de ninguna índole.En el próximo turno, el de la primera vuelta del 22 de octubre, habrá elementos más definitorios para interpretar si la abstención del 31 por ciento de agosto fue efectivamente una expresión de castigo a “la casta”. O, si fue algo más profundo todavía: el prenuncio de una ira colectiva en aumento contra el sistema, sus estructuras y resultados, y no solo contra la dirigencia política que ha envejecido en cargos públicos.Ver a las instituciones democráticas de pie entre tantas heridas gravísimas que se le han inferido sin que el país pasara un solo día de estos cuarenta años por una guerra, es, verdaderamente, un milagro. Pero no es el único fenómeno de carácter pasmoso que llama nuestra atención.Milagro es que a diez días de la primera ronda de las elecciones presidenciales Javier Milei se mantenga al tope de los pronósticos electorales. Lo dicen los encuestadores, que tanto yerran, pero tiende a confirmarlo la presteza adulona, y olfato experimentado, de los empresarios que apresuraron anteayer el almuerzo marplatense de IDEA con Patricia Bullrich para correrse a un encuentro con el mismísimo candidato que los había desairado al dejar su sitio vacío en el encuentro organizado con la anticipación debida. Entre ellos, había algunos de los que en su momento descubrieron, después de haberlo escuchado al ministro del Interior, Eduardo de Pedro, en sus breves horas de candidato presidencial del kirchnerismo, que estábamos poco menos que ante una nueva figura estelar de la política nacional.Milei, en un restaurante de Mar del Plata, donde convocó a empresariosLA NACIONMilagro es que se haya abierto la posibilidad de que pueda acceder a la Presidencia de la Nación el político de menor contención emocional de que haya memoria desde la Primera Junta de Mayo, de 1810. Los ha habido perversos, inútiles o intrascendentes, pero sin encarnar ninguna de las propiedades tan ajustadas a los requerimientos de la nueva cultura global que se cultiva por las redes sociales. Que mintió, como se miente desenfadadamente por las redes, en el primer debate presidencial sobre el perdón que habría manifestado al Papa por las ofensas gravísimas vertidas contra éste años atrás. Que mintió sin importarle la letra fresca de los renovados ataques que le ha hecho, bien que algo morigerados en relación con anteriores apreciaciones, al señalar su connivencia con “dictaduras sangrientas” de la izquierda latinoamericana.Milagro es que el Instituto Sanmartiniano u otras instituciones nacionales consagradas a la defensa de las tradiciones y culto de los padres de la nacionalidad hayan mantenido silencio ante las expresiones del economista a quien Milei ha presentado como el que aplicará la piqueta demoledora sobre el Banco Central si llega a la Casa Rosada. Sería, desde luego, un milagro que nadie pague un precio social de algún tipo como derivación mediata de habérsele atribuido a Mitre ser el artista cincelador de una figura fantasiosa, y no el primer historiador científico de la Argentina, que concibió a San Martín como un genio militar de la emancipación sudamericana.Ahora resulta que desde el clan de Milei se replantea la historia documentada por Mitre y se antepone el nombre de Carlos de Alvear al de San Martín en consonancia con una vieja versión de la familia de aquel otro. Se ignora el estudio concienzudo hecho por Mitre del archivo personal de San Martín que Balcarce puso en manos del primer presidente de la Argentina organizada definitivamente sobre las bases constitucionales de 1853/60 y las entrevistas que este hizo con jefes que habían combatido al lado del Libertador.Inesperada coincidencia. Desde el mileísmo se funda un nuevo panteón histórico. Otro tanto realizó el kirchnerismo, que construyó el propio, dejando afuera a Mitre, a Sarmiento y a Roca.Milagro es la performance inverosímil del político de papel duplicado, y a tono con su personalidad versátil, de candidato y ministro, mago y trapecista, haciendo desde lo alto del circo criollo viejos y arriesgados trucos sin precipitarse aún al vacío. Milagro es que llegue al domingo 22 con la chance que se le atribuye de obtener la segunda posición y el derecho de ir al ballottage en medio de la tormenta económica y social que truena cada vez más fuerte en su gestión.Milagro será que Patricia Bullrich remonte en los últimos días una campaña