A los 17 años, una futura periodista descubrí la magia del nuevo periodismo de Truman Capote (Keystone/Getty Images)Cuando Truman Capote publicó en 1966 su no-novela (así la llamó él porque de ficción, nada) A sangre Fría, fundadora del género Nuevo periodismo que hoy llamaríamos true crime, yo tenía apenas tres años. Fue recién terminando el secundario, cuando anuncié que iba a estudiar periodismo, que alguien me recomendó este libro. No dudé y lo compré en una librería de la calle Corrientes. Encontré uno editado en 1980 por Bruguera. Y acá está todavía, luego de tres mudanzas, dos hijos y una larga carrera. Sobrevivió, amarillo y con algo de aroma a humedad, al deshoje de las malas encuadernaciones de las ediciones más baratas de la época.Su tapa de barrotes, en tonos de blanco y negro y rojo, la tuve siempre estampada en mi retina así que encontrarlo en mi biblioteca hoy fue fácil y, sacarlo de su enclaustramiento, me arrancó una sonrisa. Tenerlo entre mis manos me otorgó, una vez más, la certeza de haber sido muy bien acompañada en la vocación por los policiales.Pero vayamos al pasado. Cuando la leí tenía 17 años. Todavía no había descubierto mi vocación por los sucesos, nadie hablaba del true crime y andaba con los Corín Tellado arruinando mi cabeza. No recuerdo nada de nada de esa primera lectura. Lo que me viene a la memoria son mis sucesivas búsquedas muy posteriores para descubrir eso tan fundacional de su estilo y cuando ya trabajaba en Editorial Atlántida, rodeada de plumas y periodistas de verdad. Esos mismos que cada tarde ponían sobre la mesa del Café Colón, a la vuelta de las redacciones más importantes de la época, temas de discusión literarios y políticos.Tenía 19 años y la cabeza con más rulos de permanente -era la moda del momento- que ideas. No podía seguir con seriedad esas conversaciones sesudas. Menos atreverme a abrir mi boca. Poco entendía todavía de actualidad, de casos conmocionantes, de marginalidad, de personajes famosos y demás yerbas. Pero enseguida me dispuse a aprender. Quería ser parte de esas eternas charlas antes del cierre de madrugada. Moría por progresar.El estilo de Capote marcó la diferencia contando historias reales sin golpes bajos[Los libros de Truman Capote se pueden adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando aquí.]Fue leyendo y observando esos mundos no vividos, que encontré la posibilidad de comprender mi profesión. Cómo se busca una nota, cómo se relata una historia, dónde empieza o dónde termina. Aprendí a prestar atención a las “perlitas” de las entrevistas y, también, de lo fatal que suenan los diminutivos. Me enteré del desdén de algunos colegas por los gerundios y de la importancia vital de mantener a flote la atención del que lee. Después de decenas hojas pautadas rotas y al cesto, de miradas compasivas e impaciencia de los avezados con los principiantes, empecé a vislumbrar algo.Ahí entró Capote en escena, con su narrativa directa, sin golpes bajos, que te mantiene alerta y atrapada. Los Corín, los Nippur, los Patoruzito quedaron en el pasado y empecé a leer de verdad, con ojos ojos bien redondos, a García Márquez, a Dostoyevski, a Camus, a Poe, a Chéjov y a tantos otros que se fueron sumando a mis estantes casi vacíos. Descubrí el periodismo que se asoma a la literatura y el que se mete en los intestinos de la realidad más truculenta. Capote me ayudó a entender que contar un suceso puede ser mucho más que una crónica y que una historia puede escribirse de manera que resulte imposible detener la lectura. Después de todo de eso se trata nuestra profesión: conseguir que el lector no nos abandone y llegue con nosotros hasta el final. En A sangre fría él consigue la máxima atención sin que, en ningún instante, decaiga el deseo de seguir leyendo.El ejemplar de “A sangre fría” de Carolina BalbianiCapote se tomó tres veranos en Cataluña para terminar de escribir este libro y para ello se recluyó en una casa blanca, tan blanca como el escenario del cuádruple crimen de los Clutter. Lo que iba a ser un artículo para The New Yorker terminó siendo un libro bisagra de la “no ficción”. Y esa masacre ocurrida el domingo 15 de noviembre de 1959, en Kansas, donde dos sujetos desconocidos asesinaron salvajemente a un rico granjero, a su mujer y a dos de sus hijos menores de edad, terminó construyendo su obra cumbre cuando los detenidos fueron colgados en 1965.La misma obra cumbre a la que el autor culpó de todas sus miserias y adicciones: “Nadie sabrá nunca lo que A sangre fría se llevó de mí. Creo que, en cierto modo, acabó conmigo”. Como los hijos se llevan pedazos nuestros en cada parto, los libros pueden arrancar del interior de su escritor hasta el corazón, para que luego sea devorado por el público caníbal.El libro sobre el cuádruple crimen de los Clutter resuena como obra cumbre de la “no ficción”Quizá eso le haya pasado al pobre Capote. Porque también estaba la autoexigencia a la que se sometía. Eso es evidente en el prólogo de su libro Música para Camaleones: “La escritura dejó de ser divertida para mí cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y escribir mal. Más adelante haría un descubrimiento mucho más alarmante todavía: la de escribir muy bien y el verdadero arte; es una diferencia sutil, pero salvaje”. No menospreció Capote el poder de las palabras ni el orden en que se usan sino que las llevó a su máxima expresión.Las efemérides pueden ser un poco sensibleras y un poco tontas. Después de todo, el tiempo no es más que una convención que utilizamos para distraernos de nuestra mortalidad. Las fechas cada 365 días podrían tomarse como una burla repetida, pero en el periodismo solemos abusar de ellas. Siempre salen de paseo, más cuando el número es redondo, para acechar a los que tenemos memoria todavía. Por eso es que no puedo evitar recordar que un día como hoy, hace cuatro décadas, Truman Capote murió por causas naturales como consecuencia de todos sus excesos cometidos durante sus 59 años.Si lo encontrara por aquí, cruzando la frías y húmedas calles de Buenos Aires con su cigarrillo entre los dedos y sus anteojos empañados por el vapor de su propia respiración agitada, le diría tímidamente, como una fan porteña y atrevida que llega desde el futuro al que él no llegó: “¡Tremendo todo lo que podrías haber escrito viviendo un poco más!”.
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Las memorias de J.D. Vance juegan un papel en su carrera política.En 2016, los liberales bienintencionados buscaban cierto tipo de libro. Necesitaban un manual sobre ese enigma, la clase trabajadora blanca, pero la guía que imaginaban estaba sujeta a varios requisitos. Por un lado, tenía que hacerles sentir magnánimos y amplios de miradas por preocuparse siquiera por el grupo demográfico al que responsabilizaban del asombroso éxito político de Donald Trump; por otro, tenía que ser llamativamente campechano, un reflejo de sus románticas ideas preconcebidas sobre escopetas y acentos gangosos en el campo. Por encima de todo, este libro no podía exigir demasiado. No podía contener teoría política ni, Dios no lo quiera, economía. En sus momentos de mayor ambición intelectual, podía aventurarse a hacer un poco de psicología, tal vez algunas estadísticas sencillas, pero nunca podía alejarse del territorio seguro y sentimental de la apelación emocional. En resumen, los liberales de derechas querían un emisario del corazón que les asegurara que Trump no los obligaba a cambiar de vida ni a reexaminar su política.En este cuadro entra J.D. Vance, un recién graduado de la Facultad de Derecho de Yale con un don para decirles a los liberales lo que querían oír. Vance procedía de la ciudad de Middletown, Ohio, en rápida desindustrialización, y se presentaba como un experimentado susurrador de Make America Great Again (MAGA), la consigna que supo blandir Donald Trump. Aunque criticaba el nacionalismo de Trump se presentaba a sí mismo como un intérprete de las lenguas rurales que los cosmopolitas no hablaban. En su exitoso libro de memorias de 2016, Hillbilly, una elegía rural, explicaba que “Mamaw” era el apodo cariñoso que usaba para referirse a su abuela y que “holler” es el término regional para referirse a una hondonada entre las colinas.Hillbilly, una elegía rural causó sensación, no tanto por sus supuestos méritos como por haber aparecido en un momento propicio. Provocó varias críticas excelentes, incluidas refutaciones en el New York Review of Books, el New Republic y el Guardian, pero en su mayor parte fue amado. En casi todos los medios de comunicación tradicionales, incluido éste, fue aclamado como una explicación elocuente y matizada del encanto de Trump, por lo demás desconcertante. The Wall Street Journal lo describió como “unas hermosas memorias” que se duplicaban como una obra de “crítica cultural sobre la América blanca de clase trabajadora”. The Economist alabó: “No leerá un libro más importante sobre Estados Unidos este año”. En el New York Times, donde recibió dos reseñas elogiosas, fue elogiado como “una guía de referencia civilizada para unas elecciones descorteses”.Ocho años después, Vance se ha vuelto descortés, y nuestra política electoral aún más descortés. El escritor Irving Kristol caracterizó a un neoconservador como “un liberal que ha sido asaltado por la realidad”; Vance es un liberal que ha sido asaltado por la perspectiva del poder. En 2016, llamaba a Trump “el Hitler de América” en mensajes privados a un amigo; ahora, es el compañero de fórmula del ex presidente y su defensor más adulador. Pero las señales de su eventual giro fueron legibles desde el principio, al menos para quienes se preocuparon de leerlas.En cierto modo, la fijación liberal en la clase trabajadora blanca -y, por tanto, en los campesinos y sus elegías- siempre fue errónea. Trump no fue elegido exclusivamente por los Apalaches blancos pobres. Como señaló Sarah Jones en New Republic, los enclaves ricos también desempeñaron un papel destacado en su victoria, pero estos lugares recibieron mucha menos atención mediática, probablemente porque eran menos curiosos para la élite urbana. Aun así, los Apalaches han soportado su buena dosis de injusticias, y el impulso de comprender su difícil situación era (y es) admirable.El problema, por tanto, no era que los liberales esperasen aprender sobre las penurias en el holler, sino la forma en que lo hacían. No puede haber un emisario único para los más de 80 millones de personas que componen la “clase trabajadora blanca” en todo el país (no todos ellos tienen vínculos con los Apalaches, que es una región muy heterogénea). La fuerza de la personalidad no sustituye a la investigación. En su reciente libro Elite Capture, el filósofo Olufemi O. Taiwo advierte del fenómeno homónimo, por el que miembros privilegiados de grupos oprimidos se convierten en portavoces de esos grupos y, al hacerlo, los cooptan. Por ejemplo, los miembros de la “burguesía negra” que tan a menudo son el rostro de los movimientos por la justicia racial no hablan en nombre de la mayoría de los negros estadounidenses. En palabras de Taiwo, quienes tienen “poder y acceso a los recursos que se utilizan para describir, definir y crear realidades políticas -en otras palabras, las élites- son sustancialmente diferentes del conjunto total de personas afectadas por las decisiones que toman… Como parte del grupo más cercana al poder y a los recursos, suelen ser la parte cuyos intereses se solapan menos con los del grupo total”.