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Abandonado y en ruinas: el terrorífico final del parque temático religioso en donde recreaban sangrientas crucifixiones

Qué pasó con The Holy Land Experience, el parque de Florida que prometía ser un Disney religioso.

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Otra carga de cocaína detectada en Argentina, en tránsito hacia Uruguay: la nueva ruta con destino final en Europa

Aduana secuestró un camión de patente paraguaya cargado con maíz que ocultaba 87 kilos de cocaína valuada en US$ 1.300.000. El modus operandi y el recorrido, una tendencia en alza.

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Las palabras completas de los ocho rugbiers en el final del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa

En el último tramo de la audiencia de alegatos en los tribunales de Dolores, hablaron todos los imputados, con mensajes que se repitieron.

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Los mejores momentos de la final México vs EEU Copa Oro

La gran final de la Copa Oro de Concacaf arrojó a un nuevo campeón del torneo. Con un único gol y en tiempos extra, la selección estadounidense se impuso al equipo mexicano y así arrebatarle el bicampeonato al equipo de Gerardo Martino. Miles Robinson fue el encargado de anotar al minuto 117 y llevar a su equipo a la victoria.Con un marcador de 1 – 0, Estados Unidos es campeón de la Copa Oro Concacaf 2021En las Vegas, Nevadas, la Selección de Estados Unidos se proclamó campeón de la Copa Oro de ConcacafJugadores de Estados Unidos alzan la Copa Oro tras ganar la final a México. Estadio Allegiant, Las Vegas, Nevada
La Selección Mexicana no pudo defender su campeonato en Copa OroFutbolistas de Estados Unidos festejaron el gol que les dio la victoria Alfredo Talavera, arquero mexicano, había mantenido su portería en ceros hasta los tiempos extra donde cayó el gol de Estados Unidos Momento en el que Miles Robinson anotó el único gol del juegoEdson Álvarez tuvo algunas oportunidades a gol para México pero no se concretaronLos aficionados estadounidenses celebraron la victoria de su equipoHector Moreno salió de cambio al minuto 44 por molestias musculares y no pudo continuar en la canchaAficionado de México en la tribuna de la final de Copa Oro Fotos: USA TODAY Sports/ AFPSEGUIR LEYENDO:42 fotos icónicas del octavo día de los Juegos Olímpicos de TokioSegundo fracaso del “Tata” Martino: Estados Unidos arrebató la Copa Oro a MéxicoCarlos Salcedo entró de cambio en la final de la Copa Oro y así reaccionaron los aficionados

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Tokio 2020: Las Leonas sufrieron hasta el final para sumar un triunfo clave

Solo faltan ocho segundos para que suene la chicharra cuando el reloj se frena. China pide el video ref por un supuesto rechazo deliberado por la línea de fondo de Valentina Costa Biondi y a Las Leonas solo les queda esperar. En ventaja 3-2 en un difícil tercer partido de la zona, necesitan la victoria para encaminar el objetivo de meterse en cuartos de final. El alivio, finalmente, llegan cuando las juezas desestiman el pedido asiático y el tiempo se agota, consumiéndose la victoria.

