Movilización a la Plaza de Mayo por el Día del MilitanteUna pasión que se convierte en frustración nos divide, enoja, lastima, no ayuda ni a crecer como individuos ni a mejorar como sociedad. Nos fanatiza el miedo a la duda, ese lugar de la sabiduría que cuesta alcanzar.Cumplo ochenta años, nací en un mundo de obreros que alcanzaban a ser clase media y llegué a este momento de mi vida en una sociedad donde los restos de esa clase añorada viven el miedo de caer en la pobreza.Hijos y nietos de inmigrantes europeos y migrantes del interior convivían, todos unidos en el trabajo, en el esfuerzo, que era el dogma unificador. No creo que mis padres hubieran terminado la primaria, eran hogares sin libros, solo herramientas. Educaban en la exigencia y el afecto, solían enseñar con su ejemplo. Mis padres nacieron antes que la radio, a nosotros nos asombró la televisión mientras que nuestros hijos no imaginan vivir sin internet. Te sostenían hasta el secundario, luego, la vida era la que cada uno fuera capaz de armar. La religión o la revolución te sacaban de la rutina familiar, que en nuestro caso no esperó demasiado. Manejar un taxi, para sostenerse uno y ayudar a la familia. Luego, ser cajero del Abasto, del remate de carnes, una tarea de pocas horas pero de compleja responsabilidad.El dólar y el golpe giraban en torno a nuestra temática del hogar y del café. Barrios humildes donde se mezclaban todas las sangres, el tango era la melodía de esos tiempos, en carnaval se anunciaba “ocho grandes bailes ocho” y cada club llevaba su orquesta. El trabajo abundaba, el dinero no era un tema, crecer en bienes y vivienda dominaba la lógica familiar. El lavarropas, la heladera, el televisor y el coche medían los niveles del desarrollo social. Hacerse rico no estaba entre los sueños de nadie, con ganar bien alcanzaba para el desafío de ese tiempo.Mientras iniciaba el secundario, los militares apoyados por buena parte de la sociedad civil derrocaron a Perón, luego, a Frondizi y finalmente, a Illia. La excusa era variable, nuestros ricos nunca vieron en la democracia el sistema más justo posible. En el 66, asumen que no soportan la libertad en ninguna de sus variantes; el peronismo era una excusa, lo de ellos era imitar a Franco y sostener una dictadura para siempre. Por eso la violencia fue un estallido, la guerrilla hija dilecta de una dictadura sin tiempos. Diez años después, en el último golpe, asesinan y endeudan, decididos a terminar con la industria e imponer las finanzas sobre el trabajo y la importación sobre la propia producción. Así, surgieron herederos rentistas educados para gerentes de casas matrices imperiales.Viví el desarrollo nacional con peronistas, radicales e incluso con algunos golpistas, con altibajos, pero sin que nadie se atreviera a destruir lo forjado por generaciones. El patriotismo le imponía límites a las ideologías hasta el último golpe donde decidieron asesinar, endeudar y desindustrializar, todo junto en una misma propuesta. La idea era imitar al imperio, no en su conducta, sino en lo que ordenaban para sus colonias. Nunca asumieron que las leyes no eran las mismas para el fuerte que para el débil. Así, sin pudores, dejamos de “soñarnos Europa” para enamorarnos de Miami.Visité Roma y Madrid cuando eran ciudades más pobres que Buenos Aires, hoy transitamos los restos de lo que supimos ser. Conocí la inseguridad en Roma cuando no existía entre nosotros, luego, ellos integraron mientras que nosotros expulsábamos. Triste paralelismo entre la cordura y la insensatez, entre la política en serio que se ocupa del conjunto y las deformaciones de teorías económicas que eligieron los negocios por encima del hombre y de la misma sociedad. Fuimos los más avanzados del continente, el ultraliberal Vargas Llosa dijo haber conocido una ciudad admirable anterior al peronismo, grave confusión cronológica por repetir el relato de sus amigos que odian a los humildes, esa ciudad a la que refiere, también y especialmente, era hija del peronismo. Derrocan a Isabel con una deuda de 6 mil millones y abandonan el gobierno debiendo cerca de 50 mil, números que la historia los llevó a repetir en democracia. Son aquellos cuyo sueño nunca fue generar riquezas, sino tan solo copiar conductas y fugar divisas.Pudimos recuperar la democracia mientras la impotencia nos impedía volver a tener la voluntad de ser nación. Muchos de nuestros abuelos vinieron cuando imaginaron que Europa se agotaba, sus nietos repiten la pesadilla del exilio. Nuestras historias vieron el heroísmo y la corrupción, muchos amigos entregaron sus vidas, otros dejaron de vernos tan solo porque cambiaron de clase social. La derecha abandonó el modelo productivo y la supuesta izquierda terminó convertida en burocracia. En Chile, surge hoy un gobierno que cuestiona el autoritarismo, reivindica la libertad, esa que Cuba primero y más tarde Venezuela y Nicaragua abandonaron a cambio de una justicia que no dieron. Bolivia logró un camino propio, ese que nuestra derecha intentó ayudar a derrotar y quienes nos gobiernan defendieron sin imitar. Cuba soñaba revoluciones, exportaba violencias e imponía su dictadura. Hoy, Venezuela y Nicaragua copian la excusa de combatir al imperio mientras ni se les ocurre reivindicar la libertad. La caída del muro permitió terminar con el sueño marxista, claro que en nosotros fue asumido como triunfo definitivo del dios Mercado.Uruguay, Bolivia, Chile ahora y lentamente Brasil encontraron su destino, su manera de insertarse en el mundo e integrarse como sociedad. Nosotros seguimos deambulando entre extremismos que poco o nada