electoral que pudo haber comenzado como favorita y debió haberla llevado sin sobresaltos por lo menos a la primera vuelta. Ha debido afrontar situaciones de desconcierto originadas por la crispación de los enfrentamientos en Juntos por el Cambio hasta el logro de la candidatura.Las asperezas de una contienda electoral interna en última instancia se entienden por excesivas que hayan sido. ¿Pero cómo explicar el desafinamiento del expresidente Mauricio Macri cuando ha hablado de un tiempo a esta parte en el papel ajeno al que sería más natural en su caso, el de oficioso pater familiae?Milagro será, a esta altura, que Macri se llame a un prudente silencio y deje de comportarse como el eterno play boy que salta de una mesa de bridge en Europa a la dudosa compañía de los prohombres que regentean el sucio fútbol mundial, y de allí a un aula de gran prestigio académico. En principio, son esas cuestiones personales; el problema es que en los intersticios de tiempo libre Macri se atreve a formular grandes definiciones políticas sin el pulso debido de lo que más conviene o no a la suerte en juego de los candidatos de su partido, el Pro, y de la coalición que integra.Milagro sería saber a ciencia cierta si Macri comprende la magnitud de las torpezas que lleva cometidas desde que su larga indefinición sobre las funciones que asumiría en el proceso electoral de 2023 llevó a un apresurado, enconado y dañino enfrentamiento para todos en Juntos por el Cambio, y en particular entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Saber, en fin, si haber caído en reiteradas necedades ha sido por las frecuentes distancias que Macri ha tomado de la política práctica, que exige presencia activa y focalización, y anula cualquier margen de distracciones. O, bien, si estamos ante una estrategia personal deliberada que explicaría el ninguneo que afectó, primero, el eventual encumbramiento de Rodríguez Larreta, y el posterior y demorado apoyo a Bullrich en manera tan singular que, si esta llegara a triunfar, podrá decir que lo ha hecho sin deudas con otra jefatura fuera de la que ella misma encarna.Milagro cumplido ha sido que Patricia Bullrich se resolviera, a espaldas de una ineficaz orientación de su campaña, a entablar al final un duelo de ideas y estrategias con Javier Milei. Eso ha significado amenguar la obsesión por apuntar machaconamente contra el kirchnerismo. De lo que resta de este ya se ocupan las redes de una cruel realidad y, de forma más solapada, la personalidad elástica del candidato presidencial y ministro de Economía, el tercero en discordia y quien asegura, con los otros dos candidatos, que al menos por el camino de las urnas no asoma una revolución chavista en la Argentina.Entre estas observaciones al filo del segundo y último debate presidencial no puede pasarse por alto que la sociedad juzgó con poca benevolencia la actuación de los cinco candidatos presidenciales. Ha habido dos olvidos, por más que lo álgido de la situación expolie la severidad de los juicios.El primer debate presidencialTOMAS CUESTA – POOLUno, concierne a que en tiempos de la política como espectáculo los actores deben contar de modo imperativo con una filiación profesional en las artes escénicas y la oratoria. Ya es imposible aspirar a los más altos estadios de la política prescindiendo de la gestualidad, del dominio corporal y la voz entrenadas en tediosas sesiones de capacitación con especialistas.La segunda refiere a una conclusión de la primera regla. Los candidatos fueron juzgados precisamente como si fueran actores. Myriam Bregman, del Frente de Izquierda, se lució por su performance escénica, soltura y dominio del histrionismo. ¿Pero qué quiso decir cuando se proclamó socialista, como podrían haberlo hecho Juan B. Justo, Alfredo Palacios o Américo Ghioldi? ¿No es trotskista, acaso, de acuerdo con su actuación de años, y lo que afloró al confesar que nacionalizaría el comercio exterior de la Nación, que dicho sea de paso Perón nacionalizó con el IAPI, dejando un saldo desastroso para la economía nacional? ¿Socialista en la acepción histórica en la Argentina o socialista que se derrite ante el retrato de León Trotski, jefe del Ejército Rojo en la revolución bolchevique, y defensora de la tiranía cubana y de las atrocidades de Chávez y sus herederos, en Venezuela, y de Daniel Ortega, en Nicaragua?Fue un mero