Éste es uno de los problemas de la política identitaria, con su manía de elegir enviados: Los miembros de un grupo marginado que gozan de suficiente tribuna pública para hablar en su nombre no suelen ser representativos. Vance, licenciado en Derecho por la Universidad de Yale y con un lucrativo trabajo en la empresa de capital riesgo de Peter Thiel, no es el típico campesino, y no hay garantía de que defienda los intereses de sus compañeros menos afortunados. Pero en 2016, no tuvo reparos en generalizar de forma poco generosa a partir de sus limitadas experiencias.En 2016, J.D. Vance, graduado de Yale, se presentó como un experto en la clase trabajadora blanca en su libro “Hillbilly Elegy” (Jabin Botsford/)Porque observó a conocidos que usaban teléfonos móviles que él creía que no podían permitirse, concluyó que muchos apalaches de clase trabajadora gastaban habitualmente por encima de sus posibilidades; porque uno de sus vecinos de Middletown decidió no trabajar y luego se quejó en Facebook de las políticas económicas del presidente Barack Obama, afirmó que muchos montañeses estaban desempleados por pereza. Hay varias disciplinas académicas dedicadas a recopilar datos fiables sobre por qué la gente está de hecho sin trabajo, pero Vance desdeñaba los intentos de un estudio más riguroso.Prefería gesticular tímidamente sobre lo que le parecía de sentido común, insistiendo en que sabía lo que era “no porque lo diga un psicólogo de Harvard, sino porque lo siento”. Al menos, el psicólogo de Harvard podría haber hecho una encuesta. No es de extrañar que haya todo un género de artículos –y, de hecho, varios libros enteros– dedicados a demostrar que Vance no habla en nombre de todos los apalaches.Hillbilly…, por tanto, nunca fue una incursión sociológica precisa. Siempre fue una representación, una ostentosa muestra de autenticidad hogareña. En su incisivo correctivo What You Are Getting Wrong About Appalachia (Lo que se está entendiendo mal sobre los Apalaches), la historiadora (y también montañesa) Elizabeth Catte describía a Vance como “alguien con ideas remanidas sobre la raza y la cultura [que se hace] famoso vendiendo estereotipos baratos sobre la región”. Los personajes armados de Hillbilly Elegy son caricaturescos, al igual que su prosa. Por ejemplo, la primera línea. “Me llamo J.D. Vance”, comienzan las memorias, “y creo que debería empezar con una confesión: La existencia del libro que tiene en sus manos me parece un tanto absurda”. Es esta afectación –y no los vagos argumentos de Vance– lo que provocó la fascinación inicial de los lectores.Perdiendo puestos de trabajo y esperanzasDespués de todo, el contenido de Hillbily… no es gran cosa. El libro es un puré de reminiscencias y especulaciones mal fundadas sobre una parte del país que “lleva décadas perdiendo puestos de trabajo y esperanza”. La familia de Vance es de Jackson, Kentucky, un pueblo cuyos habitantes “saludan a todo el mundo, se saltan de buena gana sus pasatiempos favoritos para sacar de la nieve el coche de un desconocido y, sin excepción, paran sus coches, se bajan y se ponen firmes cada vez que pasa una comitiva fúnebre”. A pesar del encanto de la pequeña ciudad de Jackson, los abuelos de Vance, Mamaw y Pawpaw, fogosos pero adorables, se trasladaron a Middletown, donde Pawpaw consiguió un lucrativo trabajo en Armco, una empresa siderúrgica.Aunque la pareja consiguió cierta estabilidad, la madre de Vance, Bev, no. Durante una breve etapa como enfermera, se convirtió en una de las muchas estadounidenses de su grupo que se volvieron adictos a los opiáceos con receta. Las figuras paternas entraban y salían de la juventud y adolescencia de Vance mientras Bev entraba en una espiral, a veces violenta. Su deterioro reflejaba el de Middletown: A medida que Armco se encogía, el otrora bullicioso centro de la ciudad se reducía a una manzana de restaurantes de comida rápida y casas de empeño. Vance hace todo lo posible por parecer humilde cuando se trata de vencer a las adversidades. Cuenta cómo se alistó en los Marines, cómo se las arregló para salir adelante, cómo destacó en la universidad y cómo entró en la Facultad de Derecho de Yale.Hillbilly Elegy es una entrada en el panteón de los relatos de superación, una especie de apéndice del género de autoayuda. Vance llega a admitir un amor “cursi” por Estados Unidos, el “mejor país del mundo”, y nos dice que “cada vez que aprendía a hacer algo que creía imposible… me acercaba un poco más a creer en mí mismo”.En el fondo, se trataba de un discurso conservador al uso, plagado de las consabidas contradicciones. Vance reconocía la escasez de empleo en Middletown, pero atribuía la situación de los Apalaches a una cultura de “impotencia aprendida” e insistía en que muchos de los habitantes de la ciudad “eligen no trabajar”. Afirmó que “nuestros hábitos alimentarios y de ejercicio parecen diseñados para enviarnos a una tumba prematura” apenas unas páginas después de señalar que la comida rápida es el único alimento disponible en muchos pueblos de los Apalaches. Cuando los pobres piden “tarjetas de crédito con intereses elevados y préstamos de día de pago”, les reprocha su “comportamiento irracional”, sin despreciar a las instituciones financieras depredadoras. Incluso debatió si su madre era responsable de su adicción –y determinó que las circunstancias de nadie le dan “una tarjeta moral perpetua para salir de la cárcel”–, pero no mencionó a los gigantes farmacéuticos que inundaron deliberadamente la región de analgésicos.Vance criticaba a Trump en privado pero se transformó en su defensor más ferviente y compañero de fórmula (Ben Gray/)Para el Vance de Hillbilly Elegy, las teorías de la conspiración eran otra forma de eludir la responsabilidad. “No podemos confiar en las noticias de la noche. No podemos confiar en nuestros políticos. Nuestras universidades, las puertas a una vida mejor, están amañadas contra nosotros. No podemos conseguir trabajo”, se burló. “No se puede creer en estas cosas y participar de forma significativa en la sociedad”. En su lugar, aconsejó a los campesinos que se pusieran los pantalones y solicitaran los puestos de trabajo que no existían.Según pasan los añosA primera vista, parece que Vance ha cambiado de opinión. Los telediarios, los políticos y las universidades son precisamente los villanos a los que desde entonces se ha dedicado a denostar, y no muy sutilmente. (“Las universidades son el enemigo” es el título de un discurso que pronunció en la Conferencia Nacional del Conservadurismo en 2021).En algunos momentos, Hillbilly… se lee como un artefacto de interés meramente arqueológico. En un 2016 tan remoto que apenas puedo recordarlo, Vance lamentó el “extraño sexismo” de la “cultura hillbilly”; cinco años después, acudió al programa de Tucker Carlson para llamar a los demócratas “un montón de señoras con gato y sin hijos.” La Mamaw de Hillbilly… practicaba una “fe profundamente personal (aunque estrafalaria)” y no podía hablar de la “religión organizada” “sin desprecio”; la semana pasada, cuando Vance la elogió en el escenario de la Convención Nacional Republicana, se había transformado póstumamente en “una mujer de una fe cristiana muy profunda”.Quizá lo más importante es que Vance fue en su día un defensor del conservadurismo laissez-faire a la antigua usanza de la variedad del Instituto Cato. En 2016, el bloguero conservador Rod Dreher escribió que “una de las contribuciones más importantes de Vance a nuestra comprensión de la pobreza estadounidense es lo poco que la política pública puede afectar a los hábitos culturales que mantienen a la gente pobre”. Ahora, Vance ha abrazado el populismo nacionalista del movimiento MAGA, que pinta la pobreza como el producto de las fronteras abiertas y los tejemanejes globalistas.Tal vez la transformación de Vance sea genuina; tal vez esté calculada. Sin duda es conveniente que su trayectoria ideológica se alinee tan estrechamente con la del Partido Republicano. Como señaló el periodista Simon van Zuylen-Wood en un clarividente artículo publicado en este periódico en 2022, el Partido Republicano lleva mucho tiempo arrastrándose hacia el “posliberalismo”, una orientación política “escéptica ante las grandes empresas, nacionalista respecto al comercio y las fronteras, y coqueta con el primer ministro húngaro Viktor Orbán”. (Dreher, por su parte, se ha convertido en un defensor tan ferviente de las tácticas intervencionistas del hombre fuerte Orbán que emigró a Hungría).El posliberalismo pretende reescribir no sólo la ley, sino toda la vida ética estadounidense, y en cierto modo es una extensión natural del pesimismo sobre las soluciones políticas que impregnaba Hillbilly Elegy (y el correspondiente libertarismo que dominaba el Partido Republicano no hace tanto). Si la cultura es la culpable del declive de los Apalaches, se podría concluir que la política, tal y como se entiende tradicionalmente, no puede arreglar lo que nos aqueja. Otra posibilidad es concluir, como parece que ha hecho Vance, que los remedios políticos habituales no son lo bastante intrusivos o autoritarios.Hillbilly… anticipaba el tono autocomplaciente que Vance adoptaría al concluir su pacto fáustico. Desde el principio, practicó el arte de tenerlo todo: En 2016, se autoproclamó un hombre común, aunque la existencia del mismo libro en el que fingía modestia desmentía sus pretensiones. Ahora que es un político con la misión de seducir a un público que detesta a los políticos, su estrategia es prácticamente la misma. Sigue reivindicando su condición de outsider haciendo de su simpatía un espectáculo, incluso cuando se convierte cada vez más en un insider. También en este caso se trata de una actuación que rivaliza y quizá supera su actuación de sencillez hogareña en Hillbilly….“Seré un vicepresidente que nunca olvide de dónde viene”, aseguró Vance a los asistentes a la Convención Nacional Republicana. Estallaron en vítores. Me pregunto cómo se las arreglarán esos seguidores cuando se den cuenta de que es precisamente ganando como él y ellos han perdido. El costo de su éxito electoral es que se han convertido en lo que más desprecian: ahora son el establishment.Fuente: The Washington Post.Foto: Jabin Botsford/The Washington Post y AP/ Ben Gray.
