“Es un proyecto de verdadero alcance federal”, expresó el ministro de Cultura Tristán BauerEl Ministerio de Cultura de la Nación, a través de su Dirección Nacional de Elencos Estables convocó al productor musical Oscar Mediavilla para llevar adelante la realización de este proyecto inédito que reúne versiones de las distintas canciones patrias y del Himno Nacional Argentino bajo la dirección musical de Gustavo Fontana. Tiene como objetivo poner este material sonoro a disposición de todas las escuelas argentinas y estará disponible a partir del 20 de junio en la página y redes del Ministerio.“El cancionero patrio es un hermoso proyecto cultural integrado por versiones inéditas de aquellas canciones que nos representan y nos definen como argentinas y argentinos. Fueron realizadas por nuestros elencos nacionales, que reúnen músicos y músicas de excelente nivel, con tecnología de primera calidad y en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner. Este cancionero va a poder ser disfrutado por todos los y las estudiantes de nuestro país. Un proyecto de verdadero alcance federal”, expresó el Ministro de Cultura Tristán Bauer.Te puede interesar: La original experiencia del “Vivero Musical” cambia el paisaje cultural de MendozaSe trata de un ambicioso proyecto que por primera vez reúne a todos los elencos y demandó un profundo trabajo de revisión de arreglos para respetar las consideraciones oficiales en cuanto a tonalidades y partituras de referencia y adaptar cada una de ellas a las características de los elencos. Además, todos realizaron una hermosa versión en conjunto de nuestro Himno Nacional.Las canciones fueron interpretadas por los elencos nacionalesLa directora nacional de Organismos Estables, Mariela Bolatti, comentó: “Desde que soy niña he escuchado en los actos escolares muchas de nuestras canciones patrias en diferentes versiones. Sentí que era una deuda para los argentinos y argentinas contar con estas piezas que son tan queridas y simbólicas. Desde que estoy a cargo de los elencos estables tengo el deseo de llevar adelante un nuevo registro de estas composiciones en la interpretación de los mejores profesionales de nuestro país, que son los integrantes de nuestros organismos orquestales y corales, nuestros cantantes e instrumentistas que llevaron adelante la concreción de este proyecto. Ahora va a poder ser disfrutado en las escuelas de todo el país”.Participaron de esta histórica realización el Participaron de esta histórica realización, la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, el Coro Nacional de Música Argentina, el Coro Nacional de Niños, el Coro Polifónico Nacional, el Coro Polifónico Nacional de Ciegos, la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, la Orquesta Sinfónica Nacional y el programa Escuela de Canto Coral.Fue una producción de Oscar Mediavilla“Tuve la suerte y el honor de haber sido convocado para realizar esta grabación que incluye a los elencos estables, o sea, a las orquestas más importantes que tenemos en el país. Además, lo hicimos con la tecnología más avanzada, con Dolby Atmos. Es un trabajo que me enorgullece y me llena de alegría y, para corresponder que me hayan elegido, hemos puesto muchísimo cariño, muchísimo trabajo que no tiene que ver solamente con el arte, sino también con la voluntad de hacer algo que va a quedar para siempre. Estamos haciendo las canciones patrias, que son realmente bellísimas, y eso no es poco. Los mejores músicos están ahí tocando y deleitándonos para que todos las podamos disfrutar”, afirmó el productor musical del proyecto, Oscar Mediavilla.Las canciones estarán disponibles a partir del 20 de junioLos ensayos y las grabaciones fueron realizadas en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner bajo la supervisión y el trabajo técnico de los estudios Media Music, que también tuvo a su cargo la edición y la mezcla final. Los temas que integran el Cancionero Patrio son: “Aurora”, de Héctor Panizza, interpretado por la Orquesta Sinfónica Nacional con la voz solista del tenor Sebastián Russo, integrante del Coro Polifónico Nacional; “Himno a Sarmiento”, por el Coro Polifónico Nacional; “Canción a la Bandera”, por el Coro Nacional de Niños; “Marcha de San Lorenzo”, por el Coro Polifónico Nacional de Ciegos con acompañamiento de piano; “Himno a las Malvinas”, por la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y el Coro Nacional de Música Argentina; “La chacarera de Güemes”, por la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y el Coro Nacional de Música Argentina y el “Himno Nacional Argentino”, por todos los elencos nacionales, incluidos los niños miembros del programa Escuela de Canto Coral.Seguir leyendoEl histórico Teatro Alvear de Buenos Aires tiene fecha confirmada de reaperturaMaría Suárez estrena su ópera, una historia de amor inclusiva y desafiante frente a los prejuiciosFilba: todo lo que tenés que saber sobre la nueva edición en Santiago del Estero
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50 años de hip hop, el género que nació marginal y hoy es el motor económico del Bronx (EFE)El hip hop nació hace cinco décadas en El Bronx, una zona entonces asociada con la violencia y la droga, y medio siglo más tarde este distrito de Nueva York busca convertirse en la Meca de este arte, que ha pasado del underground a la cultura popular, con el potencial de atraer a miles de turistas.Todo comenzó el 11 de agosto de 1973 en el edificio 1520 Sedgwick Avenue cuando DJ Kool Herc montó una fiesta y decidió probar algo nuevo en sus dos tocadiscos: estiró el ritmo instrumental -breaking (romper)- para que la gente pudiera bailar esa parte por más tiempo.El Grand Wizzard Theodore añadió otra técnica a la caja de herramientas del hip-hop: scratching (rascar). Inventó esta técnica, que consiste en mover los discos de un lado a otro mientras suenan, en su habitación mientras hablaba con su madre.50 años del Hip HopPoco a poco el sonido, ritmo, estilo y baile del hiphop fue tomando forma en el barrio de South Bronx, donde se daban conciertos y montaban fiestas, a veces incluso en edificios en ruinas o abandonados. El término hip hop en sí mismo tardaría unos años en hacerse conocido, hasta finales de los 70 en Nueva York.La cultura del hip hop va más allá de un sonido y en su medio siglo ha tenido diversas ramificaciones, pero se expresa en cuatro pilares: rapear, pinchar música, el breakdance y el graffiti.Te puede interesar: Del jazz al hip hop, una historia de improvisación y libertad a través de la músicaPese a que han salido grandes símbolos del hiphop en otras zonas de Nueva York -The Notorious B.I.G. en Brooklyn, Puff Daddy en Harlem o Nas en Queens-, el Bronx sigue siendo el lugar de referencia por sus raperos de la vieja escuela como: Grandmaster Flash, Fat Joe o KRS-One.El sueño de rapear en el Bronx“Cualquier artista de hip hop sueña con estar en el Bronx”, relata Leonidas, un chileno que lleva cantando en las calles y metros de Nueva York desde que llegó a la Gran Manzana hace un año. Leonidas, un chileno que lleva cantando en las calles y metros de Nueva York (EFE)Aunque su estilo es muy distinto al hip hop original -su sonido es mezcla de merengue, house y hip hop y su referente es Sandy & Papo-, Leonidas dice que tiene “mucho respeto al estilo underground del rap”.Su lugar favorito para cantar en el Bronx son las inmediaciones del estadio de los Yankees. “El Bronx es puro arte, tienes que crear un producto bueno porque te critican, te dicen: ‘Eso no está bueno, eso no suena bien’. Y si ven que tú das algo bueno, ellos dice: ‘Oh, wow. Qué bueno hermano, mis respetos”, anota el artista.El hip hop, un “catalizador económico” para El BronxA finales de 2024-principios de 2025 se abrirá en South Bronx, a la orilla del río Harlem, el Museo Universal del Hiphop.