ejemplo para tomar nota de la tendencia que prevaleció en la evaluación del primer debate presidencial. Esa mensura de los valores expuestos ante las pantallas se pareció a la suma de juicios emitidos por críticos teatrales sobre la actuación de cinco actores, más que de cinco personas, hombres y mujeres, subidas a un escenario en calidad de candidatos presidenciales.Fue como si al cabo de la representación de El Rey Lear se hubiera opinado mucho más sobre cómo estuvo caracterizado el rey de Bretaña, el duque de Borgoña, el conde de Kent, o Gonerila y Cordelia, dos de las hijas de Lear, y no se hubiera sopesado lo que habían trasuntado las palabras, el espíritu, el grado de convicciones y de fiabilidad de tres hombres y dos mujeres en cuanto a sus propias personalidades, intransferibles e inconfundibles con aquellos que hubieran debido representar profesionalmente a personajes históricos. Otros papeles, otro tipo de juicios.Desde esa perspectiva, la tropezosa fluidez retórica de Patricia Bullrich habría pasado a tener una entidad menor en la consideración de los críticos que el punto de si había transmitido o no un temperamento más ordenado y de mayor templanza que el de Milei. O, o si sus argumentos habían resonado como más creíbles o no que los de Massa.Fue la candidata en la escenas televisadas y seguidas por unos cinco millones de argentinos (casi 45 puntos de rating), que dejó pasar de largo algunas oportunidades valiosas, pero que pintó de cuerpo entero a Milei cuando le preguntó si iba a cambiar al país de la mano de Barrionuevo; que descolocó a Massa, diciéndole que se había duplicado en su gestión el valor del dólar y la inflación, y que con los antecedentes de “peor ministro de la historia” cómo podía atreverse a decir que sería un buen presidente. O que si Massa procurara una nueva ley penal para apresar a los evasores, como anunció, allí tenía para comenzar la tarea al infausto Insaurralde.Con poco para ganar, poco para perder, el excesivo cordobesismo de Schiareti no incomodó por lo correcto de su presentación de punta a punta en un programa en el que el pasado volvió a ponerse al servicio del presente. Milei se equivocó gravemente cuando dijo que en la represión del terrorismo subversivo de los años setenta hubo “excesos”. No. Hubo un plan sistemático del Estado militarizado de exterminar a los terroristas tal como lo habían propuesto Juan Perón y su tercera mujer, y sucesora, Isabel Martínez. Así fueron juzgados los jefes incriminados.Hubo otro error, pero no de Milei, sino de quienes salieron a cuestionarlo. Dijo que en la Argentina de los setenta había habido una guerra. La hubo y fue con injerencias de países y organizaciones extranjeras: Cuba, la Unión Soviética, Al- Fatah -la milicia política y militar palestina de Yasser Arafat-. El frente bélico abierto en Tucumán fue para conquistar una zona que obtuviera por reconocimiento internacional su propio status.Fue una guerra, no convencional desde luego, y las organizaciones subversivas hicieron lo imposible por la internacionalización de la lucha. Hay en la Argentina de estos días quienes pretender obtener del Vaticano copia de la carta que el comandante en jefe del ejército montonero, Mario Firmenich, habría elevado a Paulo VI con el pedido de reconocimiento de un vicariato u obispado para Jorge Adur.Este sacerdote asuncionista había sido designado capellán por esa organización, que apelaba a uniformes, grados militares y normas de aplicación sumarísima que contemplaban la pena de muerte. Se ha documentado su aplicación a efectivos de las propias filas.Adur habría recibido formación militar en Siria. Fue secuestrado en la frontera con Brasil en 1980, en circunstancias en que viajaba con la pretensión de entrevistarse con Juan Pablo II, de visita en ese país, y años después de un exilio que le había facilitado la Iglesia.Pasó a ser otro desaparecido más en una historia que todavía se discute en debates presidenciales como si un hombre no fuera todos los hombres, según decía de Borges, y una vida sola no valiera por miles y miles de vidas, y 30.000 u 8.000 muertes significaran algo distinto.José Claudio EscribanoConforme a los criterios deConocé The Trust Project