Tres libros esenciales para comenzar a leer y agregar a la biblioteca digitalCada semana ofrece la oportunidad perfecta para sumergirse en la lectura y desconectarse de la rutina diaria, aunque sea solo por unos minutos. Sin embargo, elegir el libro adecuado para empezar puede resultar todo un desafío.Infobae Cultura hizo una selección de tres títulos esenciales para comenzar a leer. Y con una ventaja: aprovechar los precios convenientes en sus versiones electrónicas.En esta recomendación estarán los libros de la enigmática escritora italiana, Elena Ferrante; de una de las referentes de la literatura histórico-romántica, Anne Jacobs; y de la docente y directora de la academia Integra Salud School (ISS), técnico de dietética con el Máster en Microbiota Humana (Tech), María Puntí. Además, un bonus track gratis imperdible, un libro premonitorio de Antoine de Saint-Exupéry.“La amiga estupenda”, de Elena Ferrante (9.299,00 pesos argentinos)[”La amiga estupenda” se puede adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá.]Considerado como el mejor libro en lo que va del siglo XXI por The New York Times, La amiga estupenda, inaugura una saga deslumbrante ambientada en la Nápoles de mediados del siglo pasado, donde Lenú y Lila, dos jóvenes mujeres, enfrentan los desafíos de crecer en un entorno donde la astucia prevalece sobre la inteligencia. La relación tempestuosa entre las protagonistas revela con crudeza la realidad de un barrio humilde y su lucha diaria por sobrevivir bajo la ley del más fuerte.Con más de 20 millones de lectores y traducida a 42 idiomas, esta joya de la literatura contemporánea fascinó al mundo. Reconocida por The Guardian como merecedora del Premio Nobel, La amiga estupenda se ganó un lugar en la lista de los mejores libros del siglo XX y reafirma una vez más su poderoso impacto cultural.“El Café del Ángel. Un tiempo nuevo”, de Anne Jacobs (7.399,00 pesos argentinos)[”El Café del Ángel 1” se puede adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá o como audiolibro clickeando acá.]Tras el rotundo éxito de la saga La Villa de las Telas, la aclamada escritora alemana Anne Jacobs sumerge al lector en una nueva saga familiar con El café del ángel. Ambientado en la posguerra de 1945 en Wiesbaden, este relato captura la resiliencia y la renovación a través de los ojos de Hilde, una joven que hereda el emblemático Café del Ángel.A pesar de los estragos de la guerra, el café se mantiene en pie, por lo que Hilde se propone restaurar su antiguo esplendor, aquel que lo convirtió en punto de encuentro de artistas y figuras destacadas de la ciudad. Sin embargo, la armonía se ve amenazada con la llegada de una joven desconocida que afirma ser su prima Luisa, proveniente de Prusia Oriental.El café del Ángel abre una saga sobre la reconstrucción de posguerra, a la vez que es un profundo análisis de los lazos familiares, el perdón y los amores prohibidos que florecen en los momentos más inesperados.“La pirámide de la longevidad”, de María Puntí (8.399,00 pesos argentinos)[”La pirámide de la longevidad” se puede adquirir, en formato digital, en Bajalibros, clickeando acá]María Puntí estudió Nutrición e hizo el máster en microbiota humana en el Tech Schoool of Nutrition, y formó un equipo multidisciplinar y abrió dos clínicas de salud integrativa. Pero ahí no terminó: ahora publicó el libro La pirámide de la longevidad, sobre cómo nuestros hábitos diarios influyen directamente en nuestra longevidad y bienestar.El libro desmonta la idea de que nuestro cuerpo es una máquina inagotable y subraya la importancia de un mantenimiento constante a través de una nutrición adecuada, un sueño reparador, ejercicio regular y un manejo eficaz del estrés. Puntí argumenta que, más allá de la genética, es posible prevenir la mayoría de las enfermedades crónicas con ajustes conscientes en nuestro estilo de vida.En La pirámide de la longevidad, Puntí detalla los pilares fundamentales para cuidar nuestra salud, y brinda al lector con estrategias prácticas para mejorar la calidad de vida y aumentar los años de vida saludable. ¿El objetivo? Prolongar la vida y enriquecerla, y tomar un rol activo en su salud y bienestar. Con este libro, la especialista en microbiota proporciona las herramientas necesarias para transformar la teoría en acción y lograr un envejecimiento saludable.“Vuelo nocturno”, de Antoine de Saint-Exupéry (Gratis)[”Vuelo nocturno” se puede descargar gratis de Bajalibros clickeando acá.]Publicada por primera vez en 1930, Vuelo nocturno es una de las obras más emblemáticas del célebre autor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry.Fue con este libro que Saint-Exupéry logró el reconocimiento público mucho antes que con El Principito ―llegó a vender seis millones de copias en el mundo― y también con el que consiguió vender más de seis millones de ejemplares en el mundo y anticipar su trágica muerte.La trama de Vuelo nocturno se centra en un vuelo de correos, que durante la noche viaja de la Patagonia a Buenos Aires, se presenta como una extraña premonición: Saint-Exupéry murió en un vuelo de reconocimiento durante la Segunda Guerra Mundial.En el libro, el piloto Fabien lucha contra una tormenta abrumadora, un desafío que pone a prueba su habilidad y el valor de su vida y el sentido de ella. Mientras, su superior, Rivière, espera ansiosamente en Buenos Aires, que también se enfrenta a sus propias reflexiones sobre la vida y el compromiso con su misión.
Imagen del Papa Francisco llegando a la audiencia general de la Plaza de San Marcos, en el Vaticano. EFE/EPA/ETTORE FERRARI
(ETTORE FERRARI/)Parece difícil de creer que hace solo unos pocos papados (y en los siglos anteriores) nadie, incluidos los católicos, tuviera una conexión real con el humano que dirigía las cosas desde el trono de San Pedro en Roma.Los papas se quedaban en Italia y no viajaban, y la tecnología de bajo nivel significaba que los católicos no esperaban verlos ni oírlos. Los papas emitían de vez en cuando documentos autoritativos llamados “encíclicas”, pero los mensajes tardaban en difundirse. E incluso entonces, los católicos promedio no solían leer las palabras del papa; no se sentían calificados para interpretarlas.Los católicos no se definían como muchos lo hacen hoy en día, especialmente en la polarizada América, por su afinidad con el papa.Nadie ha hecho más para hacer real el rostro del papado que el sacerdote argentino Jorge Mario Bergoglio, conocido como el papa Francisco. Aprueba aplicaciones que ofrecen sus dichos en forma ingeniosa, da entrevistas amenas y es conocido por renunciar a hogares y ropa lujosos. En cambio, toma el transporte público, usa zapatos ortopédicos voluminosos y dice cosas como “Soy un pecador, eso no es una figura retórica” y, sobre las personas gay, “¿Quién soy yo para juzgar?”.El papa Francisco da un dulce a un bebé al final de su audiencia semanal en el Vaticano, el miércoles 28 de febrero de 2024. (AP Foto/Andrew Medichini) (Andrew Medichini/)Esta accesibilidad radical se ha convertido en una característica distintiva desde que Francisco asumió el cargo en 2013, redibujando el rostro de la Iglesia Católica de 1.400 millones de personas. Muchas personas han amado y se han conmovido profundamente por este cambio, viendo a Francisco como un símbolo de una iglesia orientada hacia afuera, enfocada en la accesibilidad, la conexión íntima y la inclusividad. Muchos otros se oponen a su frecuente difuminación de líneas, diciendo que está dañando a la iglesia al hacer que el papado sea menor.En dos nuevos libros, Francisco da pasos concretos hacia la consolidación de este papa de todos en piedra para la historia literaria. A través de Vida, que se publicará el martes y se describe como su primer intento de autobiografía, y un segundo libro, llamado Una buena vida: 15 hábitos esenciales para vivir con esperanza y alegría, el hombre de 87 años está haciéndolo realmente oficial: el papa es solo un tipo.Es un tipo que está en la etapa final de su vida. Considerando su edad y los desafíos de salud, y que su predecesor se retiró, quién sucederá a Francisco ya es un tema de especulación entre los católicos. En Vida, Francisco dice que cree que el ministerio del papa es de por vida y, por lo tanto, solo se retiraría en caso de “un impedimento físico grave”. Para mí, como alguien que informa sobre religión, el estilo informal y accesible del libro es parte de la razón por la cual es difícil imaginar que el próximo papa sea más remoto.”Vida” (Harper Collins), el nuevo libro del papa FranciscoVida: mi historia a través de la historia es una crónica de la vida de Francisco organizada a través de eventos mundiales importantes, desde la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Sucia de Argentina hasta los ataques del 11 de septiembre y la pandemia de coronavirus. Intercala las palabras de Francisco con las de su coautor, el periodista italiano Fabio Marchese Ragona, estableciendo escenas ricas de la vida diaria del pontífice con su descripción de cómo experimentó esos períodos, con quién y cómo reflexiona sobre ellos ahora.La editorial dice que el libro está dirigido especialmente a los jóvenes, y se nota. La estructura es simple, al igual que el lenguaje. También tiene una vibra casi de wow-no-puedo-creer-que-esta-sea-mi-vida al mirar hacia atrás en todo por lo que ha pasado y extraer de ello reiteradas lecciones fundamentales.En su mayoría, presenta estas lecciones de una manera secular y universal. Eso no quiere decir que no comunique su teología y fe. A lo largo del libro, habla frecuentemente del papel de la Iglesia, la oración y su sensación de la presencia de Dios. Pero también hay un hilo que atraviesa el libro: Yo soy como tú, y la Iglesia Católica no se trata de los adornos que ves. Y mientras Francisco intenta, en su última era como papa, cambiar la dirección de la Iglesia, quizás este libro está tratando, de una manera diferente, de decir algo más parecido a lo que esperas de un papa: Dios es como tú, y la Iglesia Católica no se trata de los adornos que ves.En “Vida”, el Papa habla frecuentemente del papel de la Iglesia, la oración y su sensación de la presencia de Dios. Pero también deja de lado las jerarquíasFrancisco describe uno de los momentos visuales más famosos de su papado, al inicio de la pandemia, cuando se paró en una Plaza de San Pedro espeluznantemente vacía bajo la lluvia para dar una bendición.“Muchos se han preguntado en qué estaba pensando… no era nada extraordinario; solo estaba pensando en la soledad de las personas. Estaba solo, y muchas personas vivían la misma situación que yo”, escribe.Una de sus lecciones es que todos los seres vivos estamos interconectados, no importa cuán lejos estemos unos de otros. Eso lo recalca a través de su propia experiencia, como el niño Bergoglio aterrorizado, observando a adultos asustados a su alrededor durante la Segunda Guerra Mundial, incluso cuando los combates ocurrían en un país distante, y más tarde, como arzobispo de Buenos Aires, entrando inmediatamente en oración cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center.El Papa Francisco dando una inusual bendición “Urbi et Orbi” -a la ciudad y al mundo- en una Plaza de San Pedro vacía durante los primeros días de la pandemia.