No es un triunfo más; es el segundo al hilo después de aquel tropiezo del debut contra Nueva Zelanda; es aquel que le permite al equipo del Chapa Retegui seguir con su camino en Tokio 2020, el Juego Olímpico donde la meta es borrar lo que ocurrió hace cinco años en Río, cuando Argentina se quedó afuera de la lucha por las medallas al no avanzar a las semifinales.Por eso, era tan importante ganarle a China y aumentar esa confianza que se recuperó con la goleada frente a España, en la segunda presentación. Y aunque el seleccionado asiático presentó batalla y un duelo equilibrado, las argentinas lo sacaron adelante al golpear en los momentos clave.Tras un primer cuarto sin goles, con similares números en cuanto a los porcentajes de posesión de la bocha y de dominio territorial y hasta de penetraciones en el círculo adversario, la diferencia estuvo en la cantidad de corner cortos y en la efectividad. Después de dos fijos fallados, Agustina Gorzelany puso el 1-0 a los 18 minutos y seis minutos después amplió la ventaja.Con la tranquilidad de sus goles, Las Leonas manejaron mejor los ritmos del partido. Hasta que Li Hong puso el descuento. Fue tras un corner corto y luego de una doble respuesta de la arquero Belén Succi que, frente a la goleadora, ésta vez no pudo hacer nada.Argentina, sin embargo, no se descontroló y la paciencia desembocó en el flick de Raposo que Li Jiaqi no pudo bajar y que permitió que Julieta Jankunas tuviera su debut goleador en los Juegos Olímpicos con cierta complicidad de la arquera Li Dongxiao, a quien la pelota se le escurrió cuando quiso rechazarla con el pie.Pero China tenía preparada una sorpresa dolorosa. Atacó y, tras un centro desde la izquierda que no pudieron rechazar Barrionuevo ni Succi, Liu Meng volvió a establecer una diferencia de un gol, al que le siguió ese final angustiante que se resolvió a favor de Argentina.Australia, el líder con puntaje ideal del Grupo B, sumó su tercera victoria al hilo al imponerse por 1 a 0 sobre Japón, el próximo rival de Las Leonas, este jueves a las 8.45. Con seis puntos, en tanto, están Argentina y Nueva Zelanda. Españolas y chinas tienen tres unidades, mientras que las locales todavía no sumaron. Del otro lado, dominan los Países Bajos y Alemania. A cuartos de final clasificarán los cuatro mejores de cada zona.

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El nuevo programa de la Copa América 2021: la inauguración será en Buenos Aires y Mendoza y la gran final se jugará en Barranquilla

La Copa América 2021 arrancará en Argentina el 13 de junio con los duelos Argentina-Chile y Paraguay-Bolivia, mientras que la final tendrá lugar en Barranquilla, Colombia, el 10 de julio, anunció este lunes la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol)
El partido de la jornada inaugural de esta edición compartida por ambos países será en Buenos Aires, con el choque Argentina-Bolivia, mientras que el duelo Paraguay-Bolivia tendrá lugar en la ciudad de Mendoza.”El torneo no cambia de formato y será disputado por las 10 selecciones nacionales de Sudamérica, en ciudades ubicadas en los extremos Norte y Sur de nuestro continente”, indicó el organismo en un comunicado.Ello después de la ausencia de Qatar y Australia, cuyos equipos nacionales se dieron de baja por problemas de calendario en medio de la pandemia de coronavirus que obligó al aplazamiento por un año del torneo más antiguo del continente.La Conmebol resaltó que “entre tanto, fueron desarrollados protocolos sanitarios en estrecha cooperación con las autoridades de los 10 países, lo que permitió la reanudación de las competiciones de clubes y selecciones en el continente.”Esa experiencia fue fundamental para retomar el trabajo de organización con la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), así como con los gobiernos de cada país”, indicóPara el organismo, la Copa América “no solo es la oportunidad para los seleccionados de alcanzar la gloria continental, sino que se presenta también como una inmejorable instancia de preparación de los equipos de cara a las Eliminatorias Sudamericanas para la Copa del Mundo Catar 2022″.”Con un buen ritmo de alta competición, los países sudamericanos aumentan sus chances de llegar con equipos sólidos y afinados a esos compromisos internacionales”, enfatizó sin confirmar la posible vuelta del público en las gradas como esperan los organizadores.Con la ausencia de Catar y Australia, “la CONMEBOL reprogramó los partidos y sedes con la finalidad de mantener el alto nivel de competitividad y ofrecer un torneo histórico a millones de hinchas alrededor del mundo”La fase de grupos se desarrollará del 13 y al 28 de junio, los cuartos de final el 2 y 3 de julio, las semifinales el 5 y 6, el cotejo por el tercer y cuarto lugar el día 9 en el estadio El Campín de Bogotá, mientras que la final del día 10 en el Metropolitano de Barranquilla.Calendario de la fase de grupos13 de junio​Buenos Aires: Argentina ChileMendoza: Paraguay-BoliviaDescansa: Uruguay14 de junio Barranquilla: Colombia-EcuadorMedellín: Brasil-VenezuelaDescansa. Perú17 de junioCórdoba: Argentina-UruguayMendoza: Chile-BoliviaDescansa: Paraguay18 de junio Cali: Perú-BrasilMedellín: Colombia-VenezuelaDescansa: Ecuador20 de junioBuenos Aires: Argentina-ParaguayMendoza: Uruguay-ChileDescansa: Bolivia21 de junioBogotá: Venezuela-EcuadorCali: Colombia-PerúDescansa: Brasil23 de junioCórdoba: Bolivia-UruguaySantiago del Estero: Chile-ParaguayDescansa: Argentina24 de junio Barranquilla: Colombia-BrasilCali: Ecuador-PerúDescansa: Venezuela27 de junioBuenos Aires: Argentina-BoliviaSantiago del Estero: Uruguay-ParaguayDescansa: Chile28 de junio Bogotá: Ecuador-BrasilMedellín: Venezuela-Perú.Descansa: ColombiaFuente: agencias