tienen para aportar. Nuestros jóvenes se van en la desesperanza de la política, fracasamos como conjunto, en todas y cada una de las áreas la viveza derrotó al talento, la picardía se impuso al esfuerzo, la mediocridad se engoló de soberbia. La complicidad es la argamasa que sustituyó a los ideales y es motor de la mayoría de las propuestas en boga. Fuimos correligionarios, compañeros, hermanos o camaradas, ahora los socios imponen sus normas. Los enriquecidos de los últimos tiempos son la nueva aristocracia parasitaria al lado de la cual el agro es revolucionario. Hubo un tiempo donde los industriales compraban los campeones de Palermo, competencia productiva; ahora los nuevos ricos compran caballos deportivos para marcar con su omnipotencia los símbolos de status. Rentistas que disfrutan hasta en el desprecio de su pueblo, importadores orgullosos de sus casas matrices, siempre quejosos de sus países nativos.Albert Memmi escribió hace décadas Retrato de un colonizado, anterior a la tecnología digital pero en demasiados rostros sigue marcando rasgos más nítidos que la precisión de las tecnologías actuales. Los que amamos la política somos muchos, no nos creemos revolucionarios ni nos hicimos ricos, tampoco burócratas. Como los poetas- si la analogía me es permitida- , habitamos espacios laterales reservados para iniciados y con ellos a veces me junto a soñar. La política, como todo arte, ya tendrá los cultores que merece, esos que hoy brillan por su ausencia. Los ricos nos desconocen, gozamos de paz en la conciencia, riqueza mayor que la que abarca una caja fuerte. Me conformo con el regalo que la vida me hizo, poder seguir caminando por la calle.SEGUIR LEYENDO:El comienzo de una nueva etapa: cómo impactó el acuerdo del FMI en los planes políticos del GobiernoFrenazo a la emisión monetaria: el FMI impuso una medida contraria al dogma kirchnerista
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Soldados ucranianos en Kiev¿Qué sucede en Ucrania?Una valiosa enseñanza de Henry Kissinger prescribe que la Historia representa para los estados el equivalente a lo que el carácter significa para las personas. Por ello, recorrer el reciente devenir del desencuentro entre las dos mayores potencias nucleares contribuye a desentrañar las claves del interminable drama ucraniano. Un conflicto aparentemente condenado a subsistir eternamente y frente al cual Washington y Moscú no parecen encontrar puntos en común.Atrapada entre Europa y Rusia, Ucrania vuelve una y otra vez a la portada de los periódicos y los sitios de noticias. Pero al igual que todos los estados, Ucrania es cautiva de su geografía y de su historia. Una realidad que la une inexorablemente a la de su vecino mayor, con quien comparte una misma historia y un lazo indisoluble. Al punto que muchos interpretan que rusos y ucranianos pertenecen a un mismo y único pueblo y recuerdan que los orígenes mismos de la civilización rusa tienen raíces en el Kievan Rus.Razones que llevan a la convicción rusa -correcta o no- que Ucrania no es enteramente un país extranjero. Tal como lo expuso magistralmente el legendario embajador George F. Kennan en su Long Telegram de 1946. Cuando simple pero gráficamente explicó que Ucrania es para Rusia lo que Pensilvania es para los Estados Unidos.Pero un hito fundamental tuvo lugar hace tres décadas, dando inicio al tiempo histórico en que vivimos. En diciembre de 1991, junto a los líderes de Rusia y Bielorrusia, Ucrania decidió declarar su independencia de Moscú. Convirtiendo, de la noche a la mañana, a la Unión Soviética en una cáscara vacía. Y determinando que Mikhail Gorbachov pasara a presidir una entelequia, obligándolo a decretar el cese de la URSS como realidad geopolítica y sujeto de derecho internacional.Marcando un punto de inflexión que inauguró el orden global que se extiende hasta nuestros días. Una vez más, las fuerzas inexorables de la Historia demostraron que ni siquiera los hombres más poderosos pueden controlar ni detener sus designios. Tal como lo comprobaría el presidente George H. W. Bush, quien meses antes había advertido contra las aspiraciones independentistas ucranianas al alertar sobre las consecuencias de las “suicidas tendencias nacionalistas”, en un mensaje que pasaría a la historia como el “Chicken Kiev Speech”.Pero Ucrania no es una más de las ex repúblicas soviéticas. Con aproximadamente cuarenta y cinco millones de habitantes, dotada de las praderas más fértiles del mundo y con acceso a los puertos de aguas templadas, Ucrania fue siempre la perla más preciada del imperio ruso. Al punto que como explicó el ex asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski, Rusia adquiere las características de un imperio cuando controla Ucrania y cesa en esa condición cuando la pierde.A partir de los tempranos años noventa, Ucrania inició una difícil transición hacia la consolidación de su independencia como estado soberano. Una verdadera novedad en términos históricos dado que Ucrania ha vivido como nación independiente tan sólo durante pocos años en los últimos siglos. Al tiempo que profundizaría en su interior la tensión eterna entre dos vocaciones nacionales diferentes. El sector occidental del país -incluyendo Kiev- desea incorporarse a la Unión Europea mientras en el Sur y el Este la población es rusa o pro-rusa.En tanto, en 1994, tuvo lugar un hito fundamental cuando a través del llamado Memorando de Budapest, las potencias reconocieron las garantías de seguridad ucranianas a cambio de que ésta renunciara a la posesión de armas nucleares, que fueron transferidas a la Federación Rusa