REUTERS/Yara Nardi/Pool (YARA NARDI/)Otra lección central en el libro es que lo más importante que podemos hacer para disminuir el sufrimiento es erradicar el odio y el resentimiento dentro de nosotros mismos. Muchos de sus capítulos están organizados alrededor de productos de guerra y odio: el Holocausto, Estados Unidos lanzando bombas atómicas sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial, la división política y la violencia durante la pandemia. El libro fue creado, dice su portada, para que los jóvenes pudieran escuchar a una persona mayor “reflexionar sobre lo que nuestro planeta ha vivido, para no repetir los errores del pasado”.No está claro que las historias o los personajes centrales en Vida sean nuevos para las personas que han leído las entrevistas detalladas que Francisco ha dado a periodistas europeos, o biografías de él. Hay personajes familiares, incluyendo a su abuela Rosa, que le enseñó sobre la oración así como sobre el activismo político, ya que ayudó a defender la iglesia contra el ascenso del fascismo en Argentina. Está su antigua maestra Esther, bioquímica que también era una activista marxista atea y que se convirtió en una amiga cercana antes de ser torturada y asesinada por el régimen militar durante la Guerra Sucia.El mundo se ve a través de los ojos de este sincero narrador en primera persona, quien expresa una vulnerabilidad y tristeza reales al ver a inmigrantes como sus padres anhelar su hogar (en su caso, Italia), quien baila tango con sus amigos y se enamora de una chica, y quien, durante el cónclave de 2013 que lo elige, tiene miedo de entrar a la sala donde la gente está votando porque le asusta ganar. Francisco había reservado el itinerario de vuelo más ajustado posible porque no le gustaba Roma y planeaba regresar a casa rápidamente.Jorge Bergoglio con sus padresEl segundo libro nuevo, Una buena vida: 15 hábitos esenciales para vivir con esperanza y alegría, publicado el mes pasado, refuerza la imagen de Francisco como un hombre común. El libro es parte de un género de orientación de Francisco que viene en dosis pequeñas. Uno podría ponerlo en la categoría de los tuits agudos, a menudo libres de Dios, que publica a sus más de 55 millones de seguidores en la plataforma X, y libros anteriores con títulos como El papa Francisco habla a las parejas y Felicidad en esta vida: una meditación apasionada sobre la existencia terrenal.Estos títulos son un contraste marcado con algunos de los libros del papa Benedicto XVI – Espíritu de la Liturgia y Padres de la Iglesia: De Clemente de Roma a Agustín – y los libros del papa Juan Pablo II, en su mayoría enseñanzas papales oficiales, como Sobre la relación entre fe y razón o Sobre el significado cristiano del sufrimiento humano.“El papa Benedicto era un teólogo y escribía como tal. El papa Juan Pablo era un filósofo y escribía como tal. El papa Francisco no es ninguno de los dos”, dijo el Rev. Mark-David Janus, presidente y editor de la casa editorial católica Paulist Press, que ha publicado más de una docena de libros de Francisco, al Washington Post. “Él es un pastor, por lo que escribe como un pastor”.En efecto, el legado que Francisco deja en libros como estos no es una teología radicalmente diferente a la de sus predecesores, sino un énfasis y estilo radicalmente diferentes. Una buena vida se interesa en maneras pragmáticas y básicas de mejorar a uno mismo, sea católico o no. Llora más. Apaga tu teléfono y mira a los ojos de las personas con las que estás hablando. No seas un sedentario.Este es el tipo de consejo que podrías esperar de un podcast de bienestar, tu instructor de Peloton o incluso Joel Osteen. Se esperaba que los papas estuvieran por encima de ese tipo de multitud, la encarnación elevada de una verdad que se permite, en amor, se diría, ser crítica y excluyente. Francisco ha utilizado su estatura para enfatizar diferentes verdades de una manera diferente.Fuente: The Washington Post
Dos visitantes posan frente al cuadro ”El Grito”, del artista noruego Edvard Munch, durante la exposición sobre su obra en Moscú, Rusia (EFE/ Yuri Kochetkov)
(YURI KOCHETKOV/)Inspirador de emociones compartidas como los emoticones creados a partir de su célebre cuadro El grito, el célebre pintor noruego Edvard Munch mantiene invicta su presencia tan universal como los temas reflejados en sus pinturas y grabados sobre el amor, la angustia y la melancolía que siguen convocando miradas y relecturas a 80 años de su fallecimiento.“La naturaleza no es solo lo visible para el ojo, también son las imágenes interiores del alma”, decía Munch, uno de los tres artistas noruegos modernos más conocidos en el mundo junto al dramaturgo Henrik Ibsen y el compositor Edvard Grieg.Museos exclusivos, muestras permanentes y temporales, inmersivas, películas y la presencia de sus obras en grandes colecciones, marcan un derrotero que habilita mitos e historias sobre dolores existenciales como marco de una obra que más allá de lo expresivo permea los ciclos tan humanos de la vida y la muerte. Aunque, también lo permanente y la vitalidad de los colores, como manifiesta la pintura El sol, colgada en el salón de actos de la Universidad de Oslo.Luces y sombras, color y movimiento y la vida desde el dolor al amor pasando por el sexo y la soledad, la depresión, la angustia, la ansiedad, el alcoholismo y la genialidad, conforman su amplia paleta temática, como firma del retrato de una época. “Pintar me completa”, decía Munch.Edvard MunchA caballo entre dos siglos y figura bisagra entre el pujante e industrializador del XIX y un revolucionario y cambiante siglo XX, su mirada atenta sobre el mundo se convirtió en símbolo del sentir finisecular, y junto a Vincent van Gogh, se los señala como pioneros del expresionismo alemán.Mundialmente conocido por “El grito” que representa a un hombre gritando con las manos en los costados del rostro, el conocimiento sobre Munch parece detenerse en la obra maestra pintada a los 30 años sin contemplar los años posteriores de trabajo ni la complejidad de la obra. Tal vez por eso, el año pasado, el parisino Museo de Orsay le dedicó la muestra Edvard Munch. Un poema de vida, amor y muerte, en coincidencia con el 160 aniversario de su natalicio, dando cuenta de esas concepción del artista acerca de humanidad y naturaleza unidas por el ciclo de la vida.“En su proceso creativo Munch creaba variaciones del mismo motivo, versiones de un mismo tema”, caracterizaban. Así como el escritor corrige su texto, Munch elaboraba bocetos y variantes, e incluso volvía a pintar lo mismo para recuperar el vacío dejado por una obra vendida. Pero además de pintar y ser un gran retratista, incluidos sus numerosos autorretratos y fotografías, trabajó magistralmente el grabado.De la muestra “Un poema de vida, amor y muerte”, de Edvard Munch en el Museo de Orsay de París (EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON)
(CHRISTOPHE PETIT TESSON/)La versión inaugural de “El grito” (1893) fue expuesta en Alemania, y en una de las cuatro versiones que realizó siendo la última de 1910, cuando escribió en lápiz sobre el cielo rojo: “Sólo podría haber sido pintado por un loco”. Sin embargo, la imagen concebida a partir de una experiencia en su país, fue realizada durante una estancia en Niza.Para la versión de 1895 realizada en pasteles y vendida en 2012 por casi 120 millones de dólares -la única en manos privadas- Munch escribió en el marco con pintura de color rojo sangre el poema que lo había inspirado un año antes durante un paseo con amigos en las colinas de Oslo, con la puesta de sol y un cielo rojo como la sangre que lo dejaron “temblando de angustia” y sintiendo “que un inmenso grito infinito recorría la naturaleza”.Con el tiempo, el cuadro “se convirtió en el símbolo de la angustia universal”, y según Peter Olsen, descendiente del que fuera amigo y mecenas de Munch, quien vendió el cuadro, “muestra el momento escalofriante en el que el hombre se da cuenta de su impacto sobre la naturaleza y los cambios irreversibles que ha provocado”.Una visitante tomando fotografías del icónico cuadro de Edvard Munch “El grito” en el Museo Nacional de Oslo, Noruega (Heiko Junge / NTB / AFP)
(HEIKO JUNGE/)El cuadro fue parte de la secuencia narrativa conocida posteriormente como “El friso de la vida”, que presentó el artista invitado por la Asociación de Artistas de Berlín en 1893. Una muestra que fue suspendida a una semana de su apertura y le dio mucha publicidad.La narración de Munch exploraba el amor, la ansiedad y la muerte, y “El grito” respondía al “clímax final del ciclo del amor”, un ciclo compuesto por “la llamada del amor con la obra ‘La voz’, sus aspectos de placer en El beso, dolor con Vampiro, misterio erótico en Madonna, la culpa con Cenizas y por último la Desesperación”, explicaba la casa de subastas Sotheby’s.“En una imagen, Munch inicia el gesto expresionista que alimentará la historia del arte a lo largo del siglo XX y más allá”, sintetizaban.”Madonna” (1894-1895), en la Galería Nacional Noruega, Oslo