“El Bronx es la nueva Meca de las artes culturales. Somos el primer gran museo que se construye dentro de un distrito que no es Manhattan, lo cual es una gran ventaja para El Bronx”, explica el director ejecutivo del museo, Rocky Bucano, en un tour a la prensa por el museo aún en obras.Te puede interesar: Wu-Tang Clan, la enciclopedia del hip hop globalEste museo cuenta con un presupuesto de 65 millones de dólares (60,7 millones de euros) y está financiado en gran parte por la ciudad y el estado de Nueva York, aunque también han ayudado sendas donaciones de 5 millones de dólares de los senadores neoyorquinos Chuck Schumer y Kirsten Gillibrand (demócratas), más otra similar de Microsoft.El lugar contará con dos plantas, en las que se repartirán varias salas para exposiciones en las que se relatarán el pasado, presente y futuro de este movimiento convertido en internacional, además de dos teatros y una terraza restaurante.Una calle del Bronx (EFE)Bucano tiene claro que este museo será de un gran atractivo turístico, ya que ve el éxito que está teniendo una sala de exposiciones paralela que se abrió en la zona a la espera de la inauguración del museo.“La mayoría de las personas que vienen a visitarnos nunca han estado antes en el Bronx antes, así que ya sabemos que el Museo Universal del Hiphop será un importante catalizador económico para esta área del sur del Bronx”, recalca.Propiciar viviendas asequibles en un barrio humildeMás allá del hip hop y el turismo, el museo busca integrarse en la comunidad de este distrito -que a día de hoy sigue siendo el hogar de grupos minoritarios y personas con recursos limitados-. Por ello, la galería formará parte de un edificio de 23 pisos que acogerá 500 viviendas asequibles.“Somos el ancla cultural de este desarrollo de viviendas (…) La ciudad de Nueva York, como todas las grandes ciudades, necesita viviendas asequibles y estamos muy emocionados de que este proyecto represente el verdadero espíritu de comunidad (del Bronx)”, anota Bucano y explica que hasta el momento unas 40.000 personas se han apuntado a esta lotería para solicitar vivir en estos apartamentos que se levantarán por encima del museo.Fuente: EfeSeguir leyendoEl hip hop cumple 50 años y lo celebra con una muestra de fotografías en Nueva York“5 mil disparos”, una radiografía de la cultura hip hop en los barrios
La idea de “Hijos de la fábula” surgió al mismo tiempo que la de “Patria”, cuando la organización terrorista ETA anunció en 2011 el cese definitivo de la actividad armada.Conocí a Fernando Aramburu en febrero de 2017. En realidad debería decir que me escribí con Fernando Aramburu en febrero de 2017, cuando le propuse hacerle unas preguntas a propósito de su novela Patria, que, recién llegada a Latinoamérica, me había dejado sin habla, a mí que si algo no me cuesta es hablar. Entonces intercambiamos preguntas y respuestas y la entrevista se publicó en Infobae. Me quedo con el título de esa charla: “No hay nada admirable en quienes tratan de construir un paraíso social con sangre ajena”. Y me quedo con esa frase porque es un buen resumen del modo en que Aramburu piensa el tema ETA o, mejor, del modo en que piensa sobre el terrorismo.Unos años después, en 2020 y en plena pandemia, nos vimos las caras pero a través de la pantalla, cuando lo entrevisté a propósito del estreno de la miniserie basada en Patria. El mundo estaba entre paréntesis entonces pero la literatura y las ideas seguían circulando. Txato, Bittori, Joxian, Miren, Joxe Mari, Arantxa, Xabier, Gorka, Nerea: todos esos nombres vascos daban vueltas en las cabezas de los lectores y comenzaban a ser inolvidables también para los espectadores de la serie. Esas dos familias amigas que terminan enfrentadas por el terror y la manipulación política se convertían para siempre en símbolo de sociedades resquebrajadas y sufridas.Hace algunas semanas pude por primera vez hacerle preguntas sobre su obra a Aramburu de manera presencial durante la presentación de su novela Hijos de la fábula (Tusquets) en la Feria del Libro. El centro de la conversación fue este nuevo libro, una suerte de tragicomedia que también tiene a ETA en el centro de una historia y que narra las peripecias de dos chicos jóvenes y entusiastas que son reclutados y viven en una granja de pollos de Francia, donde fueron recibidos por una pareja que colabora con la organización terrorista, a la espera de las instrucciones para convertirse en militantes.Te puede interesar: Fernando Aramburu, después de “Patria”: “Todavía queda mucha gente convencida del proyecto terrorista, pero ahora la vía no es la violencia”Es octubre de 2011 y la historia conspira contra sus deseos: ETA anuncia el cese definitivo de la actividad armada de la organización. Así, Asier y Joseba buscan esconder su frustración y deciden seguir adelante y actuar por su cuenta aunque les falta todo: armas, entrenamiento, disciplina, dinero…Fernando Aramburu nació en San Sebastián en el año 1959. Es autor de libros de cuentos como Los peces de la amargura y de las novelas Fuegos con limón, Los ojos vacíos, El trompetista del Utopía, Viaje con Clara por Alemania, Años lentos, Ávidas pretensiones, Patria y Los vencejos.”Hijos de la fábula”, de Aramburu, vuelve a ETA pero en clave tragicómica.—Lo primero que tengo para preguntarte es cómo surge la idea de Hijos de la fábula. Leí en alguna entrevista que en ese octubre de 2011 aparecieron al mismo tiempo las ideas de Patria y la de esta novela.— Sí, exacto. Bueno, por fortuna la organización decidió detener su actividad, denominada por ellos mismos actividad armada. Y entonces tampoco estábamos muy seguros de que cumplieran con lo que estaban diciendo; no habría sido la primera vez que anunciaban una tregua y la aprovechaban para reorganizarse, y al cabo de un tiempo volvían a cometer atentados. Me surgieron algunas preguntas, entre ellas si todos los militantes estarían de acuerdo con esta decisión o se escindirían y continuarían la lucha por su cuenta. No tenía respuesta ni a quién preguntar, entonces, como tantas otras veces, recurrí a la literatura para responderme a mí mismo en forma de una historia. Y esto coincidió con el hecho de que yo tenía desde hacía mucho tiempo el deseo de mofarme de los terroristas. Cosa que, mientras actuaban, no me parecía posible puesto que estábamos demasiado ocupados en asistir a funerales, en llorar, en protegernos para que no nos hicieran daño. Y, por otro lado, yo tenía, lo sigo teniendo, un escrúpulo moral que me impide afortunadamente aumentar el dolor de quienes ya han sufrido haciéndolo por vía de la mofa, de la sátira, del sarcasmo. Entonces, tirando de esa punta de hilo, fue surgiendo la posibilidad de una trama.Y esto coincidió con la idea de Patria y entonces consulté con los amigos, les pregunté qué hacía primero, puesto que yo no soy capaz de escribir dos libros simultáneamente. Entonces los amigos y “la costilla” me dijeron que primeramente abordase el proyecto dramático, serio, oral, que fue Patria.— Y, al mismo tiempo, más tarde decidiste que no fuera Hijos de la fábula la siguiente novela a publicar. Hay otra novela en el medio, Los vencejos. ¿Por qué?— Es fácil de entender que una cosa es escribir y otra publicar. Y entonces el editor y yo nos dimos cuenta de que Patria estaba teniendo mucha repercusión y estaba mereciendo una cantidad considerable de elogios, con la posibilidad de que después me los cobrasen y que los pagase el siguiente libro. Para escurrirme de esta posibilidad, lo que hice fue dedicarme a otros géneros; tampoco me apetecía volver a afrontar un éxito desmedido, que tiene una faceta agradable y halagadora pero también tiene unos ingredientes de trastorno puesto que lo aleja a uno del escritorio, que es el lugar donde yo francamente me siento a gusto en esta vida y en este planeta. Y esta novela ya estaba hecha hace bastante tiempo y decidimos mantenerla en el refrigerador. Lo que me permitió, además, un par de años después darle un repaso que creo que le ha venido bien.