escucharescucharEn las ciencias sociales se usa la palabra “clivaje” para describir las divisiones o disociaciones por razones ideológicas, religiosas, culturales, económicas o étnicas de un país, sociedad, grupo social o fuerza política. En la presente Argentina electoral, podemos identificar un clivaje generacional, determinado por adultos que apoyan la candidatura presidencial de Patricia Bullrich, pero cuyos hijos menores de 25 años tienen resuelto votar a Javier Milei.Un reciente estudio de la consultora Taquion revela que cinco de cada diez votantes de la candidata de Juntos por el Cambio en las PASO del 13 de agosto pertenecen al segmento de los mayores de 55 años de edad. En cambio, seis de cada diez votantes de Milei son menores de 42 años. Los llamados baby boomers, como se conoce a los nacidos antes de 1965, acompañan mayoritariamente a Patricia Bullrich, mientras que entre los integrantes de la generación Z, formada por los jóvenes de 16 a 29 años, arrasa el líder de los libertarios.Hay otros datos reveladores de ese estudio: en la composición del voto de Milei, hay un 63,6% de varones, mientras que ambos sexos se reparten casi en partes iguales en los apoyos a Bullrich y a Sergio Massa, con un leve predominio del electorado femenino. El candidato de La Libertad Avanza es quien más sufragios cosecha en el nivel socioeconómico bajo y entre los trabajadores informales. Bullrich es la postulante más votada por los argentinos de nivel socioeconómico alto, en tanto que Massa es el menos votado por los jóvenes y por aquellos que solo estudian.El dato más llamativo en términos generacionales es que la mayor fortaleza de Milei reside en el segmento joven del electorado. A tal punto que un estudio de la consultora Synopsis le asigna una intención de voto del 48% entre quienes tienen entre 16 y 30 años de edad.¿Qué tan ofendidos podrían sentirse los jóvenes votantes de Milei por su alianza con un representante de la casta como Luis Barrionuevo?Este fenómeno sorprende a algunos observadores que parten equivocadamente de un supuesto consistente en imaginar que un joven, por el hecho de ser tal, estará más inclinado a apoyar ideas propias de la izquierda. Del mismo modo, hay quienes buscan explicar el apoyo juvenil a Milei por su nivel de posicionamiento en redes sociales, especialmente TikTok.Hay, sin embargo, otras explicaciones para el hecho de muchos adultos dispuestos a votar a Juntos por el Cambio con hijos decididos a apoyar a Milei. Estudios cualitativos que cita Lucas Romero, director de Synopsis, señalan que uno de los argumentos que esgrimen los jóvenes para apoyar al candidato de La Libertad Avanza es precisamente la frustración que les transmitieron sus padres en los últimos años, entendida por la imposibilidad de un cambio en el país y por el sentimiento de que todos los dirigentes políticos son la misma cosa. “Esa narrativa frustrante que bajaba de los adultos hacia sus hijos germinó en el apoyo de estos a Milei”, señala el analista de opinión pública.En los comicios legislativos realizados dos años atrás, Juntos por el Cambio cosechó en el orden nacional el 42,4% de los sufragios, unos 14 puntos más que en las recientes PASO. Buena parte de quienes modificaron su voto entre las elecciones de 2021 y 2023 son jóvenes, que mayoritariamente mudaron su preferencia electoral hacia La Libertad Avanza. Alrededor del 30% de quienes votaron a Milei en agosto habían apoyado a Juntos por el Cambio hace dos años.Patricia Bullrich, junto al candidato a gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigeriofabian Marelli Así como el crecimiento de Milei emerge como consecuencia del fuerte apoyo juvenil, este hecho terminó construyendo una apropiación del fenómeno por los jóvenes, quienes se sienten protagonistas de la revolución mileísta. De ahí que, a juicio de Romero, resulte difícil imaginar grandes cambios como consecuencia de la prédica de padres que convenzan a sus hijos de votar una opción que, para ellos, sería más racional y menos incierta, como la ofrecida por Bullrich. “No me extrañaría, en cambio, que suceda lo contrario: esto es, que algunos hijos persuadan a sus padres de apoyar la opción Milei”, afirma el director de Synopsis.Las emociones son muchas veces el principal combustible del voto. Más allá de la bronca que suscita la sensación de los jóvenes de que su futuro se halla en estado de pausa o incluso de cancelación, ante la imposibilidad de trazar proyectos en medio de un escenario económico de elevada incertidumbre, la socióloga Evangelina Pérez Aramburú sostiene que los grupos jóvenes perciben que la tradicional dirigencia argentina no ha podido solucionar problemas propios de quienes se perciben como una generación de inquilinos que siente que nunca van a poder ser propietarios de su casa y advierten que cada vez les resultará más complicado formar una familia a la cual alimentar.