(Børre Høstland/)El artista nació el 12 de diciembre de 1863 en Løten, y falleció de neumonía el 23 de enero de 1944 en Ekely, cerca de Oslo, donde pasó sus últimos años que culminaron en tiempos de la ocupación alemana de Noruega durante la Segunda Guerra Mundial.La de Munch no fue una vida sencilla. Hijo de un padre médico castrense, estricto y religioso y luego depresivo, tuvo cuatro hermanos. La madre falleció de tuberculosis siendo él un niño, al igual que su hermana mayor Sofía a sus 15 años, a la que adoraba. Estas muertes, sumada más adelante la de su padre, lo marcarán para toda la vida.“Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna y me acompañaron toda mi vida”, escribía el artista.“Amor y dolor” o “Vampiro” (1895) de Edvard MunchCon una salud frágil, su pasión fue el dibujo. Inició por mandato paterno estudios de ingeniería en Christiania (la actual Oslo), matriculándose en 1880 en la Real Escuela de arte y diseño. Participó del ambiente bohemio burgués de la época y conoció hacia 1884 al escritor anarquista Hans Jaeger, quien le sugirió “pintar tu propia vida” tras las críticas recibidas en 1885 por La niña enferma, un cuadro que significó además para el artista, la ruptura con el impresionismo.“Empecé como impresionista pero durante los tremendos conflictos espirituales y vitales de la época de la bohemia, el impresionismo no me daba suficiente expresión. Me vi obligado a buscar expresión para lo que se movía en mi ánimo”, expresaba Munch.En 1885 tiene su primera aventura amorosa tras conocer a la casada Milly Thaulow, viaja por tres meses a París, ciudad donde se siente atraído por los pintores postimpresionistas y el sintetismo (como el de Paul Gauguin). Su obra vira hacia el simbolismo pintando su visión interna de las cosas.”La niña enferma” (1885–86), en la Galería Nacional Noruega, Oslo (Børre Høstland/)“En mi arte he intentado explicarme la vida y su sentido. También he pretendido ayudar a otros a aclararse con la vida”, decía Munch.En 1889 realiza su primera exposición individual en Oslo y recibe una beca para estudiar en París, donde se quedará hasta 1892. Es la última vez que ve a su padre. Luego, en Alemania se inicia en el grabado, con el cual experimenta dándole mayor libertad y copias.En 1898 conoce a Mathilde Larsen, Tulla, relación que termina en 1902 en una pelea, y después conoce a la que fuera su amiga y amante, la violinista Eva Mudocci.Si en la década de 1890 el pintor explora sentimientos internos y experiencias personales, en el nuevo siglo “moderno” con una Europa de “nuevas tecnologías, medios de comunicación de masas, transporte de alta velocidad y vida urbana” -como destaca el Museo Munch en su biografía- estas previas parecen anticuadas, lo que lo hace buscar formas de expresar “este nuevo mundo”. También 1902 es el año en que Munch presenta la secuencia completa de imágenes del Friso de la Vida en Berlín.Detalles de “Los bañistas” (EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON)
(CHRISTOPHE PETIT TESSON/)Sus crisis nerviosas sumadas al alcoholismo, dicen, lo llevaron a internarse en el sanatorio de Copenhague del Dr. Jacobsen (1908) unos meses. Recuperado, vuelve a Noruega al año siguiente, y entre 1909 y 1916 el reconocido artista trabaja en la decoración del salón de actos de la Universidad de Oslo, cuyas pinturas de gran formato “están llenas de vida y energía”.A partir de 1916 llevó una vida solitaria en su casa de Ekely. Continúa trabajando sobre lo que observa en su entorno, el paisaje, el jardín, los animales, y los retratos de sus perros, y se sigue fotografiando y autorretratando.En 1940, sin haberse casado por miedo a transmitir enfermedades que se creían hereditarias, entre otras cuestiones, escribe su testamento legando a la ciudad de Oslo sus obras, preservando de este modo su memoria.El moderno Munch-Museet de Oslo con sus 13 pisos y 26.313 metros cuadrados fue inaugurado en 2021 (REUTERS/Nora Buli) (STAFF/)Su figura se proyecta firme en el moderno Munch-Museet de Oslo con sus 13 pisos y 26.313 metros cuadrados inaugurado en 2021, que atesora la colección de más de 26 000 obras de arte que incluyen 1200 pinturas y 7050 dibujos y bocetos, además de 9800 objetos personales de Munch, entre textos, cartas, fotografías y herramientas, donados por el artista a la ciudad. El museo que suplanta el creado en 1963 rescata su figura y mantiene vivo su legado.En cuanto al cine, se destacan Edvard Munch (1974) del británico Peter Watkins que pone pone en contexto la sociedad en la que nació el artista en con una Oslo de 135.000 habitantes, trabajo infantil y prostitución legalizada, y más allá de los numerosos documentales y capítulos televisivos, la reciente Munch (2022) dirigida por Henrik M. Dahlsbakken aborda esa vida entrelazada en el arte, la lucidez, el amor y la muerte, pero también la vida.Fuente: Télam S.E
Con distintos homenajes, Venecia conmemora los 700 años de la muerte de Marco PoloPara homenajear a Marco Polo a 700 años de su muerte, la ciudad de Venecia alojará a lo largo de 2024 distintos acontecimientos que resignificarán la vida y las travesías de quien está considerado el viajero más emblemático de todos los tiempos, que será evocado a través de conferencias, espectáculos y hasta una ópera que se estrenará el 21 de abril.Desde el Palacio Ducal de Venecia al Teatro La Fenice pasando por el Carnaval de Venecia, los grandes espacios venecianos consagrados al arte se preparan para rendir tributo a una de las figuras más importantes de Italia, nacido en 1254 en la ciudad de los canales, donde murió a los 70 años, poco después de haber redactado un detallado testamento que será una de las joyas de la exposición que se exhibirá en el Palacio Ducal a partir del próximo 6 de abril.El relato de sus viajes al Lejano Oriente está recogido en la obra literaria “Il Milione” (El Millón), conocido también como El libro de las maravillas, sin duda uno de los primeros bestsellers del mundo, una auténtica enciclopedia geográfica. Con su viaje y su libro se amplió la dimensión del mundo conocido y por primera vez se reveló en la Europa de finales del siglo XIII los espacios ilimitados de China. Coincidiendo con la efeméride, la editorial Nórdica publicará una nueva edición en marzo.Casa de Marco Polo en Venecia, hoy un teatro (Didier Descouens/)Venecia estará volcada en celebrar lo que fue un hito en la historia, por ese motivo el Teatro La Fenice dedicará a Marco Polo una ópera que se estrenará el 21 de abril y la Universidad Ca Foscari convocará un simposio sobre su figura, dos de los actos más significativos del aniversario.A estas conmemoraciones hay que añadir la edición 2024 del Carnaval de Venecia, que se celebrará del 27 de enero al 13 de febrero. Esta edición se inspirará en el tema del viaje y el descubrimiento en honor a Marco Polo: las referencias al mundo relatado por el viajero y la famosa Ruta de la Seda serán dos de las influencias que guiarán el tradicional desfile de máscaras y vestuario.La ciudad de Venecia también está preparando una serie de conferencias para aumentar la comprensión de China en la geopolítica mundial. Esta propuesta permitirá abrir grandes diálogos en la ciudad portuaria como enclave del debate estratégico.La familia Polo partiendo desde Venecia. La imagen se encuentra al comienzo del manuscrito, ‘Los viajes de Marco Polo’ o ‘El libro del Gran Khan’ (Foto de Hulton Archive/Getty Images)
(Getty Images/)Marco Polo nació en una familia de comerciantes venecianos rica y cosmopolita. Su padre y el tío, Niccolò y Maffeo Polo, eran comerciantes que hicieron fortuna con joyas, sedas y especias, cuando la Venecia del siglo XIII era el centro comercial de Europa, una puerta orientada hacia Oriente Medio y Asia.En 1260, el padre y tío paterno de Marco Polo viajaron al Mar Negro, se adentraron en Asia central y llegaron a la corte de Kublai Khan, el gran líder mongol que extendió su dominio en China, siendo el fundador del primer Imperio chino de la dinastía Yuan. Khan pidió a los hermanos Polo que regresaran a Europa y persuadieran al Papa para que enviara eruditos que le explicaran el cristianismo. Regresaron a Venecia en 1269. En 1271 partieron de nuevo, acompañados por dos misioneros y Marco, que entonces tenía 16 años. En 1275 llegaron a la corte de Khan.Durante los siguientes 17 años, los Polo vivieron en tierras del emperador. Marco fue enviado a varias misiones diplomáticas que le dieron la oportunidad de conocer muchas partes de China. Recorrió decenas de miles de kilómetros, visitando lugares, costumbres y pueblos que luego describió en “Il Milione”, constituyendo algo nuevo y tan exótico que, para los europeos, parecía increíble.Marco Polo en la corte de Kublai KanEl viajero regresó a Venecia en 1295, con una discreta fortuna que invirtió en la empresa comercial familiar. Durante la guerra de la República de Venecia contra la de Génova, con episodios de piratería y violencia entre las dos comunidades comerciales, fue capturado por los genoveses y estuvo en prisión desde 1296 a 1299. Esa desgracia fue en parte también su fortuna, porque en la cárcel conoció al escritor Rustichello da Pisa, quien quedó cautivado por las historias que le contaba.Rustichello, quizás su compañero de celda, comenzó a redactarlas, dando forma escrita a la epopeya de Polo. La obra sirvió de inspiración para generaciones de viajeros europeos -entre ellos Cristóbal Colón que poseía un ejemplar del libro-, aportando ideas y material a la cartografía occidental.Fuente: Télam