— Decís que hubo un repaso y que le vino bien y seguramente la pensaste desde otro lugar, años después. Pero el género imagino que era el mismo y la idea tragicómica estaba ya en la base, como la construcción de personajes protagonistas jóvenes, ingenuos y entusiastas, que se parecen bastante a Joxe Mari, de Patria, en algún punto.— Sí, bueno, mis detractores, que se ocupan de mí más que mi propia familia, suelen decir que mis terroristas son simplotes, son ingenuos. En cierto modo reflejan lo que han sido muchos de ellos en la vida real porque hay que ser muy simplote para sacrificar la propia vida, abandonar a los amigos, el pueblo, renunciar a una vida laboral o a la construcción de una familia para dedicarse a matar a otros. Y en la mayoría de los casos terminar en la cárcel durante mucho tiempo, ¿no? En mi novela no se explícita cómo son los personajes. Yo no narro nunca explicando. Tampoco antepuse un prólogo ni notas al pie de página donde se indica a los posibles lectores “este personaje es tonto”. No hace falta. Yo pongo a los personajes a actuar, van, vienen y dialogan. Y después cada lector sacará sus propias conclusiones.Yo no narro nunca explicando. Tampoco antepuse un prólogo ni notas al pie de página donde se indica a los posibles lectores “este personaje es tonto”. No hace falta.De todos modos, quien lea con cierta atención asistirá al concepto, a la idea que tienen estos muchachos de lo que es la vida humana. De su relación con el colectivo humano, con la sociedad, y percibirá que tienen una serie de ideas fijas que no son propias, que les han transmitido. Dicho de otra manera, tienen una ideología que les ha colonizado el cerebro, a la que yo mismo estuve expuesto. Yo también nací en pleno País Vasco y también tuve 14, 15 años, y ahí estaba en el ambiente esta ideología o la presión grupal, que atrajo a algunos. Por fortuna no caí en este paso. Y todos los personajes actúan de una manera lógica, racional, pero conforme a una ideología. Y, particularmente, uno de ellos es muy aficionado a la disciplina, está como muy militarizado aunque jamás ha empuñado un arma; no tiene experiencia ninguna, pero sí tiene una idea fija de lo que pretenden y tienen las ideas muy claras. Él mismo dice “necesitamos pocas pero claras ideas, ¿no? Así y todo hice un esfuerzo para dotarlos de unas biografías, de unas peculiaridades psicológicas. O sea, no solamente son recipientes de ideas o de ideas políticas.”La lectura a tiempo de Albert Camus me terminó de vacunar contra la violencia”, dijo Aramburu en la Feria del Libro. (Foto: Alejandro Guyot)— Estoy pensando en algo que tiene que ver con la ternura de estos personajes. Porque posiblemente también tiene que ver con la edad que tienen y con el momento en que decidieron abandonarlo todo. Son muy chicos.— A mí mismo me daban pena. Yo sentía compasión con ellos pero, claro, es una compasión que no está asociada a la admiración.— Claro.— Porque tengo una idea más bien afectuosa del ser humano. Afortunadamente. Bueno, pues tal vez porque ya de pequeño la religión que me transmitieron y que luego abandoné me procuró unos rudimentos morales que me servían ya a edad temprana para saber lo que está bien y lo que está mal. A mí ya a los 5 años me habían vacunado contra el terrorismo porque nunca he entendido que se pueda construir una sociedad mejor matando a los demás. No sé, es como jugar al ajedrez pero no siguiendo unas normas sino derribando las piezas del contrario hasta quedarse a solas con el tablero. Esto no me convenció nunca. Y, posteriormente, en una edad peligrosa en la que podía haber sido susceptible también de convencerme de todo esto que estaba allí, como digo, en el ambiente, en la cuadrilla de amigos, en el colegio, muy visible en las calles en forma de pintadas, pancartas, manifestaciones, pues la lectura a tiempo de Albert Camus me terminó de vacunar contra la violencia. Y, de hecho, aunque yo no conduzco mis novelas a una moraleja, no intento dar lecciones, sí es verdad que cuando escribo mis manos están determinadas por mi absoluta negación de la violencia en cualquier sentido, no solamente aquella que tuve cerca desde la niñez.— Hablamos de la lectura, estás hablando de Camus, y digamos que un lector que tenga una cierta experiencia de lectura encuentra resabios de literatura, de lecturas, desde el Quijote hasta Esperando a Godot y hasta el esperpento de Valle Inclán. Decís que querías mofarte de los terroristas pero me gustaría que me contaras como pensaste el modo en que lo ibas a hacer. Si había un modelo literario que tenías en la cabeza o si fue surgiendo esa forma.— No, no, no, a mí me halaga mucho cuando una persona que se ha tomado la molestia de leer mis libros afirma que se leen fácilmente porque el trabajo que cuesta alcanzar eso es considerable. Yo sé por experiencia que es mucho más fácil y más rápido escribir intrincado, barroco, abstruso, aparentando decir algo mediante palabras. O sea, el arte de no decir nada mediante palabras no forma parte de mis actividades.Esta novela forma parte de una serie, Gentes vascas. De hecho es el tercer título. Y en cada uno me impongo una dificultad. Soy muy aficionado a imponerme retos técnicos que muchas veces proceden de una decisión arbitraria, caprichosa, pero que, aplicada, se convierte en norma. Y además me resulta productiva. Digo esto porque si noto que el trabajo fluye con demasiada rapidez, desconfío. Desconfío del trabajo y de mí mismo. Entonces, antes de empezar las novelas tomo una serie de decisiones del tipo técnico, siempre con la esperanza de que los lectores no perciban el sudor del escritor. El esfuerzo no debe notarse. Quiero decir, sí, en este caso opté por una concisión extrema. ¿Qué quiere decir esto? El final no lo revelaré pero esto sí: en toda la novela no hay una frase con más de un verbo.Te puede interesar: Dos jóvenes vascos que quisieron seguir siendo ETA después de ETA: el autor de “Patria” vuelve a meter el dedo en la llaga— Eso es increíble.— Entonces yo pensé, ingenuamente, que esto sería muy sencillo. Como si la novela consistiera en una sucesión interminable de telegramas. Sin terminar la primera página ya me di cuenta de que me había metido en camisa de once varas. Yo aprovecho la ocasión para aconsejarles un juego, sobre todo si les cuesta conciliar el sueño resulta entretenido en lugar de contar ovejas. Una vez apagada la lámpara intenten ustedes hablar en frases de un solo verbo. Quizás no en voz alta, si tienen vecinos o familiares que se puedan preocupar. Y se darán cuenta de que antes de un minuto ya han cometido un error. De hecho, en la versión que entregué a la editorial había media docena de frases con un verbo porque algunos están como entreverados en dichos, en refranes, en frases hechas. Bueno, para que la prosa fluyera tuve que idear una serie de recursos sin los cuales creo yo que esto no habría funcionado.Bien. ¿Por qué hice esto? Bueno, si he de ser sincero no lo sé. Pero sí me fui dando cuenta de que formaba el suelo verbal adecuado para el tipo de historia que yo pensaba contar. Y, por otro lado, porque estoy acostumbrado a esta manera lacónica, concisa, de hablar de los varones vascos, no de todos, naturalmente. Pero me resulta muy familiar ese tipo de diálogos con frases inacabadas. Yo recuerdo haber estado con mi padre los dos sentados a una mesa durante largo rato sin hablar y, sin embargo, había una intensa comunicación. Qué nos decíamos no lo sé, pero algo nos decíamos. O simplemente pues eso, nos encontrábamos y uno decía “¿Qué?” “Bien”, decía el otro. Y estaba todo dicho. Entonces, esta manera de expresarse lacónica, como muy ahorrativa de palabras, me parecía que les iba bien a los personajes y a su situación. Intuitivamente noté que la historia me pedía expresarme de esta manera.Aramburu: “Si uno contara realmente algunas chapuzas, torpezas cometidas por algunos comandos de ETA, nadie se las creería. Lo que pasa es que como hacían tanto daño no había ocasión para reírse”.