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Murió Carlos Menem: de las múltiples ilusiones al previsible final de la “cirugía sin anestesia”

Fue el presidente con mayor poder de la democracia recuperada. Y de antes también. Por lo pronto, estuvo al frente del gobierno durante diez años, cinco meses y dos días. Esa década lleva su nombre, es la década menemista, la que dio vuelta la política en la Argentina, la que habilitó la improvisación, la audacia, la desfachatez, disfrazadas todas con un giro ambiguo y hasta socarrón: pragmatismo.
El menemismo no fue sólo la década de gobierno de Carlos Menem, quien murió a los 90 años, sino los años en los que gran parte de la sociedad aceptó, toleró y celebró las andanzas de su Presidente, que se había puesto al frente de un país derruido por el segundo gran golpe de mercado de su historia (el primero fue en 1975), que derivó en una hiperinflación superior al tres mil por ciento, acunó los saqueos que luego fueron moda y tendencia, forzó la renuncia de Raúl Alfonsín y lo puso en la proa de aquel barco escorado hacia el abismo.No hubiera existido el menemismo sin el apoyo de la sociedad que lo votó ganador en tres ocasiones, deslumbrada primero por el optimismo desaforado del candidato que prometía un salariazo, una revolución productiva y juraba no defraudar a sus votantes; una sociedad ilusionada luego por una aparente estabilidad económica que dejó a su paso un tendal de desocupados y de industrias cerradas; una sociedad que cambió incluso sus conductas, sus humores, sus costumbres, en algunos casos hasta sus principios, al amparo de la esperanza inclaudicable que lanzaba el Presidente de la década. Hasta que se dio vuelta el viento.Menem fue un gran vendedor de ilusiones.Apostó a la renovación peronista que proclamaba la democratización del PJ, fue a internas, derrotó en 1989 al líder de aquella renovación, Antonio Cafiero, y regresó a las prácticas peronistas más cerriles, más conocidas y de mayor rédito. En su dramático discurso de inauguración, el 9 de julio de ese año, fue perentorio: “Argentina, levántate y anda”, exclamó como un deseo consumado y en líneas escritas, o sugeridas, por la pluma de Gustavo Beliz. También proclamó que la corrupción sería un delito de lesa patria. Beliz se fue del gobierno pocos meses después de asumir como ministro del Interior con una frase lapidaria: “Estoy rodeado de corruptos”. La década menemista fue pródiga en corrupción, varios de sus funcionarios fueron a juicio; uno de ellos que evitó el banquillo, José Luis Manzano, confesó con candor: “Yo robo para la corona”, y el propio Menem sufrió varios procesos penales ya como ex presidente: en los más graves, terminó absuelto.La ilusión de la estabilidad económica nació luego del tormentoso inicio de su gobierno, después de entregar la economía a representantes del grupo Bunge y Born, y después de que Erman González, que salió al toro como ministro, confiscara los depósitos en dólares a plazo fijo y los cambiara por bonos externos en dólares en aquel duro verano de 1990.Menem ató el destino del país al Consenso de Washington, la receta que los gobiernos republicanos de Estados Unidos fijaron como salvación para los países emergentes: achicamiento del Estado, privatización de las empresas públicas, desregulación de la economía, el mercado manda.La convertibilidad insaturada por Domingo Cavallo, un dólar igual a diez mil australes (¿quién recuerda cuánto valía eso?), creó una nueva moneda, el peso convertible: un peso, un dólar. Se frenó así la emisión de moneda para financiar al Estado, se aplacó la indomable inflación sin detenerla del todo, floreció el clima para las inversiones extranjeras, el ingreso de capitales y el crecimiento del PBI.