El LSD adquirió un papel relevante en la exploración psicoanalítica (Busà Photography/)Un buen viaje. Así se podría definir al momento en donde el psicoanálisis argentino —ya de avanzada en el mundo entero y siempre dispuesto a nutrirse de los más variados métodos para lograr que el inconsciente aflore y comience así el camino de la autoexploración del ser— tomó contacto con los poderes del LSD, el ácido lisérgico, y lo llevó al consultorio para que hicieran uso de él tanto los analistas como los pacientes.Un buen viaje: despegue, ascenso, vuelo, descenso, aterrizaje. Por qué esta historia, muy poco conocida y tal vez sólo difundida —hasta ahora— por quienes participaron de esta experiencia y algunas almas curiosas de la historia de la psicología argentina, llegó a su fin. Y no fue porque ese viaje hubiera sido problemático —al menos, no en exceso— ni por el descubrimiento de que el LSD y el psicoanálisis eran caminos que no debían converger. La ley, a tono con las grandes tendencias del conservadurismo que sobrevino a los acontecimientos que bien podrían ser representados mediante la mención del año “1968″ —en tanto una época—, prohibió la sustancia alucinógena y truncó el desarrollo de las investigaciones prácticas que se desarrollaban. Se podría decir que sí, fue un viaje de ida. Pero no en el sentido de los excesos y las adicciones irreversibles, más bien porque fue un viaje que no se retomó. Esto cuentan los autores ¡Viva la pepa! (editado por Ariel y notanpuan), de Damián Huergo y Fernando Krapp.¡Viva la pepa! (editado por Ariel y notanpuan), de Damián Huergo y Fernando KrappNo era difícil conseguir LSD de manera gratuita y con envío directo de la casa matriz donde se elaboraba, a mediados de los años cincuenta. Las propiedades de la dietilamida del ácido lisérgico habían sido descubiertas de casualidad por el científico suizo Albert Hofman, que investigaba nuevos desarrollos farmacológicos para el laboratorio Sandoz; y pese a que en 1938 habían cesado las investigaciones sobre la sustancia, decidió darle una oportunidad más en 1943. El 19 de abril, una fecha que debería figurar en los feriados internacionales de la cultura de la psicodelia, Hoffman, inquieto, aceleró el acto de culminar la jornada en su laboratorio, guardó los enseres, cerró la puerta y se dirigió a su casa.Escribió en su diario: “En casa me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación no desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada. En un estado parecido al del sueño, con los ojos cerrados (encontraba la luz del día desagradablemente deslumbrante), percibí un flujo ininterrumpido de dibujos fantásticos, formas extraordinarias con intensos despliegues caleidoscópicos. Esta condición se desvaneció dos horas después”. Por accidente, su piel había absorbido el LSD. Días después, tomó de manera consciente una cantidad de la droga, le pidió a su asistente que lo acompañara, tomó su bicicleta y de pronto se sintió como la protagonista de Alicia en el país de las maravillas. Una nueva era se abría paso en la relación de la química y las reacciones neurológicas.El químico suizo Albert Hofmann descubrió el LSD casi por error, 80 años atrás
Decíamos que no era difícil en Argentina conseguir LSD de máxima pureza. Es que, todavía en estado de experimentación, el laboratorio Sandoz lo enviaba a científicos de todo el mundo que acreditasen un interés pertinente por la droga. Con una condición: que la autoexperimentaran antes de prescribirla a los pacientes que serían los conejillos de indias de la lisergia. El médico y psicoanalista Alberto Tallaferro fue el primer argentino que pidió sus ampollas de LSD a Sandoz. Desde Suiza, accedieron: enviaron un maletín por avión. Llegó a su casa en la Recoleta. Se puso a contento, dejó el paquete abierto y se fue a dar una ducha, tal vez pensando qué nueva era se estaría iniciando con ese envío postal. Pero la señora que hacía la limpieza vio el paquete desgarrado y, con el ruido de fondo de la ducha, lo tiró a la basura. Justo pasaba el recolector de residuos y le entregó la bolsa. ¡Para qué! Casi se muere Tallaferro al salir con el toallón. Su mujer fue a buscar escarbando en el basurero, para ver si encontraba el paquetito. Pero se había perdido para siempre.Aldous Huxley 1894-1963 (Foto: Edward Gooch Collection/Getty Images) (Edward Gooch Collection/)No pasó nada. Hizo un nuevo pedido. Llegó. La experiencia comenzó en la Argentina. Había toda una audiencia esperando la experimentación con esa síntesis química. En 1954 Aldous Huxley había experimentado con LSD y escrito el libro Las puertas de la percepción, que mostraban los alcances que podía tener su uso en la ampliación de los procesos mentales. En 1956 Tallaferro publicó Mescalina y LSD25 que incluía 26 testimonios del uso supervisado del ácido lisérgico, incluida su propia experiencia (anotada por cuatro asistentes durante la primera toma).Las experiencias fueron tomadas con toda la seriedad del mundo por quienes formaban la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), el primer agrupamiento de psicoanalistas del país cuyos precursores fueron Ángel Garma, Arnaldo Rascovsky y Enrique Pichon-Riviere y un grupo de jóvenes entusiastas de aquella disciplina fundada por Sigmund Freud. La camada siguiente a la de los fundadores, entre quienes se destacaban Celes Cárcamo, Marie Langer, Luisa Rebeca (Rebe) de Álvarez Toledo y el propio Talaferro, entre otros, recibió con entusiasmo la experimentación con lisérgicos.Enrique Pichon-Riviere, uno de los precursores del psicoanálisis en ArgentinaEl efecto sensorial que mostraba las cosas de este mundo como formas desconocidas, hacía valorar al LSD como un impulsor a un estado pronominal. Allí el inconsciente funciona sin inhibiciones, en una forma cercana a lo que podría ser comparado con una regresión al útero y al nacimiento. Definitivamente, la experiencia producía un efecto en los experimentadores. Quizás se pueda pensar en estos versos de Alejandra Pizarnik al señalar la acción del LSD: “explicar con palabras de este mundo / que partió de mí un barco llevándome”. En todo caso, ese era el desafío, y hubo unos pioneros que brindaron mucho para ver hasta dónde podían explicar esas palabras.Rebe Álvarez de Toledo fue una de ellas. Los autores de ¡Viva la pepa! dicen: “Para ella, el estado alucinatorio del LSD facilitaba un acceso al ‘objeto’ de las palabras. A aquella fantasía primaria, ese imago que acompañaba al sujeto desde su infancia, y que durante su adultez creaba un trauma originario. Tal vez con el LSD podía abrirse una puerta a lo inconsciente”. Ella también pidió su valijita de ampollas a Sandoz. Su lugar de experimentación sería la misma APA.Alberto Ure, director teatral (1940-2017)Alberto Fontana fue uno de los más innovadores psicoanalistas argentinos. Su clínica en la calle Oro, en Palermo, fue legendaria. Allí realizaba no sólo terapias individuales, sino también de grupo en los que el psicodrama era fundamental y en donde tomaban parte activa como coordinadores el futuro director de teatro Alberto Ure y el futuro director de cine Rafael Filippelli. Asistían artistas, escritores, músicos, angustiados y neuróticos de todo el país para incurrir en la sesión psicoanalítica. En el caso de Fontana, podían extenderse durante cuarenta y ocho horas. El método, una experiencia en sí misma, fue desarrollada en su libro Sesiones prolongadas.Francisco “Paco” Pérez Morales fue la tercera pata de la tríada. La tesis de Pérez Morales señala, dicen los autores del libro, que “el analista debe acompañar y lograr sostener al paciente en el territorio de la incomunicación para que la experiencia sea más profunda. Si eso sucede, si se llega a exaltar la disociación entre el mundo de las palabras y la experiencia concreta, van a generarse las condiciones para posibilitar cambios en el paciente”. Escribió la tesis “Psicoanálisis y LSD-25″ que defendería ante el comité de la APA para su aceptación como miembro titular. Pero las condiciones iban variando. En una votación dividida, su tesis fue rechazada y se señaló que los psicoanalistas no podían usar LSD. Pérez Morales renunció a la APA. Una gran crisis sobrevino en el interior del organismo.Damián Huergo y Fernando Krapp, autores de “¡Viva la pepa!” (Foto: Alejandro Guyot) (Alejandro Guyot/)Durante esos años Noé Jitrik, Paco Urondo, Mario Trejo, Marilina Ross, el cineasta David Kohon y otras personalidades relevantes de la cultura de vanguardia de los años 60, experimentaron con LSD en el marco de sesiones psicoanalíticas. Esto antes de la prohibición legal. Luego las experiencias finalizaron. Eran plausibles de castigo estatal. Un ciclo terminó.¡Viva la pepa! es un libro que abre un surco hacia una historia olvidada del psicoanálisis argentino y muestra las potencialidades de la experimentación con ciertos fármacos para explorar la mente humana, que recién ahora pueden retomarse tímidamente ya no con LSD -que sigue prohibido por la ley- pero sí con psilocibina, un sintetizado químico de funciones similares. Pero no sólo eso, el libro muestra una época muy fértil en la APA, que luego se desgajaría en la enorme cantidad de tendencias existentes en el campo del psicoanálisis argentino (y, por lo tanto, mundial) hoy. Y es, sobre todo, un retrato de época. De fines de la década del 50 hasta el fin de los 60 en el siglo XX, probablemente los años más venturosos para las aventuras intelectuales en el país. Hay que leer este libro. Pero bajo una condición. Hay que leerlo todo, no solamente un cuartito.