(Martín Rosenzveig) (Martin Rosenzveig/)— Hay un personaje importante en la novela, Txalupa, que es más grande que estos muchachos pero de quien ellos dependen en un par de ocasiones que son clave dentro de la historia, y que es alguien que estuvo justamente en la organización pero que ya no cree en sus propósitos. Hay como un cinismo en él, me gustaría que contaras un poco sobre la construcción de este personaje.— Bueno, Txalupa fue un militante verdadero que tiene un recorrido personal dentro de la organización. Que conserva el arma. Que tiene un problema físico en forma de asma que le impide participar plenamente de las actividades de la organización y que ya terminó su carrera y, entonces, como tantos otros que no terminaron en la cárcel, pues queda colgado en cualquier lugar de Francia sin un horizonte vital digno de cualquier persona, trabajando con la mente, viviendo en un ático en malas condiciones. Y como éste, ha habido otros. Se menciona un caso real que hubo en la ciudad de Toulouse, que es donde vive Txalupa. Apareció un cadáver que llevaba más de un año en la morgue del hospital sin que nadie supiera quién era. Y era un militante de ETA que había muerto por causas naturales en un parque. Lo curioso del caso es que yo conocía a este militante. Era un chico, un chaval, un pibe de mi barrio. Uno que sí cayó en este asunto en compañía de otros. Y eso me golpeó fuerte. Muchas veces me he preguntado por qué yo no ingresé en esa organización y otros con los que yo jugaba al fútbol en la playa de mi ciudad, en el patio del colegio, sí lo hicieron. Y de alguna manera tengo respuesta, aunque quizás no completa. La circunstancia de haberme criado en una ciudad creo que fue ventajosa para mí. En un pueblo pequeño no hay escapatoria posible. El control de la población es fácil, rápido y completo. Es muy arriesgado disentir cuando uno vive en una comunidad en la que todos se conocen.Otra posible causa es, ya lo dije antes, el hecho de que he tenido unos principios morales que no es que me apartaran de hacer el mal sino que, cuando lo hacía, me generaban unos grandes remordimientos de conciencia. Yo confieso que alguna vez en alguna librería “se me olvidó” pagar el libro correspondiente y una vez leídos los devolvía a la librería. Pero además en buen estado. Y devolverlos, dejarlos en su sitio, era más difícil que llevárselos. Y lo peor de todo no es eso sino que con los años supe que el librero se daba cuenta. ¿Y por qué no me lo decía? Bueno, por cierto, yo he escrito sobre esa librería que fue atacada, quemada, etcétera. Pero era así, no tenía dinero suficiente pero tenía el afán de lectura y entonces tomaba clandestinamente prestados los libros. Digo esto porque naturalmente yo desarrollé en el proceso una conciencia moral que me determinaba.Imagen capturada de la página digital del diario Gara en la que se publicó un comunicado de la organización terrorista ETA anunciando “el cese definitivo de su actividad armada”. (EFE/Javier Etxezarreta/Archivo)
(Javier Etxezarreta Javier Etxezarreta/)Y la tercera razón, y aquí sí que no tengo dudas, es el hecho afortunado de que me hice lector a edad temprana. Esto se lo debo sobre todo a un profesor de colegio. Era un hombre de espina bífida. Llegaba con sus muletas, era un hombre pequeño, frágil, del cual la manada de chavales, éramos todos varones, se podrían haber aprovechado para reírse de él pero no, se ve que irradiaba una especie de prestigio con el cual nos tenía dominados. Y este señor tenía la costumbre de leernos al principio de la clase. Era profesor de lengua y literatura y sin que estuviera en el temario, nos leía un fragmento de Juan Salvador Gaviota. Luego nos hacía escuchar fragmentos de música clásica y fue como si hubiera entrado de repente una cebra en el aula. O un jabalí. Es decir, un animal extraño. Y entró en medio de aquel grupo de muchachos con las botas embarradas y caras de criminales tremendos. Y por curiosidad le pedí prestado un disco y lo escuché en casa en un tocadiscos pequeño y no me gustó nada pero pensé: algo tiene que tener esto porque si a ese le gusta es que tiene que tener algo. Y volví a escuchar y pensé esto para dormir está bien pero… Y vamos a decir que era un disco de Tchaikovsky, que tampoco era un dodecafonista. Era una cosa dulce y en principio era un caramelo musical. Y vamos a decir que a partir de la quinta audición…— Ah, eras bien obsesivo.— Cuando mi madre ya estaba mirando en las Páginas Amarillas números de psiquiatras, me empezó a gustar. Es decir, me empezó a gustar porque era El lago de los cisnes. Me quedé con algunas melodías y entré también en ese mundo. Y creo que esto me separó definitivamente de todo lo que fuera totalitarismo, violencia. Intuí que podía haber una manera creativa de estar en la vida ofreciendo a los demás lo que otros nos ofrecieron con anterioridad, libros, sinfonías, cuadros. Yo encontré ahí un camino, hasta hoy. Y de hecho yo estoy aquí por culpa de ese pibe que concibió el sueño de ser escritor y me he pasado 40, 50 años obedeciendo al muchacho. Por eso estoy aquí. Yo podría estar ahora jugando al golf pero me vigila desde el pasado y estoy acá todavía dándole gusto y le pregunto si no está satisfecho, oye, que te he dado Patria. No, no, no, que todavía, por favor, sigue. Y sigo obedeciendo.Te puede interesar: Fernando Aramburu: “No puedo crear una sociedad mejor causando mal a otros; prefiero cuestionarme mis ideas antes que dejar un reguero de muertos”— Hay un par de momentos creo de la novela en donde los personajes discuten acerca de quién va a contar su historia. Yo quiero contar lo que hacemos nosotros, dice uno de ellos, porque no quiero que lo hagan esos charlatanes que se llenan de plata vendiendo miles de ejemplares y que nos tratan de terroristas asesinos.— Sí. Bueno, ahí hay un juego que procede directamente de Cervantes. Soy muy aficionado a estas capas en las que mantengo un diálogo con la literatura, pero quiero decir que si el lector no lo percibe, tampoco pasa nada. Entonces los protagonistas serán todo lo ingenuos que se quiera, pero tienen conciencia histórica. ¿Qué quiere decir esto? Pues creen que están haciendo o que van a hacer historia. Y que, por lo tanto, deberá quedar para el futuro y para las futuras generaciones un relato de sus heroicidades, de sus hazañas. Pero a veces llevan a cabo acciones perfectamente ridículas. Bien, uno no tiene la facultad de escribir, ni la vocación ni las ganas, así que asigna al otro la futura tarea de escribir la historia del comando cuando estén en la cárcel, le dice. Ya dan por hecho que les va a pasar como a tantos otros etarras o militantes de ETA que terminaban tarde o temprano detenidos. Ellos hacen pruebas o maniobras de tiro. No tienen armas, entonces practican el tiro con palos de escoba y la detonación la pronuncian. Por cierto, esto mueve a risa pero no es creación exclusiva del autor: yo hice el servicio militar obligatorio en España y recuerdo que a menudo lanzábamos piedras que figuraban como granadas de mano. Tampoco había presupuesto para estar ahí vaciando el arsenal en maniobras. Por cierto, y esto lo ha dicho mucha gente, si uno contara realmente algunas chapuzas, torpezas cometidas por algunos comandos de ETA, nadie se las creería. Lo que pasa es que como hacían tanto daño no había ocasión para reírse. No es gracioso que les ordenen matar a una persona y vayan a hacerlo y se equivoquen porque son muy torpes, porque no han leído las instrucciones, porque no han identificado la foto, y matan a otra persona. O que les explote una bomba porque no tienen ni idea de explosivos porque son, pues eso, unos chapuceros y les explota la bomba con las consecuencias que cualquiera puede imaginar, ¿no? Esto no pasa en mi novela pero sí pasan por una serie de aventuras y algunas son ridículas y ellos son conscientes. Y entonces el que va de jefe le dice al otro: “Cuando escribas la historia, esto no hace falta que lo cuentes”.”Patria”, la gran novela de Aramburu— Vuelvo al cinismo, te preguntaba antes por Txalupa.