“Los jóvenes muestran disposición a experimentar con alguien nuevo, sin mayores antecedentes en la política ni estructuras manifiestas, esperando una posibilidad de cambio”, señala Pérez Aramburú. Entre los padres de ese grupo, muchos sostienen una mirada similar en términos de la ineficacia de la dirigencia para resolver las demandas ciudadanas. Pero dicha situación se halla tamizada en algunos adultos por la introducción de otras variables, ligadas a la necesidad de sostener cierta institucionalidad y gobernabilidad que, a su juicio, garantizaría mucho más Juntos por el Cambio que la agrupación liderada por Milei.Javier Milei, durante un acto en San MartínLuis Robayo – AFP¿Puede pesar en el voto de las generaciones de centennials y millennials el factor de la institucionalidad y la gobernabilidad? ¿Cabrá en esos grupos alguna consideración sobre las dificultades que hallaría para gobernar una fuerza política que difícilmente llegue a contar con más de 8 senadores sobre 72 y más de 40 diputados sobre 257?Más aún, ¿impactará en esa porción del electorado el hecho de que Milei registre una veintena de denuncias vinculadas con agresiones a periodistas? ¿Podría ese grupo sentirse defraudado por la sorprendente banalización del Holocausto que hizo el potencial referente en temas educativos del eventual gobierno de Milei, Martín Krause, antes de rectificarse y pedir disculpas por sus dichos? ¿Qué tan ofendidos podrían sentirse esos jóvenes por la alianza entre el líder libertario y un prominente representante de la casta sindical como Luis Barrionuevo?Se trata de interrogantes de difícil respuesta a la hora de analizar a una generación de votantes de menos de 30 años que es hija de la democracia y que mayoritariamente ni siquiera vivenció en carne propia la crisis de fines de 2001. Son jóvenes que no saben de crisis institucionales o de gobernabilidad como las que sus padres sí vivieron de cerca, aunque sí son testigos del fracaso de un Estado cada vez más elefantiásico e intervencionista, acompañado de escándalos de corrupción, frente al cual manifiestan hartazgo.Es difícil, por otro lado, que a muchos jóvenes que viven en barrios marginales o que trabajan como repartidores en la calle los espante la violencia verbal que pueda expresar Milei, porque están acostumbrados a convivir a diario con una violencia peor: la que se manifiesta en los actos impunes de la delincuencia común o de los narcotraficantes.De acuerdo con un estudio de Pérez Aramburú y Asociados, nueve de cada diez jóvenes de 18 a 29 años expresan su total desacuerdo con la frase “los dirigentes políticos hacen lo posible por solucionar los problemas cotidianos de los argentinos” y seis de cada diez integrantes de ese grupo etario declaran que prefieren “vivir en un país menos democrático pero con crecimiento económico”. Tal vez sea esta última apreciación la que deba preocuparnos mucho más que el resultado electoral.Fernando LabordaTemasNota de OpinionPatricia BullrichJavier MileiElecciones 2023Luis BarrionuevoSergio MassaConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Nota de OpinionEl elusivo shock de confianza60 años premiando a los mejoresLa casta votante
La ONU, la guerra y un mundo fragmentado
Edificio de la sede de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, Nueva York. REUTERS/Carlo Allegri/Archivo (CARLO ALLEGRI/)La apertura de la 78º sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas captó fuertemente la atención de la comunidad internacional. Ello se debió no solo a la recargada agenda de cuestiones inquietantes expuestas por los participantes, en algunos casos con marcada ideología, sino por el influjo de la guerra como contexto de la reunión internacional, acontecimiento que ha acentuado más el grado de fragmentación y desorden interestatal desde la anexión rusa de Crimea en 2014.Sin duda la ONU es útil, pues se trata de un necesario bien público internacional. Sin ella y su extendido sistema de organismos y programas