después de la disolución del imperio soviético.En los años que siguieron tendría lugar la decisión más controvertida del orden global de la post-Guerra Fría. Una circunstancia cuyas consecuencias en ese momento no fueron enteramente comprendidas. La OTAN se expandiría hacia el Este, una iniciativa que no pudo realizarse sino a expensas de los intereses de seguridad de Moscú.Gasoductos rusos en UcraniaA través de una medida que los rusos interpretaron como la ruptura de las promesas de 1990. Más precisamente las formuladas por el secretario de Estado James Baker III a Mikhail Gorbachov en febrero de aquel año, cuando el entonces jefe de la diplomacia norteamericana aseguró al secretario general de la URSS que la unificación alemana no supondría la expansión de la OTAN hacia el Este (“Not one inch eastward”).Pero una ola sucesiva de ampliaciones de la Alianza Atlántica llevaron a que los países que hasta pocos años antes habían pertenecido al Pacto de Varsovia se convirtieran en miembros plenos de la OTAN.Por entonces los Estados Unidos habían adquirido la categoría de única superpotencia emergente del final de la Guerra Fría. China aún no había completado su ascenso económico que la llevó a convertirse en el segundo país más poderoso del mundo y Rusia atravesaba un periodo de extrema debilidad. Llevando a los amos del Kremlin a experimentar un síndrome de potencia disminuida del que recién se recuperarían años más tarde, cuando se elevó el precio del petróleo. En esas circunstancias el presidente Boris Yeltsin tuvo que aceptar la expansión de la OTAN a cambio de la incorporación de Rusia al G-7. Una concesión menor que fue vista como un premio consuelo para Moscú.La ampliación de la OTAN se convertiría en el punto angular del conflicto global de la post-guerra fría. Los EEUU actuaron en un ejercicio de puro poder. Acaso propio de las circunstancias excepcionales del momento unipolar. Otros observaron que, simplemente, la OTAN se terminó expandiendo como consecuencia de un “exceso de distracción”, tal como alguien dijera en su momento sobre el Imperio Británico.En cualquier caso, Washington había olvidado algunas advertencias. Como las formuladas por el propio Kennan. El legendario autor de la doctrina de la contención había advertido muchos años antes que los ojos del Kremlin sólo veían en la frontera “vasallos o enemigos”. Y ya el 5 de febrero de 1997 había asegurado a través de una columna en el New York Times que la expansión de la OTAN era “un error catastrófico” que dañaría el interés nacional de los Estados Unidos al comprometer su vínculo con Rusia.Al comenzar el nuevo siglo, algunas esperanzas parecieron renacer. La llegada al poder de Vladimir Putin, el 31 de diciembre de 1999, inauguró un tiempo en el que el Kremlin buscó restaurar las relaciones con los EEUU. Llegando a ofrecer dos pruebas de amistad como fueron el cierre de las bases en Cuba y Vietnam, dos reliquias de la Guerra Fría. Asimismo, el 11 de septiembre de 2001, Putin se convirtió en el primer mandatario en ofrecer su solidaridad a Bush. Y en permitir que la operación sobre Afganistán se realizara a través del espacio de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central sobre las que Moscú conserva una gran influencia.Pero la segunda guerra de Irak (2003) alejó a Moscú de Washington. Los rusos sostuvieron -igual que los franceses y los alemanes- que la operación virtualmente unilateral para desalojar a Saddam Hussein del poder tendría costos más elevados que los beneficios que eventualmente pudieran producirse. Y advirtieron que si a una nación, por más poderosa que fuera, se le habilitaba la posibilidad de realizar “ataques preventivos”, toda la estructura del orden de estados soberanos pasaría a estar en entredicho.Un año más tarde la virulenta política ucraniana volvió a atrapar la atención en las violentas y controvertidas elecciones entre un candidato pro-occidental y otro pro-ruso (Viktor Yuschenko y Viktor Yanukovich) en las que no estuvieron ausentes acusaciones de fraude, manipulación y el caso del envenenamiento de uno de los contendientes.Pero la “Revolución Naranja” en Ucrania no fue un hecho aislado. O al menos así lo interpretaron los ojos del Kremlin que pronto vieron cómo su periferia corría riesgo de ser penetrada a través de revoluciones de colores detrás de las cuales parecía esconderse la mano de Occidente.El malestar en la relación terminaría de quedar expuesto el 24 de abril de 2005 cuando durante su discurso sobre el Estado de la Nación Putin pronunció la que probablemente sea la frase más importante y controvertida de su vida al sostener que “la caída de la Unión Soviética fue la peor catástrofe geopolítica del siglo XX”.Un concepto que Putin complementaría ante la Munich Security Conference, en febrero de 2007, cuando se preguntó cuál era el sentido de la subsistencia de la OTAN toda vez que se suponía que Rusia ya no era un enemigo sino un socio de las potencias occidentales.En abril de 2008 la persistente cuestión ucraniana volvió a irrumpir en la cumbre de la alianza en Bucarest, cuando Kiev y Tbilisi pretendieron ser admitidas como miembros plenos de la OTAN, extremo que motivó a que Putin no solo rechazara esa posibilidad sino a que llegara a confesar ante Bush sus íntimas convicciones sobre que “Ucrania ni siquiera es un estado nacional”.La guerra en Georgia, en el verano de ese año, presentó un escenario que algunos señalan podría servir como ejemplo en las actuales circunstancias. Los hechos tuvieron lugar cuando en una acción irresponsable, el entonces presidente georgiano se lanzó a