— Txalupa me permite anclar la historia que yo me estoy inventando en la realidad. Y hay varios anclajes de este tipo, lugares o personajes tras los cuales se puede esconder una persona real. Txalupa ya es, por así decir, un terrorista jubilado que además lleva en sí una carga grande de desengaño, de frustración. Es consciente de que ha sacrificado su juventud para llegar a una situación desfavorable desde el punto de vista personal. Y es consciente también de lo poco que cuenta el individuo dentro de una organización. A menos que sea, claro, jefe o ideólogo y tenga una responsabilidad mayor. Los demás son peones, les guste o no. Pero nadie los obligó a meterse en esto. Y quien dice esto dice la mafia o cualquier otra organización a las que es muy fácil entrar pero es muy difícil salir. Quiero decir: salir intacto.— Mucha de esa gente que buscaba o que busca la justicia en estas organizaciones tiene cargas de resentimiento personales o familiares que los llevan a trasladar eso personal a la injusticia del mundo. En este caso aparecen varios personajes así.— Bueno, pero esto se da siempre y lo verdaderamente perverso es que se considera que quien está en esa situación, está en posesión de la justicia absoluta. Y de hecho no actúan en nombre del mal. Todo lo contrario, están convencidos de que están haciendo lo que deben hacer y que lo que están haciendo es bueno. Y que cuando liquidan a alguien es porque es el enemigo al que se deshumaniza de alguna manera. Se le quita el nombre o se le asocia con algo desagradable. Por ejemplo, a los policías los llaman chapur que es perro. Esto no es privativo del terrorismo que vimos en España, esto es en general. Un islamista considerará a sus víctimas como paganas, que no merecen haber nacido, etcétera, etcétera, ¿no? Esto es peligroso. Esas fábulas, no todas las fábulas, conducen al fanatismo, que es precisamente de lo que estamos hablando. Y creo que hay que tener mucho cuidado con eso, donde se produce entonces el desencadenamiento de las tragedias, que son enormes y difíciles de detener.— Hay un momento que funciona como un choque de los nacionalismos porque estos dos chicos son atacados por ser extranjeros en Francia por unos barrabravas.— Sí, para mí es uno de los episodios clave. Ya dije antes que yo no narro explicando, efectivamente ellos reciben violencia de unos muchachos que salen del campo de fútbol después que su equipo perdiera. Dato que saqué de internet. Internet es muy útil para los novelistas (risas). Google Maps nos permite hacer como que conocemos lugares en los que nunca estuvimos. Por otro lado pone en peligro en general a la novela, en el sentido de que hoy día es difícil que el personaje se pierda. Con el GPS encuentra el sitio. Entonces, quiero decir que la épica en nuestros días está en una situación muy precaria. Pero volviendo a este episodio. Ellos son víctimas de la violencia de otros y claro, violencia que les parece injusta, gratuita. Los otros al salir del estadio los reconocen como no franceses y se divierten a costa de ellos. Les dan una zurra buena. Y después, en el piso donde están alojados, argumentan contra la violencia. Bueno, los lectores sacarán sus propias conclusiones.— El espacio del cementerio ya era muy importante en Patria, pero en esta novela también cumple como escenario un lugar importante.— Esto es un rito. Como de alguna manera Hitchcock aparecía en todas sus películas, en todas mis novelas hay por lo menos un episodio de cementerio. Da igual de qué trate la novela. De tal manera que si en el 2104 por la tarde se descubre una novela en un baúl abandonado y polvoriento en un desván y se publica con mi nombre y no tiene episodio de cementerio…Te puede interesar: “Patria”, una novela magistral— Sabremos que esa novela es fake (risas).— Esa novela es apócrifa. Y eso me lo tomo tan en serio que antes de empezar a escribir cada novela ya tengo más o menos situado el episodio del cementerio. Por qué hago esto no tengo ni idea. Cierta fascinación sí tengo por los cementerios. Tienen ustedes aquí un cementerio muy atractivo, la Recoleta, que visité hace cinco años y ahora cobran entrada. Pero me dijeron a los visitantes internacionales. Lo de internacionales da como cierta categoría así y todo me pareció una desfachatez tener que pagar por ver tumbas. Suelo visitar cementerios. Es un lugar que me divierte. Me tranquiliza. Me parece bien. Y probablemente sea el lugar donde más tiempo vivamos (risas).— Hay varias mujeres en la novela como María Cristina, o la granjera o como Karmele, la mujer de Joseba. Brigitte, también. Algunas de ellas con personalidades también dentro del grotesco, que es el tono que tiene tu novela.— Bueno, aquí hay un personaje femenino que es fundamental y que determina el desenlace y que, como en otras novelas mías anteriores, entra a media historia y lo cambia todo. Entonces uno de estos dos muchachos tenía su chica y, cuando entró en la lucha, como él dice, la dejó preñada y no sabe si es padre. En principio ya ha pasado el tiempo suficiente. Y no sabe si ha sido padre de una niña, de un niño. El otro es virgen y tuvo una madre bastante autoritaria que dominaba o gobernaba sus movimientos. Entonces no es que tenga una idea negativa de las mujeres sino que les teme. Las considera superiores en potestad de la palabra, en capacidad organizativa. Le duele reconocerlo pero además las asocia a la familia, al placer, a la intimidad compartida. Por tanto a acciones o actividades que distraen de la batalla. Y por tanto lo que hace es evitarlas. Lo tiene fácil porque ninguna se acerca a él. De manera que llevan una vida clandestina sin que nadie los busque o los persiga. Hasta que, y como ocurre en otras novelas mías donde me apetece provocar y generar prejuicios negativos o crear expectativas que luego no se cumplen, él se expresa negativamente de una mujer. Pero como tantas otras veces en mis novelas, cuando un varón dice bobadas y tonterías, y chorradas contra las mujeres, no faltan, vamos a decir, ni quince páginas para que entre una mujer en escena y le dé una lección. Aunque de una manera femenina, o sea, con sutileza y persiguiendo un objetivo que se va aclarando poco a poco. Entonces, este hombre que va de duro por la vida, a los pocos minutos de convivencia pues ya se ve que su dureza era simplemente una fachada.Aramburu: “No conozco esa sensación de estar ante el ordenador con la pantalla en blanco y no saber qué escribir”. (Foto: Eugenia Kais)Rutinas, prácticas, lecturas— Mencionaste dos veces la música. ¿Escuchas música cuando escribís?— No, no. No tengo más compañía que un cactus.— Que tiene nombre.— Tiene apellido. Sí, se llama Mendizábal. Es muy útil. Él y la perra, que la tengo debajo del escritorio, me liberan de la sensación de estar solo, abandonado. No, Mendizábal es el trasunto del posible lector o lectora. Entonces lo tengo ahí, me siento observado. Converso con él. Le adelanto posibles desenlaces. Y tiene la virtud de no llevarme nunca la contraria. No como sucede en casa, después. Y entonces, sí, tengo la sensación de que estoy escribiendo para alguien. Esto es una fantasmagoría pero me resulta productiva.