Exposición sobre Johannes Vermeer en el Rijksmuseum de Amsterdam (Foto: EFE/EPA/Koen Van Weel) (KOEN VAN WEEL/)“Vermeer”, en el Rijksmuseum, Países Bajos.Esta fue la rara exposición de arte que cubrió titulares internacionales. No sólo las entradas para la exposición, que se desarrolló del 10 de febrero al 4 de junio, se agotaron en días, sino que cuando se lanzaron entradas adicionales, los visitantes ansiosos colapsaron el sitio web del museo.Entonces, ¿fue buena la exposición de 28 obras del pintor holandés del siglo XVII Johannes Vermeer? Respuesta corta: Sí. ¿Respuesta un poco más larga? Esta fue una exposición muy pasada de moda, en la medida en que no intentaba hacer nada más que colocar pinturas en las paredes y dejar entrar al público. Los organizadores parecieron apostar que el esfuerzo de reunir todas estas obras maestras en un solo lugar fue más que suficiente.“Basquiat. Las pinturas de Módena”, en la Fundación Beyeler, Riehen, SuizaEn 1982, a la edad de 21 años, Jean-Michel Basquiat (1960-88) fue invitado a viajar a Módena, Italia, donde realizó ocho lienzos gigantes destinados a una exposición individual en una galería. El espectáculo nunca se realizó y durante la mayor parte de 40 años los lienzos estuvieron esparcidos por el viento.La obra “Untitled” de Jean-Michel Basquiat de 1982, una de las pinturas de Módena
(Redactor/)Al reunir las pinturas, Beyeler hizo un buen trabajo al mostrar el proceso creativo del artista a medida que se extendía a través de una serie de obras separadas. No es sorprendente que muchos de los motivos e ideas de un lienzo aparezcan en otro, aunque de forma ligeramente diferente. Hoy en día, es difícil separar a Basquiat de su celebridad póstuma y de sus precios de subasta récord. En el show de Beyeler, que se desarrolló del 11 de junio al 11 de agosto. El 27, el artista y su arte estuvieron al frente y al centro.“Manet/Degas”, en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva YorkÉdouard Manet (1832-83) y Edgar Degas (1834-1917) compartieron muchas aportaciones: nacieron en familias burguesas parisinas, estudiaron a los mismos viejos maestros en el Louvre, viajaron a los mismos países y tenían muchos amigos en común. Sin embargo, su producción varió dramáticamente.El Metropolitan Museum de Nueva York presenta la compleja relación de los dos grandes artistas a través de 150 obras (EFE/Anna-Marie Kellen/The Met)
(Anna-Marie Kellen/)La comparación y contraste resultante es el tema de este espectáculo amplio y espectacular. Que Manet salga más favorecido en estas comparaciones es en gran medida irrelevante; los paralelos (en materia subjetiva, principalmente) son fascinantes y recompensan las visitas repetidas. Y esto ni siquiera incluye a la estrella de la exposición, Olimpia de Manet, que cruza por primera vez el Atlántico.“Ed Ruscha/Ahora entonces”, en el Museo de Arte Moderno de Nueva YorkRara vez una exposición constituye un placer tan absoluto tanto para los neófitos como para los amantes del arte experimentados. Esto se debe principalmente a Ruscha, quien ha sondeado las profundidades de la cultura pop estadounidense con inteligencia e ironía durante más de 60 años, creando obras de arte que a menudo funcionan como juegos de palabras.“Ed Ruscha/Ahora entonces”, en el Museo de Arte Moderno de Nueva YorkTambién tiene algo que ver con el estilo elegante y expansivo del espectáculo en sí. Las 200 obras de arte están muy espaciadas, con texto de repuesto en la pared, lo suficiente para poner las cosas en contexto, pero no tanto como para parecer pedante.“Sarah Lucas: gas feliz”, en la Tate Britain, LondresLucas se hizo famosa en la década de 1990 como parte del llamado Joven Artista Británico (Damien Hirst estaba en el mismo grupo) cuya fotografía y escultura inexpresivas se burlaban de la clase, el sexo y las costumbres sociales. Treinta años después, la artista, que ahora tiene 60 años, ha mantenido su concisión mientras se expande hacia formas más maduras (y a menudo más sofisticadas) de hacer arte.“Sarah Lucas: gas feliz”, en la Tate Britain, Londres.La pieza central de la muestra, una larga sala empapelada con autorretratos de Lucas comiendo un plátano, de 1990, es un escaparate para sus esculturas femeninas (a menudo hechas con medias rellenas) apoyadas en sillas. Las piezas, a las que ella llama Bunnies, son profundamente extrañas y extrañamente convincentes, lo que a su manera es una destilación perfecta de la obra de Lucas.“Henry Taylor: Lado B”, en el Museo Whitney, Nueva YorkEsta no es la primera retrospectiva de Henry Taylor, pero sin duda es la mejor. En los últimos años, Taylor ha saltado a la fama como parte de la tendencia de la figuración negra y, lo que es más convincente, como una persona profundamente comprometida con las cuestiones de raza y justicia social.“Henry Taylor: Lado B”, en el Museo Whitney, Nueva York (Serge Hasenböhler/)Lo que esta muestra también deja claro es que Taylor, que nació en Ventura, California, estudió en el Instituto de las Artes de California (CalArts) y vive y trabaja en Los Ángeles, es en gran medida un pintor del sur de California: la luz, el tema, las viñetas, son todo o casi un lugar. Algunas de las obras de la muestra son excelentes, otras simplemente interesantes. En conjunto, muestran a un cronista de nuestro tiempo en ocasiones divertido y a menudo apasionado.“Frans Hals”, en la National Gallery de LondresComo si la National Gallery sintiera de alguna manera la necesidad de demostrar la profundidad de sus considerables recursos, tenemos aquí una inmensa exposición de 50 obras del retratista del siglo XVII de la época dorada de Holanda. Si no está muy familiarizado con Hals (1582-1666), tiene sentido; esta muestra es su primera gran retrospectiva en 30 años.“Bufón con laúd”, de Frans HalsLa genialidad de Hals residía en su capacidad para evocar la personalidad de un sujeto, especialmente si esa personalidad incluía una sensación de alegría. Utilizando pinceladas pictóricas y una comprensión magistral de la composición, capturó a sus sujetos en retratos que a menudo parecen momentos en el tiempo contemporáneos.“Ellsworth Kelly a los 100 años”, en Glenstone, Potomac, MarylandEn la más significativa de las muchas celebraciones del centenario de Kelly, Glenstone, el museo privado fundado por los multimillonarios Mitch y Emily Rales, ha organizado un deslumbrante estudio de su principal obra. Hay magníficas pinturas tempranas en las que Kelly (1923-2015) exploró por primera vez la abstracción, la forma y el color, lo que lo hizo famoso.“Ellsworth Kelly a los 100 años”, en Glenstone, Potomac, Maryland También hay fotografías poco conocidas en las que se puede ver la preocupación de Kelly por la geometría. También se incluyen sus exquisitos dibujos de plantas y varias esculturas minimalistas. Las casi 70 piezas de la muestra provienen de la colección permanente de Glenstone, así como de préstamos de museos de todo el mundo.“Mark Rothko”, en la Fundación Louis Vuitton, ParísDefinitivamente se puede argumentar que las exuberantes y nebulosas abstracciones de campos de color de Mark Rothko (1903-70) se admiran mejor en la contemplación solitaria. Pero este colosal espectáculo en la Fundación Louis Vuitton constituye un contraargumento convincente.“Marcos Rothko”, en la Fundación Louis Vuitton, París Presentando un total de 115 obras de arte, sala tras sala muestra la lenta evolución del artista desde una figuración no terrible hasta una abstracción sublime, terminando con sus monocromos tardíos. Bellamente decorada y casi repleta de material (incluido un préstamo sin precedentes de los llamados murales Seagram de la Tate Modern), la primera retrospectiva del artista en Francia en casi 30 años demuestra contundentemente que la mayor cantidad de Rothkos en una habitación es la mejor.“El Anatsui: Detrás de la Luna Roja”, en la Tate Modern, LondresDe manera anual, la Comisión Hyundai de la Tate Modern presenta una obra o una serie de obras realizadas específicamente para la cavernosa Sala de Turbinas del museo. Los encargos anteriores ciertamente han sido grandes (tienen que serlo), pero nunca han tenido el tipo de monumentalidad de los tapices metálicos de Anatsui: hechos con tapas de botellas de licor y pequeños trozos de metal, tres obras ondean desde las vigas superiores del edificio.“El Anatsui: Detrás de la Luna Roja”, en la Tate Modern, LondresAnatsui es uno de los artistas más interesantes que trabajan en la actualidad; la práctica del escultor ghanés se centra en la historia, la geografía y la industria. Si bien la instalación de la Tate pretende funcionar como una historia en tres actos, también es, para deleite de los visitantes, una escultura visualmente impresionante, como nunca antes se había visto en Londres.Fuente: Bloomberg, a través de The Washington Post