una operación contra Rusia, suponiendo que las potencias occidentales acudirían en su auxilio.En los años que siguieron, las relaciones ruso-americanas volvieron a deteriorarse a pesar de las declaradas intenciones de la Administración Obama de “resetear” el vínculo con Moscú. En 2011, la llamada “Primavera Árabe” separó más aún al Kremlin de la Casa Blanca. Acaso rusos y norteamericanos tuvieron una interpretación opuesta sobre los mismos sucesos. Dado que mientras en buena parte del Establishment creyó ver un florecimiento repentino de la democracia en Medio Oriente, los rusos advirtieron que la sustitución de regímenes laicos podía derivar en el surgimiento del islamismo extremo o en guerras civiles interminables.En tanto, los sucesos del invierno de 2013/14 provocaron un colapso en las relaciones ruso-americanas. A partir de una reaparición de la recurrente crisis en Ucrania. Específicamente al estallar una extendida y violenta protesta (Euromaidan) como consecuencia del malestar emergente de la población pro-occidental del país al conocerse la decisión del presidente Yanukovich de cancelar las negociaciones con la Unión Europea y volcarse abiertamente a una alianza con el Kremlin.Para arribar al punto en que Moscú anexionó -o recuperó- la estratégica península de Crimea, hecho que luego fue ratificado en un referéndum en el que el 97 por ciento de la población manifestó su deseo de pertenecer a la Federación Rusa. Circunstancia que no impidió que el entonces secretario de Estado John Kerry afirmara que era “inaceptable” que Rusia se condujera con reglas de comportamiento internacional propias del siglo XIX.Hasta llegar a nuestros días, cuando el mundo parece estar expectante ante una incursión rusa sobre el territorio ucraniano. Con el agravante de eventualmente provocar una profecía autocumplida.El dramatismo de estas horas volvió a dotar de actualidad las palabras de Robert Gates, ex secretario de Defensa de Bush y Obama, quien en su día sostuvo que una Guerra Fría había sido suficiente. Advirtiendo que el mundo no podía darse el lujo de que las dos principales potencias nucleares no encontraran algún punto de entendimiento común.La ausencia de un entendimiento mínimo entre EEUU y Rusia implica riesgos para la paz y la seguridad internacional. Al tiempo que significa un menoscabo a los intereses de largo plazo de Occidente, toda vez que el deterioro en las relaciones ruso-americanas ha provocado una profundización del acercamiento entre Moscú y Beijing.Acaso ese sea el corolario de un conflicto en el que hay culpas compartidas entre Washington y Moscú y en el que los mayores beneficiarios son los poderosos miembros del Politburó de la República Popular.SEGUIR LEYENDO:Alberto Fernández ensaya una nueva estrategia de comunicación y resalta el vínculo con los miembros más cercanos de su GabineteLos tiempos se aceleran: el Gobierno quiere un acuerdo con escaso ajuste pero se queda sin dólares y el FMI aguarda un plan más sólido
Cerca del default, lejos de la sociedad
A veces, las cosas son como parecen que son. Todo indica que la Argentina camina hacia una colisión estrepitosa con el Fondo Monetario. Y tal vez será así, aunque los optimistas prefieren suponer que las actuales tensiones son propias del tramo final de una negociación. No hay ningún argumento que respalde el optimismo, salvo la presunción de que el Presidente y su vice saben que la ruptura con el organismo multilateral significará desbarrancarse hacia una oquedad sin fin. El problema nodal tiene temas y también tiene nombres. El tema más importante es la falta de un plan económico; hay solo consignas donde debe haber un plan, pero ellas solo sirven para los parlanchines políticos. Los nombres son el de Cristina Kirchner; el de Martín Guzmán, ministro de Economía, y el de Alberto Fernández, que tiene la lapicera, según la metáfora de la vicepresidenta, pero sin tinta. La tinta está en poder de Cristina. Todo es muy extraño, porque refiere a un exceso de microclima, a un debate endogámico que solo conforma al pequeño núcleo que manda en el país. Según encuestas de D’Alessio-Berensztein, el 90 por ciento de la sociedad prefiere un acuerdo con el Fondo Monetario antes que una ruptura. Más significativo aún: el 85 por ciento de los que votaron por el Frente de Todos tiene la misma opinión. ¿A quiénes les hablan, entonces?Al Fondo Monetario no le pueden decir que bajarán el déficit fiscal, sino cómo harán para bajarlo. Ahí es donde se terminan las palabras. El déficit estará en 2022 en el 5 por ciento del PBI, que es una cifra enorme. También deberán explicarle cómo dejarán de emitir dinero espurio (sin respaldo cierto) y cómo irán sincerando el tipo de cambio. ¿Una devaluación? El tipo de cambio está atrasado, pero una devaluación sin confianza solo deparará una mayor brecha cambiaria. Ya sabemos que los argentinos están dispuestos a pagar 500 pesos por un dólar, en valores actuales, si desconfían de los que gobiernan o de sus planes. Por ahora, no existe un plan, ni bueno ni malo. La oportunidad de firmar rápido un acuerdo con el Fondo ya pasó. Hubo dos oportunidades imperdibles, aunque las perdieron: cuando asumió el gobierno de Alberto Fernández y las cifras macroeconómicas estaban más o menos ordenadas (consecuencia de los pactos de Macri con el FMI), o cuando comenzó la pandemia y nadie sabía cómo sería el mundo que la sobreviviría. Dos años y dos meses después, solo hay discursos tribuneros.Alberto Fernández tiene una sola alternativa para no empeorar las cosas: pedirle la renuncia a Capitanich y mandarle una carta de severa protesta