— Dijiste “no como en casa, después”. O sea que no escribís en tu casa.— No, no escribo en casa. Y no puedo escuchar música cuando trabajo. Más que nada porque me gusta mucho la música y escucho un disco diario pero es en el momento en el que descanso. O sea, como, almuerzo y descanso. Entonces escucho un disco. Y a veces busco inspiración literaria en la música, en el sentido de que la sinfonía, la ópera o la improvisación del jazz también siguen unas estructuras, unos pasajes que se repiten, la creación de atmósferas. A veces pienso “esto podría yo trasladarlo tal vez al libro que estoy escribiendo” e introducir unas notas descriptivas o quizás unas determinadas sonoridades. Yo nunca me bloqueo, por ejemplo. No conozco esa sensación de estar ante, iba a decir papel pero yo escribo en ordenador, con la pantalla en blanco y no saber qué escribir. No me pasa nunca, aunque no tenga nada que decir, que ocurre con frecuencia. Pero entonces me impongo, y eso tiene que ver con la música, me impongo algún tipo de…— ¿Ejercicio?— De dificultad lúdica. Por ejemplo, digo, o le digo ahí a Mendizábal, que es el hombre más paciente del mundo, le digo mira, ahora voy a escribir un párrafo sin usar la letra “F”. Y ya está, eso me basta para empezar a probar y empiezo a producir. No descarto la necesidad de suprimir las tres primeras líneas o todo el párrafo, pero de alguna manera ya he entrado en ritmo creativo. Y esto, en realidad, me lo inspira un poco la música también.— ¿Siempre música clásica?— No siempre. También el jazz me atrae mucho.— En novelas en las que hay muchos personajes, ¿vas diseñando, tenés fichas, o alguna pizarra en donde estén puestos los nombres o datos de los personajes? ¿Algo que te ayude, además de lo que estás contando de la música para inspirarte, en el momento de trabajar?— Sí, sobre todo con Patria, que no solamente había muchos personajes sino también muchos narradores y yo tenía que repartir la historia entre nueve protagonistas. Y, entonces, para que no se me quedase ninguno descolgado y para que todos intervinieran de una manera equilibrada, pues tenía no una pizarra pero sí una hoja grande de papel donde iba anotando las sucesivas intervenciones. Acá no necesité esto porque esta novela en realidad sigue una línea narrativa, no tiene muchas ramificaciones. Yo tengo la costumbre de tener encima del escritorio al principio del trabajo un cuaderno en blanco. Es decir, yo no tomo notas y luego empiezo una novela sino que el cuaderno está en blanco y es como una ayuda a la memoria y es donde voy anotando primero las características de cada personaje. Las afirmaciones que hago sobre ellos. También un resumen del argumento de cada capítulo. Posibles ideas que se me van ocurriendo. Las llamo pendientes, como los que se llevan en las orejas. O pongo “Ojo” y hago una llamada de atención sobre, pues yo qué sé, una historia que comenzó e interrumpí para proseguirla treinta y siete páginas después. Sin esto, creo que sería muy difícil escribir una novela. No hay cosa más terrible para un novelista que incurrir en una contradicción. Internet está lleno de buscadores de gazapos. Nosotros llamamos gazapos a las contradicciones en las novelas, ¿no? Pues la chica rubia de la página 17 es de pelo oscuro en la 113. Y hay verdaderos malvados especialistas que van buscando esto y luego se dan el gozo de hacerlo público. Y para que no me ocurra esto, bueno, luego hay un proceso de edición y luego yo tengo dos confidentes literarios que leen todo lo que escribo antes de ser publicado y me señalan erratas, me dan consejos, me hacen críticas demoledoras que es lo que espero de ellos y no elogios porque los elogios no ayudan. Y, entre otras cosas, agradezco mucho cuando me descubren un error, un dato equivocado. El nombre de una calle mal escrito. Una cita inexacta. O sea, no estoy solo con el trabajo.Algunos de los libros escritos por Fernando Aramburu.— ¿Te ayuda vivir afuera para escribir sobre cuestiones vinculadas a España? ¿Sentís que esa toma de distancia física es positiva a la hora de escribir estas historias?— Sinceramente no lo sé porque no puedo comparar. La única perspectiva de la que dispongo es la mía y, si presto atención a lo que dicen otros sobre mí, es posible que sí me haya ayudado, por ejemplo, a sobrevivir. Alguien dijo una vez que vivir en Alemania era mi escolta, pues quizás tenía razón. De hecho yo me salí del tablero de ajedrez, voluntariamente. Como una pieza que se sale sola para que no se la coman. Bueno, yo me desplacé a Alemania hace 39 años por razones personales, familiares ya, y entonces vuelvo al ajedrez: sí que me da la perspectiva del que ve la jugada desde fuera. Ve las distintas piezas, lo que hace éste, lo que dice el otro, lo que añade esta. Y entonces sí, esa perspectiva puede que me haya ayudado. Me pierdo pues los detalles de la pieza que estaría a mi lado, esto es posible. Creo que no soy explicable sin mi cercanía a la literatura centroeuropea. Bueno, en general los críticos españoles me buscan padres y parientes literarios en la tradición literaria española, pero yo he leído e introducido mucha literatura en lengua alemana y soy consciente de que, después de haber leído y estudiado la obra de unos autores, he cambiado mi manera de escribir porque me han hecho consciente de algunos aspectos de la creación en los cuales yo no habría reparado sin ellos. Y, por otro lado, tengo acceso a la prensa alemana cuando escribe sobre mi país de origen y eso es muy interesante, es una perspectiva sin prejuicios. Y creo que me ayuda a completar un poco la visión de los hechos de mi tierra natal. Soy incapaz de escribir historias que no transcurren en España.— ¿Quiénes son esos autores centroeuropeos que leíste y cambiaron tu manera de escribir?— Bueno, hay varios. Una experiencia que me marcó mucho fue leer a Kafka en la versión original y descubrir que es un escritor que trata a toda costa de no incurrir en la literatura. Es decir, que escribe en una prosa aparentemente administrativa, plana, en la que nunca comete una metáfora, en la que nunca se permite una comparación. Me molesta un poco, aunque creo que es una batalla perdida, que se traduzca uno de sus libros como La metamorfosis porque es un título muy anti kafkiano, es muy literario. La traducción literal sería La transformación. Como titularon otros El castillo, El proceso. Es decir, son títulos que pretenden no ser literarios. Esto, modestia aparte, me parece que lo descubrí por mi cuenta y decidí incorporarlo a mi literatura. En mis libros desaparecieron hace mucho las metáforas brillantes, o la sintaxis demasiado cincelada. Y las comparaciones, que en el 99,99% de las veces son superfluas. Años después tuve un parto doloroso al traducir un autor que es poco conocido en el ámbito hispanohablante, que es Arno Schmidt, de quien yo traduje un libro de 120 páginas. Me costó nueve meses de sufrimiento continuo y estoy más orgulloso de esa traducción que de muchos de mis libros. Y, además, me propuse que el lector hispanohablante entendiera el libro. De hecho, creo que mi versión es más comprensible que la original para los lectores alemanes. No me estoy alabando, de verdad. Para ello introduje al final del libro cuatrocientas y pico de notas explicando las citas ocultas, la traducción de frases en noruego, también en lengua española, que son incorrectas.Aramburu se declara influido por autores centroeuropeos. Sobre el alemán Arno Schmidt, a quien admira y tradujo, dijo que “es un hombre curioso, que escribía contra los lectores”.— ¿Cuál es la obra?