Tapices de arpillera chilena realizados por madres y esposas de desaparecidos durante la dictadura de Pinochet, exhibidas en el Museo del Barrio de Nueva York (Ruth E. Hernández Beltrán/)El Museo del Barrio en Nueva York, principal institución cultural latina del país, abrió la segunda parte de su exposición Something Beautiful: Reframing La Colección, que muestra el trabajo de 60 artistas y que incluye nuevas adquisiciones.La exposición, la más ambiciosa en dos décadas y que muestra unas 150 obras de arte, está dividida bajo nueve temas e incluye afiches, fotos, pinturas, artesanías, esculturas, vídeos e instalaciones que se podrán visitar hasta el 10 de marzo del 2024.Something Beautiful: Reframing La Colección, cuya primera parte abrió el pasado mayo compuesta por 500 obras, presenta con otra mirada la colección permanente del museo, comentó su director, el mexicano Patrick Charpenel.Explicó que los curadores del museo han dado un giro a la forma tradicional en que se han estado presentando las exposiciones, para hacerlo ahora desde la perspectiva “de las raíces culturales, de los conflictos culturales en el siglo 21″, tras conversar con curadores de otras instituciones que coleccionan arte puertorriqueño y latino, además de artistas y líderes comunitarios.Obra sin título del artista puertorriqueño Jorge Soto, (Ruth E. Hernández Beltrán/)Los trabajos ahora están mezclados y no separados por temas como solo fotos, o carteles, etc. “Todos los museos tenemos que abordar esto más desde la perspectiva histórica y cultural que desde la perspectiva formal”, afirmó Charpenel, que se mostró complacido porque la colección del museo ha crecido con donaciones recientes que han recibido y de las que por ahora, dijo, no puede dar detalles.“Espero pronto poder hacer ese anuncio para celebrar”, afirmó Charpenel, lo que ocurre en medio de la expansión que encara el museo, que recibió 9 millones de dólares de la ciudad para ese fin. Eso les permitirá tener expuesta su colección permanente mientras muestran otros trabajos en las nuevas galerías, comentó.Edgardo Gimenez (Gentileza Malba)En esta segunda parte de ‘Something Beautiful: Reframing La Colección’, destaca el trabajo de los argentinos Edgardo Giménez (1942), que impulsó el Pop Art en su país durante las décadas de 1960 y 1970 a través de sus carteles y su tienda de diseño Fuera de Caja y el de Jaime Davidovich (1936-2016).El trabajo de Davidovich, un artista conceptual y pionero del arte televisivo, abarca las muchas estrategias que desarrolló como miembro de la escena artística experimental del centro de Nueva York, incluida su temprana adopción de la televisión de acceso público como lugar para actuaciones de vanguardia.En la muestra también destaca el trabajo de Sophie Rivera (1938, Nueva York), que recorrió los condados de la ciudad tomando fotografías de su gente y lugares, incluidas imágenes casi abstractas de la ciudad y sus escombros, y el de Pepón Osorio (1955, Puerto Rico), con ‘La cama’.’La cama’ del puertorriqueño Pepón Osorio (Ruth E. Hernández Beltrán/)Es una instalación que muestra una antigua cama de pilares del artista, en un espacio que asemeja un dormitorio pintado de rosa, que está embellecida de elementos como juguetes, cuentas, y recuerdos personales y cubierta por una colcha de “capias”, un recuerdo que se otorgaba a quienes asistían a bodas, cumpleaños y bautizos.De acuerdo con los curadores, Rodrigo Moura y Susanna V. Temkin, esta instalación tipifica la estética del exceso del artista y hace referencia a los rituales culturales y la dinámica de los espacios públicos y privados que son de especial importancia para sus compatriotas puertorriqueños, y que el artista dedica a la mujer que le crió en Puerto Rico.Destaca también entre las obras el trabajo de arpilleras chilenas – esposas y madres de desaparecidos- hecho durante la dictadura de Augusto Pinochet, cuyas piezas fueron una voz durante marchas de protesta, comentó Temkin.’Señora de las conchas’ del artista puertorriqueño Diógenes Ballester (Ruth E. Hernández Beltrán/)Las piezas, “símbolos de resistencia” según la curadora, fueron sacadas del país de contrabando y vendidas internacionalmente para mantener a sus fabricantes y financiar el movimiento chileno de resistencia a la dictadura.El dominicano Tony Capellán presenta una obra que muestra sandalias recogidas en un río de su país y la parte superior que sujeta los dedos están hechas de alambre de púas.En la muestra hay también una sección dedicada al hip-hop, movimiento que este año celebró los cincuenta años de su nacimiento en Nueva York, afiche de famosos, trabajos en torno al color de la piel, y obras en torno a los Taínos, la única sala con trabajos expuestos en la primera parte que permanecen desde que abrió “Something Beautiful: Reframing La Colección”.Fuente: EFE.[Fotos: Ruth E. Hernández]
Imagen de la presentación del libro de Josefina Ricotta en el Museo Moderno“Una última cosa quiero dejarte en este cuento. Al menos alguna vez en la vida dejate domesticar por una mascota y alguna que otra vez, intentá ser quien la domestique”, concluye unos de los cuentos de Historias de papel. Un libro para Jacinta, de la joven autora Josefina Ricotta.Esta publicación es el tercer título de la Colección Inquieta que publica el Museo Moderno y que forma parte del proyecto de sustentabilidad social con perspectiva de diversidad, equidad, accesibilidad e inclusión (DEAI). Se trata de un proyecto sensible que permite descubrir cómo el arte puede favorecer el proceso de sanar y transformar la vida de las personas y su futuro.Desde hace años, el Museo Moderno está a la vanguardia en la producción de proyectos artísticos inclusivos que garantizan el disfrute de experiencias museísticas a todas las personas. A través de programas educativos, visitas guiadas, señalización y actividades especiales, el museo busca expandir las fronteras del arte a todos los públicos. El foco en la accesibilidad que garantiza el derecho de las personas con discapacidad a participar de las propuestas, dió como resultado que en el 2022 la institución obtuviera la distinción Directrices de Accesibilidad otorgado por el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación.Josefina Ricotta, autora de “Historias de papel. Un libro para Jacinta”“Uno de los más importantes objetivos de este gran museo público de nuestra ciudad es la inclusión y la accesibilidad. Desde hace diez años buscamos transformar nuestro museo en un espacio cada día más amigable, al que todos puedan acceder por igual y sentirse cómodos y bienvenidos. Este libro es sólo un tramo en ese amplio camino”, contó Victoria Noorthoorn, directora del Moderno, en diálogo con Infobae Cultura.En este sentido, en el 2021 se creó la Colección Inquieta, una propuesta literaria que complementa lo trabajado en las salas expositivas. Historias de Papel es el tercer título. Lo anteceden: Ni tonto ni holgazán, la adaptación de una historia que el artista Alberto Greco contó en una entrevista radial en 1956, con ilustraciones de María Wernicke; y Vuelvo como un jardín después del invierno del artista Cotelito, una historia que tiene al museo como protagonista y cuyo libro fue realizado con la tipografía OpenDislexic, amigable para lectores con dislexia. “La idea es que el arte y la literatura estén siempre al alcance de la mano de la gente porque confiamos que eso nos hace la vida mejor”, contó Gabriela Comte, editora de la colección del Moderno.El diseño de la publicación reproduce el cuaderno con los cuatro cuentos que fueron escritos e ilustrados a mano por Ricotta para su sobrina Jacinta. Con imaginación y frescura, la prosa de esta joven autora trae reminiscencias de grandes obras de la literatura como los cuentos de María Elena Walsh o El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. “Nosotros estábamos desarrollando una colección infantil pero en este caso decidimos crecer y que no solamente el destinatario de este libro sean los niños sino todas las familias, desde una perspectiva de inclusión y accesibilidad que en este museo es un eje transversal”, afirmó Comte.Sandra Mihanovich participó de la presentación del libro de Josefina RicottaPor su parte, Sandra Mihánovich, presente en el evento, admitió con emoción entre lecturas de fragmentos del libro: “Estoy acá porque yo soy tía también, soy muy tía, no tengo hijos pero tengo una sobrina, Sol”.Otra particularidad de este proyecto es que Josefina, la autora, tiene TLP (trastorno límite de la personalidad). Al enterarse de que su hermana estaba embarazada, logró sobreponerse a través de la escritura de cuentos para su sobrina que estaba en camino. Durante el proceso de edición del libro pudo reconocer pública y socialmente su condición para inspirar a otros. Reconocerse en su comunidad y asumir su propia identidad han sido momentos centrales en el proyecto editorial.Josefina Ricotta nació en 1992, en San Miguel del Monte (provincia de Buenos Aires). Es licenciada en Psicopedagogía y especialista en Neuropsicología clínica. Cuando cursaba sus estudios superiores realizó, a modo de oyente, varios seminarios de la carrera de Letras: Literatura argentina y latinoamericana, Análisis del cuento, Dramaturgia, Cine y psicoanálisis, y Literatura y psicoanálisis. Colaboró en una antología de cuentos y se desempeñó como correctora en varias oportunidades. Actualmente trabaja como directora académica de Mindfulness Argentina.* Historias de papel está disponible en la tienda del museo, junto a otros títulos de la colección y puede adquirirse en San Juan 350, C.A.B.A., los lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19 hs. y sábados, domingos y feriados de 11 a 20 hs.[Fotos: Julián Bongiovanni]