al dictador Daniel Ortega. ¿Puede hacerlo? ¿Quiere? Improbable, si no imposibleAhora, ya es tarde. En el Fondo los aguarda el nuevo director del Hemisferio Occidental del organismo, Ilan Goldfajn, un economista con ciudadanía de Brasil e Israel. Goldfajn fue presidente del Banco Central de Brasil, al que condujo como un halcón de la economía, y desempeñó además importantes cargos en la banca privada brasileña e internacional. “Quiere hacer política económica. No está en el Fondo por el dinero. Eso ya lo tiene”, dice un político brasileño que lo conoce bien. Guzmán no hace de mediador entre Cristina Kirchner y el Fondo, lo que significaría un papel destacado; al contrario, abrazó las políticas y el discurso de la vicepresidenta porque le encontró el gusto al cargo. El Presidente hace lo mismo que él: le habla a Cristina en lugar de trabajar el acuerdo para no caer en otro default vergonzoso. La política suele tener conflictos que los encarnan las personas o la sola presencia de ellas. Cristina es un problema para acercar posiciones con el Fondo Monetario, porque ha hecho de este un ícono perverso del capitalismo. Su marido muerto, Néstor Kirchner, inauguró ese mito cuando decidió pagarle al organismo toda la deuda (entonces de unos 10.000 millones de dólares). La decisión habría sido correcta si el país no hubiera necesitado más préstamos poco tiempo después. Terminó pagándole a Hugo Chávez tasas de interés tres veces más altas que las que pedía el Fondo. El FMI ha tenido, es cierto, recetas muy duras de ajuste económico, pero ya no es lo mismo que era. Tampoco ha cambiado tanto como para avalar desvaríos populistas. Alberto Fernández y Guzmán deberían arbitrar entre la sinrazón y el sentido común, pero eligieron los eslóganes que no dicen nada.En ese contexto, el Gobierno llamó a la oposición de Juntos por el Cambio, que probablemente se reunirá con Guzmán el próximo martes. La oposición debería analizar solo una carta de intención ya redactada con el organismo. Esa carta es la tarea del Gobierno, pero no está escrita aún. Los economistas que trabajaron en el Fondo o con el Fondo suelen decir que esa carta debe escribirse a cuatro manos. Dos del gobierno argentino y dos del propio Fondo. Es la manera de superar el examen del staff permanente del organismo (de Goldfajn, para decirlo con nombre y apellido) y llegar en buenas condiciones al directorio, que lo integran los representantes de los países. La oposición no puede ser redactora de esa carta ni tampoco puede respaldar consignas vacías. Para peor, la dirigencia política no está en condiciones ni siquiera de compartir un diagnóstico. Para el kirchnerismo gobernante, la crisis es culpa del endeudamiento de Macri. Macri se endeudó –qué duda cabe–, pero heredó un déficit fiscal de casi el 7 por ciento del PBI y muchas deudas impagas de Cristina Kirchner por valor de miles de millones de dólares. También los Kirchner heredaron un país en default, aunque luego tuvieron un irrepetible viento a favor con los precios de las materias primas. Es hora de que la política hable de problemas concretos y de soluciones prácticas y deje de regodearse con las miserias del pasado.Estados Unidos tiene un poder de veto en el Fondo, indirecto, pero lo tiene. El Presidente gira siempre hacia el lado incorrecto y después le manda mensajes a Joe Biden de que trata de hacer lo correcto. Biden es más competitivo con China que Trump, y el campo de batalla de las dos principales potencias del mundo es América Latina. Alberto Fernández no se cansa de firmar acuerdos estratégicos con China, que superan el mero intercambio comercial. Ahora aceptó ir a Moscú en las próximas semanas, justo en el mayor momento de tensión entre Biden y Putin por el acoso ruso a Ucrania, país al que ya el déspota de Rusia le manoteó Crimea.El escándalo por la cercanía con la dictadura de Nicaragua y con la criminal dirigencia iraní demostró la incapacidad de su gobierno (o su complicidad). Funcionarios importantes aseguran que el gobierno nacional nunca estuvo enterado de la presencia en Managua del vicepresidente iraní, Mohsen Rezai, pero lo que sucedió es peor: los servicios de inteligencia argentinos se enteraban del paso de Rezai por cada país en el que hizo escala después de que se había ido. Seguramente, estaban entretenidos haciendo aquí operaciones políticas. Rezai también estuvo en Venezuela por una escala técnica de varias horas. Ese funcionario iraní tiene pedido de captura internacional porque entrenó a los que ejecutaron el atentado contra la AMIA, según las conclusiones de la Justicia argentina. El embajador argentino en Nicaragua, Daniel Capitanich, no pidió su detención, como no la reclamó el embajador en Venezuela. ¿Tanto cuesta el voto nicaragüense para que Alberto Fernández sea presidente de la Celac, un organismo irrelevante que se creó en 2010 en Caracas, cuando gobernaba Hugo Chávez? La Celac tuvo siempre la intención de neutralizar la influencia de Estados Unidos en América Latina. A su vez, Biden es auténticamente más crítico de las dictaduras bolivarianas que Trump. ¿Con qué cara Alberto Fernández le pedirá un favor a Biden después de hacer tanto antinorteamericanismo?El peor conflicto, porque también es moral (o inmoral), sucedió en Managua con el iraní. Alberto Fernández tiene una sola alternativa para no empeorar las cosas: pedirle la renuncia a Capitanich y mandarle una carta de severa protesta al dictador Daniel Ortega. ¿Puede hacerlo? ¿Quiere? Improbable, si no imposible. Al final, las cosas sucederán como parece que sucederán.Joaquín Morales SoláTemasNewsletter columnistasNota de OpinionCristina KirchnerAlberto FernándezMauricio MacriMartín GuzmánFMIFrente de TodosJuntos por el cambioNéstor KirchnerHugo ChávezChinaDonald TrumpAmérica LatinaVladimir PutinUcraniaRusiaCrimeaNicaraguaVenezuelaConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de OpiniónHistorias. Parejas de artistas: cómo viven los que unen trabajo, creación y amorPanorámica. Postales de un verano que nos pone a pruebaResiduos textiles: el lado B (y no sustentable) de la moda