— La obra es El brezal de Brand. Y este Schmidt es un hombre curioso, que escribía contra los lectores. Este no es un caso que se da en nuestro ámbito literario, normalmente los autores de mi país, los de acá no lo sé, somos muy aduladores del público y “gracias por venir”, “qué bien que me leen”, “los lectores me dan libertad”, etcétera ¿no? Este escribía contra los lectores. Para que solo lo leyeran los que merecían leer sus obras. Se consideraba un genio pero no lo decía con soberbia sino de una manera objetiva. Y era un misántropo, pues se retiró con su pobre mujer a un pueblo, a una aldea cerca de donde yo vivo y que visité. Y además consulté el original de la novela escrito a lápiz y comprobé que en la edición alemana hay una errata que no está en la versión española. Y ese me marcó mucho porque tampoco aceptaba las normas ortográficas del alemán. No es que yo haga lo mismo, yo no escribo contra los lectores, porque Mendizábal no me dejaría (risas). Pero esto me abrió un poco la mente a jugar con el idioma. Es decir que escribir una novela no es contar una historia solamente sino que, en muchos casos, es mantener una pelea lúdica con el idioma.Seguir leyendo:“Patria”, una novela magistralFernando Aramburu, después de “Patria”: “Todavía queda mucha gente convencida del proyecto terrorista, pero ahora la vía no es la violencia”Fernando Aramburu: “No puedo crear una sociedad mejor causando mal a otros; prefiero cuestionarme mis ideas antes que dejar un reguero de muertos”
Jaffee comenzó a trabajar en Mad desde 1955 y se convirtió en el colaborador más longevo de la publicación al permanecer 64 años en la empresa (nytimes)Al Jaffee, el ingenioso ilustrador de la Revista Mad que era tan experto en la creación de chistes de dibujos animados chiflados como en la producción de comentarios sociales cáusticos, murió el 10 de abril en un hospital de Manhattan a los 102 años. Sus dibujos se metieron en las mentes de generaciones de jóvenes estadounidenses. La causa fue un fallo orgánico múltiple, según informó su nieta Fani Thomson.Jaffee fue el colaborador más antiguo de Mad y una de las voces definitorias de la revista, que creció hasta convertirse en una lectura obligada contracultural desde la década de 1950 hasta la época de la Guerra de Vietnam y más allá. Siguió dibujando para Mad hasta los 90 años y fue responsable de algunos de sus artículos más emblemáticos, como el desplegable “Respuestas rápidas a preguntas estúpidas” y “Los locos inventos de Al Jaffee”.Sus portadas de la Revista Mad marcaron a una generaciónSus inventos, como el cenicero sin humo, el dispensador de papel higiénico de varios rollos y una maquinilla de afeitar con un imponente número de cuchillas, rodillos y motores, eran poco menos que inverosímiles cuando los inventó para ridiculizar el mercantilismo de Madison Avenue. Jaffee contó que estaba encantado cuando “algo que pensé que era una broma”, al menos las máquinas de afeitar de varias hojas, “se convirtió en realidad”.Te puede interesar: Retiran de un colegio una novela ilustrada sobre Ana Frank porque “minimiza el Holocausto”La claridad de sus trazos, su inventiva y su perverso sentido del humor le valieron un puesto en el equipo de dibujantes y guionistas habituales de Mad (también conocidos como “la pandilla de idiotas de siempre”), así como el respeto de sus colegas. En 2008 ganó el premio Reuben, la máxima distinción de la National Cartoonists Society. Arnold Roth, ilustrador cuyo trabajo ha aparecido en Punch y el New Yorker, llamó a Jaffee “uno de los grandes caricaturistas de nuestro tiempo”.Jaffee comenzó su carrera como caricaturista en los años 40 (nytimes)El desplegable mensual, la viñeta de Mad más conocida de Jaffee, es un dibujo de una página con una pregunta encima y un pie de foto debajo. Cuando la página se dobla verticalmente en tercios, las dos secciones exteriores se unen para formar una nueva imagen y un nuevo pie de foto, que responde a la pregunta.Concebido en 1964 como una parodia de los desplegables de varias páginas que aparecían en revistas de lujo como Life y Playboy, el desplegable se convirtió en un elemento habitual y a menudo constituyó la única nota de editorialismo directo en las páginas de Mad. Un panel de 1968, realizado en plena Guerra de Vietnam, mostraba a unos estudiantes en el exterior de un centro de empleo y preguntaba: “¿Qué es lo que la mayoría de los que abandonan la escuela están seguros de llegar a ser?”. Se doblaba para mostrar a un estudiante en un cañón con la leyenda: “Carne de cañón”.Al Jaffee tenía una manera muy particular y ácida de ver el humor que quedaba plasmada en cada caricaturaUna imagen que mostraba a los candidatos presidenciales de 1972 chapoteando en una piscina prometía revelar lo que el público podía esperar de estas elecciones. Al doblarla, la imagen se convertía en un retrete gigante con un pie de foto que decía: “Lo mismo de siempre”.Jaffee remontó otra de sus populares viñetas al día en que estaba encaramado precariamente a su tejado intentando arreglar una antena tras una tormenta. El artista oyó pasos subiendo por la escalera y luego a su hijo preguntando: “¿Dónde está mamá?”. Jaffee respondió que la había matado y la estaba metiendo en la chimenea. Así nació “Respuestas rápidas a preguntas estúpidas”, en el que a una pregunta inane le corresponden tres posibles respuestas sarcásticas.“¿Son gemelos?”, pregunta una amable anciana en uno de los paneles, mirando a dos niños idénticos. Su madre responde: “No, son un par de desconocidos idénticos”; “No, se llevan nueve años de diferencia. El tabaco frenó el crecimiento del mayor”; y “No, es hijo único. ¿Quién es su oculista?”.El espíritu de oposición también guió el trabajo de Jaffee fuera de Mad. Su tira cómica sindicada para periódicos “Tall Tales” (1957-1963) subvertía la forma horizontal produciendo una viñeta vertical cuyo gag se revela a medida que el ojo se desplaza por el panel. Como antídoto a Superman, Jaffee concibió al Hombre Inferior, un desventurado superhéroe que a la primera señal de problemas corre a una cabina telefónica y se vuelve a poner la ropa de civil. Este impulso satírico surgió en parte de su sentimiento de eterno marginado.La muerte fue confirmada por el editor de la revista de comics Hogan’s Alley, Tom Heintjes, y Fani Thompson, la nieta del artista (nytimes)Abraham Jaffee nació en Savannah (Georgia) el 13 de marzo de 1921, hijo de inmigrantes judíos procedentes de Lituania. Su padre regentaba unos grandes almacenes y abrazó la vida americana, dibujando personajes de cómic para el joven Jaffee y llevándole a trabajar los sábados para que se divirtiera en el departamento de juguetes. Jaffee describe a su madre como una excéntrica que echaba de menos su país natal y a la que consternaba que su marido trabajara el sábado. Cuando Jaffee tenía 6 años, se desarraigó con sus tres hermanos pequeños y los llevó al shtetl de su infancia en Zarasai, Lituania. Su padre se quedó.El joven Jaffee se encontró en un mundo de calles de barro y carros tirados por caballos. Aprendió yiddish y se ganó a los niños del lugar dibujando personajes de cómic, a veces con un palo en la tierra cuando no había papel. La inestabilidad de sus años de infancia fomentó en Jaffee una desconfianza de por vida hacia la autoridad que ayudó a dar forma al espíritu de la Revista Mad. “Me di cuenta de que no podía confiar en los adultos”, dice. “Mi padre dejó que me llevaran a Europa. Mi madre se encargó del transporte. . . . Desarrollé mi propio antiadultismo”.En la biografía de 2010 Al Jaffee’s Mad Life de Mary-Lou Weisman (con ilustraciones de Jaffee), recuerda una infancia no sólo de pobreza, hambre, antisemitismo y negligencia materna, sino también de aventura e ingenio. Él y su hermano Harry diseñaban y fabricaban sus propios juguetes. Algunos de sus artilugios, como un palo provisto de un gancho de alambre y una cesta para robar fruta