el mundo no solo se encontraría peor, sino que prácticamente sería una jungla. Es verdad que el mundo no es una moderna y segura gran urbe, pero hay pautas que permiten un cierto ordenamiento. Consideremos, por caso, la importancia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o de la Organización Mundial del Comercio (OMC), dos regímenes del sistema “onusiano” que impiden el caos; asimismo, es importante el papel que puede llegar a desempeñar en los conflictos el secretario general de la organización a través de sus buenos oficios.No obstante, aunque desde algunas corrientes se considera que es casi un anacronismo frente a fenómenos como la conectividad, o aquello que Zbigniew Brzezinski denominó “despertar de la conciencia global”, o la expectativa generada por la inteligencia artificial (que podría llegar a optimizar sensiblemente ese otro bien público internacional que es la diplomacia), la anarquía interestatal, es decir, la ausencia de un gobierno mundial que delimite el poder como ocurre hacia el interior de los Estados democráticos, continúa siendo una realidad de la política internacional y mundial.¿Podría mejorarse el funcionamiento de la ONU en relación con los propósitos de su Carta? Sin duda que sí, pero no hay que olvidar la advertencia de Winston Churchill: nunca un poder preeminente permitirá que una organización internacional adopte decisiones por él. Aquí está el límite que sufre la ONU, y por ello, considerar que se “democratice” el centro ejecutivo o de poder de la ONU, el Consejo de Seguridad, es por ahora un cándido propósito (por tanto, si prosperaran iniciativas como la de eliminar el veto, la organización prácticamente dejaría de existir).La contracara del objetivo de la ONU es la guerra, una regularidad en la política internacional. Más allá de los enfoques auspiciosos que nos aseguran que la violencia ha disminuido y que ya no son posibles confrontaciones como las guerras mundiales del siglo pasado, la guerra sigue siendo una contundente realidad. Además, como bien advierte la historiadora británica Margaret MacMillan, la guerra va mutando su naturaleza.Un orden internacional basado en la ONU será casi imposible, menos en el mundo del siglo XXI donde el modelo de poder o de polos afirmados en la primacía del interés nacional va muy por delante del modelo institucional o multilateral.Imagen de archivo de un oso de peluche entre la destrucción causada por los bombardeos rusos en Borodianka (Ucrania). EFE/ MIGUEL GUTIÉRREZ
(MIGUEL GUTIÉRREZ/)Ahora, una ONU en un contexto de equilibrio geopolítico, es decir, en el que los Estados “que cuentan”, como diría Tucídides, controlen y hasta repriman sus impulsos de predominancia para asegurar un orden que redunde en beneficio de todos, es decir, que asegure la paz (que nunca ha existido más que como una abstracción, pero sí ha sido regular la guerra), tiene muchas posibilidades de desplegar sus activos.Pero no parecería que nos hallemos en ese curso. El mundo no sólo carece de orden internacional, sino que en su lugar hay un desorden internacional disruptivo. Es decir, los poderes que cuentan no tienen planes relativos con un orden internacional y, lo más alarmante, se encuentran en estado de discordia mayor entre sí, incluso de guerra indirecta (como sucede entre Rusia y Occidente).Como si ello no fuera del todo inquietante, no sabemos con relativa precisión si todavía se mantiene la “cultura estratégica” entre los grandes poderes, es decir, el equilibrio nuclear, pues se ha vuelto habitual el abandono de marcos regulatorios clave, al punto que solo queda uno (el START III) entre Estados Unidos y Rusia, aunque este último país anunció este año la suspensión de su cumplimiento.Por tanto, solamente esfuerzos denodados podrán llegar a torcer un inquietante rumbo internacional. La muy difícil salida de la guerra en Ucrania será el primer paso. A partir de allí, el reto será la edificación de una configuración internacional (al menos basada en mínimos) que normalice las relaciones entre los principales poderes y amortigüe los conflictos intra e interestatales.Solo en un marco de realismo y búsqueda de equilibrios, la ONU podrá contar con posibilidades de trabajar para, como sostuvo con todo realismo el ex secretario general Dag Hammarskjõld, “no llevar la humanidad al cielo, sino salvar la humanidad del infierno”.