Todo puede ser entendible. El hartazgo por la pandemia que no termina, la frustración, la acumulación de demasiados días de encierro, falta de encuentros, de amigos, de piel. Puede entenderse que veinte años se tienen solo una vez, y solo una vez la vida sabe realmente a nuevo, los padres están lejos, la playa cerca, y qué mejor que bailar sobre la arena, llenarse los pulmones de mar, los oídos de música, el cuerpo de deseo.Todo puede entenderse, y sin embargo cuesta aceptar que esta foto se haya tomado en los días en que los casos de Covid-19 no paraban de subir.Es verano y debe quedar poca gente que no tenga ganas de revolear el barbijo, olvidarse de la distancia social y guardar en el más olvidado de los cajones el frasquito de alcohol en gel.Es verano, se supone que todas las personas que salen en esta foto recibieron al menos dos dosis de vacunas. Están al aire libre, lo que reduce riesgos. Son jóvenes, lo que suele ser sinónimo de sentirse inmortal.Así y todo, y aunque el after beach sea algo que, evidentemente, no se realiza en espacios cerrados; aunque la vacunación masiva haya reducido la capacidad de daño del virus y aunque la variante ómicron sea más contagiosa que letal, la foto hace ruido.El mismo que produjo otra foto, también tomada esta semana, más exactamente el martes pasado, cuando la cifra de contagios rondaba las 134.439 personas. Ese día hubo cámaras frente a un edificio ubicado en Coronel Díaz al 1700, para cubrir el allanamiento de un consultorio donde se falsificaban certificados médicos para eludir la vacunación.Los ruidos, en todo caso, son globales. Lo confirma el presidente de Francia, Emmanuel Macron, que recientemente generó lo suyo al referirse a los antivacunas con una expresión inusualmente agresiva para sus elegantes estándares.Es un hecho: la pandemia no nos hará mejores; solo nos seguirá poniendo a prueba.Diana Fernández IrustaTemasNota de OpinionEl BerlinésConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de OpiniónParejas de artistas: cómo viven los que unen trabajo, creación y amorResiduos textiles: el lado B (y no sustentable) de la modaEl secreto de los relojes de arena
Crisis energética preanunciada
El resurgimiento de los apagones, tras registrarse las temperaturas máximas del verano responde a la falta de coordinación entre los distintos actores gubernamentalesEnero comenzó con cerca de 80.000 hogares, principalmente al AMBA, afectados con prolongados de energía eléctrica, producto de la saturación de las líneas de transmisión y distribución, y de la deficiente programación de suministro y consumo, amén de otros factores de índole técnicos.Se trata de una consecuencia lógica y necesaria de acontecimientos que si se hubieran tenido en cuenta podrían haber disminuido el daño causado a los clientes, a las distribuidoras y a las transportistas. Además, se debió considerar el pronóstico de temperaturas cercanas a los 40 grados y las tradicionales reuniones familiares de fin de año.Primeras alarmasDurante los primeros días de marzo hubo una reunión a puertas cerradas entre una de las principales comercializadoras de gas para industrias del país, donde se alertó que no había gas suficiente como para poder cumplir con los compromisos asumidos, que se iba a recurrir a cortes programados del suministro y que en el caso de se requiera gas natural para una operación en particular, iba a ser más caro. “El que avisa no traiciona”, dicen en el barrio.Cuarenta días después, frente a la imposibilidad de poder cumplir con sus compromisos, esa comercializadora comenzó a restringir la entrega de gas a determinados clientes industriales, a pesar de haber cumplido con todos los aspectos regulatorios y técnicos.Es importante destacar que esa modalidad es totalmente normal en un país como Argentina que consume mucho gas en invierno y tiene excedentes en el verano, producto de la variación térmica del país. Dicho esto, la mayoría de las comercializadoras recurren a este tipo de operatoria para que se pueda mantener la armonía del sistema.La respuesta de la Secretaría de Energía no se hizo esperar. Publicó comunicados en todos los medios culpando de todos los males a una distribuidora en particular y, fiel a su estilo, con las amenazas correspondientes. El incidente pasó. Sin embargo, aparentemente nadie tomó nota de que se iban a producir cuellos de botella que en algún momento le darían un dolor de cabeza a toda la cadena de valor de la industria.Nadie tomó nota de que se iban a producir cuellos de botella que en algún momento le darían un dolor de cabeza a toda la cadena de valor de la industria.Es importante destacar el contexto en donde esta situación se estaba dando. Las empresas productoras están atadas a vender a un valor fijo establecido según el precio del Barril Criollo, es decir un precio ficticio por debajo del valor real. Este precio se establece según la cotización del dólar oficial.El precio del Barril Criollo es un valor ficticio por debajo del valor real que se establece según la cotización del dólar oficial (EFE)Además, las tarifas de transporte de gas están congeladas