de los huertos, presagian las locas invenciones que se le ocurrieron en Mad.Tras la llegada de Hitler al poder en 1933, el padre de Jaffee reapareció en Zarasai para llevarse a los niños a Estados Unidos. Su madre se quedó en el shtetl y Jaffee no volvió a verla. Dice que probablemente fue asesinada en el Holocausto junto con la mayoría de los judíos del pueblo.En Estados Unidos, la habilidad artística de Jaffee le valió una plaza en la recién creada Escuela Superior de Música y Arte de Manhattan. Entre sus amigos y compañeros de colegio se encontraban Wolf Eisenberg, que se convirtió en el dibujante de cómics Will Elder, y Harvey Kurtzman, que se convirtió en el primer editor de Mad.Sus trazos eran muy característicos y cada portada era únicaDurante la Segunda Guerra Mundial, Jaffee utilizó sus habilidades como ilustrador para ayudar a desarrollar programas de terapia artística para soldados conmocionados. Se casó, tuvo dos hijos y llevaba una vida suburbana en Long Island, dibujando el cómic de humor adolescente Patsy Walker, cuando Kurtzman se puso en contacto con él.El primer artículo de Jaffee para Mad -sobre un golfista cuyo secreto para un swing exitoso reside en los dedos de más que le salen- apareció en 1955. Dos años más tarde, siguió a Kurtzman a su nueva revista, la efímera Trump, financiada por el fundador de Playboy, Hugh Hefner, y luego a Humbug, que también desapareció. Temiendo haber quemado sus naves en Mad, Jaffee se puso en contacto con Al Feldstein, el sustituto de Kurtzman como editor. Por el contrario, Jaffee se convirtió en uno de los colaboradores habituales de la revista y creó sus artículos más conocidos bajo la dirección de Feldstein.Su primer matrimonio, con Ruth Ahlquist, acabó en divorcio. En 1977, Jaffee se casó con Joyce Revenson. La pareja dividía su tiempo entre Manhattan y Provincetown, Massachusetts. Ella falleció en 2020. Le sobreviven dos hijos de su primer matrimonio, Richard Jaffee, de Sebastopol, California, y Deborah Fishman, de Petaluma, California; dos hijastros, Tracey y Jody Revenson, ambos de Manhattan; cinco nietos y tres bisnietos.Jaffee siguió dibujando para Mad durante los últimos años. También colaboró con viñetas en Moshiach Times, una revista infantil del movimiento jasídico Lubavitch.Se había jubilado a los 99 años (Gettyimages)Gran parte de su obra se ha recopilado en forma de libro, incluido Mad’s Vastly Overrated Al Jaffee. En contraste con el autodespectivo título, Jaffee era ampliamente considerado una eminencia del humor. En su programa de Comedy Central, el cómico Stephen Colbert homenajeó el 85 cumpleaños de Jaffee con una tarta desplegable.En 2013, la Universidad de Columbia adquirió el archivo de Jaffee. A pesar del imprimátur de la Ivy League, el dibujante seguía alegrándose cuando la gente le llamaba “el tipo del chacal con arcadas”, en referencia a su ilustración de Mad en la que aparecía ese animal en pleno vómito. “Puede que sea mi dibujo más exitoso”, comentó a su biógrafo y agregó: “Es una completa tontería, lo sé, pero yo soy completamente tonto. La gente seria de mi edad está muerta”.Fuente: The Washington PostSeguir leyendoAugusto Ferrari tiene su primera exposición individual en el Bellas ArtesJuanjo Conti, escritor y programador: “La inteligencia artificial no es mala ni buena: depende de los usos que le demos”ChatGPT, una nueva herramienta para la interpretación de textos antiguos
Con 18 capítulos Ulises se convirtió en un libro experimentalEste 2 de febrero se cumple el centenario de Ulises, novela de James Joyce, que no solo se convirtió en una de las principales influencias de la literatura universal, sino que se hizo reconocida por sus “laberintos y enigmas”.A pesar de tener distintos libros en donde relaciona su natal Irlanda, Leopold Bloom, su esposa Molly Bloom y Stephen Dedalus siguen siendo tema de conversación para académicos, lectores y escritores.Con 18 capítulos, Ulises se convirtió en un libro experimental, en el cual cada una de sus páginas sobresale por lo que se reconocería como una narrativa “joyceana” y que en la actualidad recuerdan al autor desde el Museo de Literatura de Irlanda (cuya abreviación es MoLi), haciendo referencia a Molly Bloom.Simon O´Connor, director del Museo James Joyce, es encargado de mostrarles a los visitantes el punto de partida para buscar los lugares que recorrieron los tres personajes de Ulises, el 16 de septiembre de 1904, durante un evento celebrado cada año y que se conoce como “Bloomsday”.Joyce plasmó en sus textos el comportamiento de las personas en Irlanda del cual se ve reflejo día a día, representándolos en manifiestos hilarantes de sus novelas.“Siempre pienso que vivimos en el Dublín de Joyce, porque registró tanto sobre la historia de la ciudad que no es necesario ir muy lejos para encontrar significados conectados a él. Yo viví en la calle Eccles, como Leopold, y me casé en ‘Bloomsday’ sin planearlo. No puedes escapar de Joyce en Dublín”, observa O’Connor, para EFESin embargo, no por haber escrito libros referentes a su país natal no significa que allá sea el más leído, y es que a pesar de ser muy admirado en Irlanda es el menos leído, pues Joyce tuvo una relación de amor y odio con su lugar de origen.Joyce plasmó en sus textos el comportamiento de las personas en Irlanda del cual se ve reflejo día a día, representándolos en manifiestos hilarantes de sus novelas.“Ulises trata en algunos aspectos de imaginar el mundo tal y como es y a nosotros tal y como somos. Eso ha sido siempre muy inspirador y lo sigue siendo para los escritores de hoy”, dice O’Connor en una entrevista de EFE.Librería “Ulysses Rare Books”, ubicada en el centro de Dublín(Foto: Facebook/Ulysses Rare Books)Aunque también hizo critica de su país a través de Ulises, pues no dejaba de señalarlos como una “sociedad puritana, conservadora y nacionalista”. Ocasionando que el libro se viera en las librerías en los años 60, a causa de la iglesia católica que tacharon al texto como obsceno y anti-irlandés.La fama de James Joyce es tanta, que incluso la librería “Ulysses Rare Books”, ubicada en el centro de Dublín, guarda algunos ejemplares. Ediciones muy raras para el mundo literario y procedentes del extranjero que llegan a venderse hasta por USD 27 mil o USD 169 mil, y que además llevan la firma del autor.Recreando momentos de Ulises en DublínEl número 7 de la calle Eccles (dirección de Leopold Bloom) donde uno podrá admirar la puerta original como recordatorio al autor. (Foto: Wikiwand)Si uno visita el país y seguir los pasos de la novela, uno de los escenarios que podrán descubrir de Dublín es el local “Davy Byrne´s” siendo este un rastro gastronómico del personaje Leopold Bloom, lugar perfecto para desayunar o almorzar los bocadillos de queso gorgonzola y vaso de borgoña.En el restaurante cualquiera podrá darse el lujo de pedir el menú que el mismo Bloom disfruta en el capítulo ocho de los lestrigones e incluso si uno gusta seguir la ruta completa o saltarse el camino del libro no tendrá ningún problema.Los bares o pubs son una fuente principal de la obra de Joyce, como es el caso de Mulligan´s donde Colm Quilligan quien escribió “Dublin Literary Pub Crawl: A guide to the City´s Most Famous Pubs” presenta escenas de Ulises.Para finalizar el recorrido en Dublín, los visitantes podrán caminar entre algunas calles escritas en el libro, por ejemplo el número 7 de la calle Eccles (dirección de Leopold Bloom) donde uno podrá admirar la puerta original como recordatorio al autor.Con información de EFESEGUIR LEYENDO:80 años sin James Joyce: la historia de cómo el autor del “Ulises” quebró el lenguaje una y otra vezClaves para leer el Ulises, la “catedral llena de basura” de James JoyceEl Ulises de Joyce, la novela más importante del siglo XX, cumple 100 años