escucharescucharTic, tac, tic, tac… La bomba ya está activada. Más temprano que tarde, estallará y llevará su onda expansiva a todos los hogares y empresas de la Argentina. No pocos economistas hablan ya en forma reservada del riesgo de una hiperinflación. Y si no la pronostican con todas las letras es solo por el desacuerdo que el alcance de esta horrible palabra les genera. Buena parte de la academia se ciñe aún a una concepción difundida en 1955 por el economista estadounidense Philip Cagan, según la cual se produce hiperinflación cuando el incremento de los precios supera el 50% mensual y se mantiene al menos por un trimestre. Una definición más moderna de hiperinflación, formulada en 2010 por otros economistas estadounidenses como Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, indica que este fenómeno se registra cuando el nivel general de precios se incrementa al menos un 500% en un año. Pero otras visiones más actuales plantean que puede hablarse de hiperinflación cuando se produce una tasa inflacionaria de dos dígitos mensuales durante al menos cuatro meses o bien una tasa de tres dígitos anuales. Según esta última perspectiva, al igual que de acuerdo con el sentido común imperante en cualquier sociedad del primer mundo, nuestro país estaría en la puerta de entrada al infierno hiperinflacionario, aunque no repita los niveles de 1989, cuando llegó al 4923 por ciento.El candidato Sergio Massa licenció definitivamente al ministro de Economía Sergio Massa y recogió, después de las PASO del 13 de agosto, la posta de la política económica. Decidido a entrar al ballottage a cualquier precio, organizó un festival de populismo electoral y montó una gigantesca piñata que le permitirá hacer regalos a vastos sectores de la población con dinero que será financiado con más emisión monetaria, cuyo consecuente impacto inflacionario terminará por devorarse los beneficios.Frente a la inflación mayorista del 18,7% en agosto, el ministro candidato pretende apagar el incendio con kerosene. Dispuesto a hacerle pito catalán al FMI, no solo se muestra decidido a incumplir las metas comprometidas tras el último desembolso de 7500 millones de dólares del organismo financiero. Cada vez que puede, Massa no hace más que echarles la culpa a los técnicos del FMI por la galopante inflación. Insiste delante de cualquier micrófono en que el Fondo forzó la devaluación del 22% del 14 de agosto y que esa fue la razón de las remarcaciones de precios. Más aún, se jacta de que, de no haber sido por su resistencia, la devaluación hubiera sido del 100%, de acuerdo con la pretensión del prestamista internacional.La discusión parlamentaria sobre Ganancias, paradójicamente, sirvió para darle centralidad a MileiCaptura de VideoTanto esas declaraciones, afines al paladar de Cristina y Máximo Kirchner, como las medidas “paliativas” que adoptó Massa, con su consecuente costo fiscal, generaron malestar entre los técnicos del FMI que monitorean la situación argentina y en el Tesoro de los Estados Unidos. Se trata de una cuestión que será decisiva cuando, en noviembre, el Fondo deba revisar el cumplimiento de las metas trazadas por el Gobierno y decidir si renueva su ayuda.Quienquiera que llegue a la Casa Rosada el 10 de diciembre deberá formular un plan de estabilización económica que requerirá de amplio consensoLa última muestra de populismo electoral fue el proyecto de ley para eliminar el impuesto a las ganancias para los asalariados de la cuarta categoría, que consiguió la media sanción de la Cámara de Diputados. La discusión parlamentaria sirvió, paradójicamente, para darle centralidad a Javier Milei. Pese a la insignificancia numérica de su bloque, su discurso fue el más viralizado y escuchado en las redes sociales. El apoyo del candidato presidencial de La Libertad Avanza a la iniciativa de Massa puede resultar comprensible desde su posición anarcocapitalista y favorable a la abolición de los impuestos. Sin embargo, habría resultado más justificado si Milei hubiese condicionado su aval al proyecto a una reducción concreta del gasto público de la misma magnitud del costo fiscal que implicará la desgravación. Al no haber hecho eso, su actitud sonó como un favor al oficialismo. Juntos por el Cambio, que votó en contra del proyecto, también quedó atrapado en la discusión, quedando como el malo de la película. Lo cierto es que no es factible bajar o eliminar impuestos