desde hace 3 años y las de distribución de gas natural y de energía eléctrica para el AMBA también están congeladas desde hace tres años.Las distribuidoras por su parte solo obtuvieron un pequeño reconocimiento del valor agregado que no alcanzaba para pagar los gastos mínimos para el mantenimiento de redes.Plan GasArEn un escenario tan complejo, la Secretaría de Energía decidió poner en marcha el Plan Gas.Ar, en noviembre del 2020. El principal objetivo era que las empresas operadoras incrementaran su producción diaria en unos 30.000 millones de metros cúbicos día en un plazo de 4 años, con la excusa de generar un ahorro fiscal de USD 2.500 millones y de divisas de USD 9.200 millones. La idea apuntaba principalmente a las empresas que operan en Vaca Muerta.El principal objetivo del Plan Gas.Ar era que las empresas operadoras incrementaran su producción diaria en unos 30.000 millones de metros cúbicos día en un plazo de 4 añosEl Plan tenía muy buenas intenciones, precios muy bajos que se sancionaban en licitaciones efectuadas por Megsas (Mercado electrónico del Gas) o por Cammesa. Pero la iniciativa tenía una limitante más que importante: el déficit de infraestructura que establece un tope a la cantidad de gas que puede fluir entre la provincia de Neuquén y los principales puntos de consumo.La iniciativa del Plan Gas.Ar tenía una limitante más que importante: el déficit de infraestructura que establece un tope a la cantidad de gas que puede fluir entre la provincia de Neuquén y los principales puntos de consumo (EPA)Mientras todos estos acontecimientos sucedían, en el mundo pasaban cosas. Declaraciones de adhesión a la transición energética de combustibles tradicionales a energías renovables con consecuencias inimaginables para la industria como por ejemplo el aumento de los precios del petróleo producto de la reducción de los plazos para su explotación. Más importante aún, el aumento del costo del Gas Natural Licuado LNG, entre otros aspectos que tendrían que haber sido previstos por las actuales autoridades.Al Plan Gas original se sucedieron otros llamados a licitación con precios cada vez más bajos. Estos solo sirvieron para asegurarse que los caños estuviesen a capacidad plena durante todo el año.Al Plan Gas original se sucedieron otros llamados a licitación con precios cada vez más bajosPara sumar un poco más de confusión e incertidumbre a la industria, se quiso sancionar una ley de incentivos a la producción de hidrocarburos sin el consenso de los principales actores de la industria, sin el de las provincias productoras y sin el de los sindicatos. ¿Qué podía salir mal? ¡Todo! El Gobierno perdió las PASO, luego quedó golpeado en las elecciones de medio término y la ley quedó cajoneada para ser modificada y sancionada en algún momento del corriente año.CortocicuitoAl mismo tiempo, se dio una situación nunca antes vista en la Argentina. Mientras que el secretario de Energía Darío Martínez y el Asesor Presidencial en temas energéticos, Ariel Kogan, decían una cosa, desde el Instituto Patria, representado por Federico Bernal y Federico Basualdo, decían otra totalmente distinta, y el presidente de YPF sostenía una postura diferente.Por su parte, Cammesa hacía todo lo contrario a lo manifestado por la Secretaría de Energía y Ieasa, la ex Enarsa, no terminaba de cerrar la sexta addenda por el contrato de provisión de gas natural desde Bolivia hacia la Argentina. Encima se empezaron a discutir los distintos aumentos para las distribuidoras, las transportistas y principalmente el incremento de precios de los combustibles líquidos en surtidor, un tema no menor ya que para YPF es una de las principales fuentes de ingreso.Se empezó con un 7%, luego se elevó a un 20% anunciado el 31 de diciembre y ahora se está hablando de un 30%. En el caso de la nafta, de anunciar que no se iban a autorizar aumentos hasta abril, recientemente se comunicó que el ajuste sería similar al de las tarifas de energía eléctrica y gas natural.En el caso de la nafta, de anunciar que no se iban a autorizar aumentos hasta abril, recientemente se comunicó que el ajuste sería similar al de las tarifas de energía eléctrica y gas naturalPara resumir, no hay un sendero de precios, no existe la previsibilidad de un marco regulatorio estable, y como frutilla de este postre explosivo, se anunció la construcción de un nuevo gasoducto denominado Presidente Néstor Kirchner que, según el proyecto, uniría las localidades de Tratayen con Saliqueló y de ahí a San Gerónimo donde se conectaría con un ducto de TGN para exportar gas a Brasil. Claro que el estudio de impacto ambiental no existe, no hay Open Season, no hay contratos, y por sobre todas las cosas, no hay financiamiento. Nuevamente pregunto, ¿Qué puede salir mal?Así es como se llegó a un nefasto fin de año, con miles de personas sin suministro eléctrico, lo más fácil es echarle la culpa a Edenor o a Edesur, que en definitiva son la cara visible de esta situación. Después de todo, este caos se veía venir. Solo era cuestión de tiempo. El inicio del verano crudamente puso de relieve los errores cometidos. La ausencia de previsión provoca la falta de suministro de energía que continuará durante todo el año.SEGUIR LEYENDO:Tarifas 2022: las empresas de gas pidieron subas con un impacto cercano al 30% en las facturasTarifas de electricidad y gas: ocho claves sobre cómo serán los aumentos en 2022La actividad industrial tuvo un crecimiento de 10,1% en noviembre y la construcción subió 8,4 por ciento
Como dice la doctora Inés Di Bartolo, la autorregulación es la capacidad que tenemos los seres humanos para procesar y manejar las emociones. Incluye tener acceso a ellas y ser capaces de sentirlas, sin quedar presos ni poseídos por ellas, poder dominarlas de modo que las emociones nos informen y no nos desborden, que podamos sentirlas y a la vez mantenernos en control de nuestras acciones.”Desde el nacimiento y a lo largo la infancia los chicos van aprendiendo a regularse con los adultos que los cuidan, entienden lo que les pasa y –con tiempo e infinidad de experiencias–los ayudan a entenderse, les ofrecen recursos para que aprendan a regularse.Los adultos experimentamos y registramos lo que sentimos, sabemos expresarlo adecuadamente (a nosotros mismos y o a los demás), lo procesamos, usamos esa información para resolver –si se puede– o para despedirnos en caso contrario. En la mayoría de las situaciones podemos controlar la impulsividad, aplazar la satisfacción inmediata de deseos y necesidades, tenemos adecuada tolerancia a la frustración y al dolor y capacidad de espera, y podemos calmarnos a nosotros mismos. Lo fuimos aprendiendo con el acompañamiento de nuestros padres a lo largo de nuestra infancia y adolescencia y es nuestra tarea hacer lo mismo con nuestros hijos. Pero no lo logramos siempre, ni en todos los temas o las situaciones. No nos preocupemos: no todos los intercambios tienen que ser de ese tipo: alcanza con que esas experiencias predominen en la crianza. De hecho, en parte gracias a nuestros errores de sintonía, los bebés van descubriendo el entorno, y pueden mirar y ver más allá de su cuidador principal/figura de apego y encontrar soluciones propias u otras personas que puedan ofrecerles otras alternativas.A veces los adultos estamos preocupados, nerviosos, cansados, nos falta tiempo, o nuestros problemas no nos permiten focalizar en lo que les pasa a nuestros hijos. Por otro lado, como nuestra capacidad para regularlos se relaciona con lo que pasó en nuestra infancia, con la forma en que nuestros padres nos regularon y nos acompañaron en el proceso, puede ocurrir que hayamos aprendido a no conectar con muchas emociones; por ejemplo, a no sentir ni mostrar miedo, o no llorar, porque eso es lo que se esperaba de nosotros. En esos casos de “daltonismo emocional” –así me gusta llamarlo–, primero tenemos que reconocer y aceptar nuestra emocionalidad completa: miedos, enojos, celos, tristezas, descubriéndolos como oportunidades para enriquecer los mecanismos de regulación propia y de nuestros hijos. A menudo aceptar que no entendemos resulta una herramienta muy útil para empezar.¿Por qué es tan importante esta capacidad de regularnos y enseñarles a regularse? Porque nos permite responder desde el cerebro integrado en lugar de reaccionar impulsivamente y porque nos ayuda a no derrochar energía en defensas que en lugar de fortalecernos nos debilitan: escondiendo, negando, acusando a otros, victimizándonos, reprimiendo, racionalizando –es decir buscando explicaciones lógicas– en lugar de amigarnos con las emociones y usarlas como mapa para entendernos a nosotros mismos y a nuestros hijos.El estrés es parte de la vida, no se trata de que los padres les evitemos nuestros hijos las situaciones de estrés sino que los acompañemos de modo que aprendan a manejarlas yo resolverlas. Se trata de consolar, sostener, ayudar a entender, poner palabras, interpretar, compartir nuestra experiencia, estar disponibles, y si no podemos… acompañar siempre, como dice el juramento hipocrático.Los chicos necesitan nuestro acompañamiento adulto hasta lograr autorregularse. Al comienzo son mamá o papá los que los calman y les ayudan a procesar los hechos de la vida; en muchas experiencias compartidas ellos van enriqueciendo sus mecanismos personales a partir de las respuestas que les dan los grandes en las ocasiones en las que se salen de su eje: adultos que ponen en palabras su enojos, que los ayudan a buscar soluciones alternativas, también a despedirse de algunos deseos y a esforzarse por alcanzar otros.A partir de nuestras respuestas los niños aprenden que es posible procesar lo que sienten, que pueden pasar de tristeza, enojo o temor intensos a la calma y el consuelo, que pueden recuperarse. Con este acompañamiento y guía, desde chiquitos incorporan gradualmente a su propia conducta las respuestas consoladoras de sus cuidadores.La necesidad de acompañamiento no termina al crecer, sino que dura toda la vida; los adultos a menudo necesitamos alguien que nos ayude a regularnos en las situaciones difíciles. Y qué agradable resulta tener cerca esa persona –amigo, pareja, hermano– que nos puede sostener, con quien no necesitamos estar alertas o la defensiva, junto a quien podemos crecer, pensar en borrador, que nos va a prestar sus recursos y acompañar sin juicios…Intentemos que predomine en nuestros hijos la experiencia de sentirse acompañados y sostenidos hasta que estén preparados para autorregularse de modo que no necesiten hacerlo antes de tiempo yo para que ellos no tengan que ocuparse de regularnos a nosotros, convirtiéndose en nuestros cuidadores en lugar de seguir siendo niños o adolescentes confiados y entregados a nuestro cuidado. Y si no lo logramos, busquemos ayuda en una amiga, un libro, un familiar o un terapeuta que nos acompañe hasta que adquiramos o recuperemos la fortaleza que nos permita sostener a nuestros hijos y enriquecer sus recursos de regulación.Maritchu SeitúnTemasNota de OpinionEl BerlinésConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de OpiniónUna oda a las viejas cartasLa ciencia detrás de las resoluciones de Año NuevoUna oposición adolescente, entre Dr. Jeckyll y Mr. Hyde