sin debatir un plan que contemple una reducción del gasto público. La dirigencia política perdió otra oportunidad para sentar las bases de una reforma tributaria integral, seria y necesaria.A la inflación, la carencia de reservas y a la bola de nieve de Leliq que ya ronda los 20 billones de pesos, se suma, según la Unión Industrial Argentina, una deuda de las empresas con sus proveedores del exterior estimada en 38.000 millones de dólares, como consecuencia de las limitaciones para acceder a moneda extranjera. Esto puede dificultar el acceso a insumos importados necesarios para la producción y provocar mayor tensión en las cadenas productivas, con el consecuente encarecimiento o desabastecimiento de ciertos bienes.Economistas como Agustín Monteverde creen que la probabilidad de una hiperinflación se dispara a partir de noviembre, cuando las mordazas que frenan las variables críticas y los paisajes de utilería que ocultan las urgencias y fragilidades materiales comiencen a desvanecerse.En un proceso de huida del dinero, la gente se desprende lo más rápido posible de los pesos. Este fenómeno se manifiesta en el aumento de la velocidad de rotación del dinero, que –según estimaciones privadas– pasó de 8,4 días en junio a 6,7 días en agosto, acercándose peligrosamente a los niveles de la hiperinflación de 1989, como señala el economista Agustín Etchebarne.Patricia Bullrich sugirió que el kirchnerismo “vuelve rápido” si gana Mileifabian Marelli Quienquiera que llegue a la Casa Rosada el 10 de diciembre deberá formular un plan de estabilización económica con reformas estructurales, que requerirá de amplio consenso. En las últimas horas, con Mauricio Macri como vocero, Juntos por el Cambio fogoneó el argumento de que solo una fuerza gobernante con una sólida representación parlamentaria y en las gobernaciones provinciales podrá llevar a cabo esa difícil tarea. El expresidente comenzó a plantear, en otras palabras, que un eventual gobierno de Milei sería débil en función del escaso número de bancas legislativas que se le proyecta y de no tener gobernadores provinciales afines, por lo cual llevar a cabo las reformas que propone le resultará mucho más costoso en términos de transacciones políticas.Sin duda, el actual oficialismo, puesto a elegir entre Milei y Patricia Bullrich, optaría por el primero, pues podría cobrarle mucho más cara la facilitación de mecanismos que le garanticen gobernabilidad. Incluso, hay quienes en este sector político ven en el ascenso de Milei la posibilidad de que haga un “trabajo sucio” parecido al que le tocó en suerte a Jorge Remes Lenicov en 2002, con la esperanza de volver a gobernar tras un eventual desgaste de los libertarios en el poder que conduzca a una crisis política al estilo de Perú, país que, desde 2010 hasta el presente, tuvo siete presidentes.Hay, desde luego, otras alternativas que ofrece la democracia si Milei llegara a la presidencia de la Nación. Una de ellas es la posibilidad de que este encuentre un aliado en Juntos por el Cambio o en sectores de esta coalición política. No faltan grupos empresarios y pensadores de think tanks como la Fundación Libertad y Progreso que, aunque tímidamente por ahora, buscan generar puentes entre ambas fuerzas políticas frente a la necesidad de acuerdos para la gobernabilidad que permitan superar una crisis socioeconómica llamada a profundizarse.Claro que el nivel de confrontación que se advierte en la campaña electoral, con Milei acusando a Patricia Bullrich de tener “las manos manchadas de sangre por su pasado montonero” o con la postulante de Juntos por el Cambio sugiriendo que el kirchnerismo “vuelve rápido” si gana Milei, complica la posibilidad de acuerdos futuros.Fernando LabordaTemasNota de OpinionJavier MileiSergio MassaPatricia BullrichInflación y preciosElecciones 2023Conforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Nota de OpinionTemor frente a la violencia verbal de MileiLas castas que tanto nos cuestanDebate presidencial: ver para saber y votar
Y seguimos sin hablar de lo importante
Luis Picat, intendente de la pujante Jesús María, se refiere a las alteraciones que provoca la última versión del plan soja. Y hacia delante observa a la hidrovía como un eje cenrral para el desarrollo productivo.
Rosh Hashaná, que marca el comienzo del año en el calendario judío, nos ofrece valiosas lecciones, que trascienden y hermanan a las religiones.