Menem fue un gran vendedor de ilusiones. La foto es de 1995.

Era una falsa ilusión. La reducción de aranceles y la importación de bienes de consumo destruyeron buena parte de la industria argentina; las privatizaciones de las empresas públicas hicieron que se perdieran cientos de miles de puestos de trabajo, después de una breve recuperación del empleo y del subempleo, las cifras treparon al 18,4 % y al 11,3 % por ciento tras el efecto Tequila de 1995 y se fijaran en 12,4 % y 13,6 % en 1998. La brecha entre pobreza y riqueza se hizo más honda y ancha. La deuda externa de 45 mil millones de dólares que Menem recibió de Alfonsín, había trepado a 145 mil millones de dólares al dejar Menem su mandato.La ilusión duró hasta la terrible crisis de diciembre de 2001, cuando el país tuvo que salir de la convertibilidad insostenible. Esa sí fue una cirugía sin anestesia, como la que Menem prometía para llevar adelante su plan de gobierno.Falsa estabilidad, pobreza y desempleo, cambios estructurales definitivos en la vida política, y en la forma de hacer política, todo sucedió en sus años de esplendor como gobernante.Si Alfonsín representó la rigidez de las formas, Menem las disolvió desde antes de ser presidente y, mucho más, en el momento que juró como tal. Sentó a vedettes en su regazo, manejó una Ferrari endiablada en la ruta a Pinamar, jugó al fútbol, al básquet, al golf; recibió a Lady Di, estrechó las manos de los Rolling Stones, hizo sentar en su sillón presidencial a Nelson Mandela, prestó la Casa de Gobierno para que Alan Parker filmara la Evita que soñaron Andrew Lloyd Weber y Tim Rice; sorteó un divorcio tumultuoso primero con paciencia árabe y, luego, con el uso de la fuerza militar para desalojar a su ex esposa de la Quinta de Olivos, convirtió la residencia presidencial en un centro deportivo y la abrió al público la noche de la trágica muerte de su hijo Carlos Jr, de 26 años.Tal vez convencido por su propia habilidad para crear ilusiones, Menem gozó del poder como un chico. Incluso solía decir que algo era “nesario”, para decir que era “necesario”. El truco le daba un éxito formidable: ¿quién le puede quitar sus sueños a un presidente niño que dice “nesario” cuando quiere decir “necesario”? Esa buscada candidez lo llevó a describir un alocado proyecto nacional de vuelos estratosféricos a los estupefactos alumnos de una escuela de Tartagal, Salta.Menem logró, con éxito y sin pagar un alto costo, arriar las banderas y torres más altas del peronismo, la de la justicia social, la libertad económica y, casi, hasta la de soberanía política. Lo hizo, Menem lo hizo, cuando ya era un candidato lanzado a la conquista de la presidencia y mostró apenas su inclinación a las políticas neoliberales en boga en el continente. El inefable Jorge Altamira, del PO, lo vaticinó con sorna antes de las elecciones de 1989: “Vote a Menem y le saldrá un Alsogaray”, dijo. En efecto, Menem convirtió en su ladero al ingeniero y ex ministro de Economía, un hombre que no gozaba de la simpatía popular, por decirlo de alguna manera, y menos de la de los peronistas. Su hija, María Julia, sería una de las figuras más aparatosas de su gestión.

Menem y su famosa Ferrari.

Entre las empresas privatizadas de un plumazo por Menem estaban los ferrocarriles, que Juan Perón había comprado a los ingleses en 1946, a un precio exorbitante es verdad, enarbolando la bandera de la independencia económica. La privatización de YPF, generadora de riqueza en años anteriores, desató un alzamiento popular impresionante en las ciudades petroleras de Plaza Huincul y Cutral-Co que parieron a los piquetes como una nueva forma de protesta social; la moda se trasladó a Jujuy, cuando la privatización de los Altos Hornos Zapla y terminó por desembocar en Buenos Aires como un inédito fenómeno social que otros gobiernos intentaron cobijar bajo sus alas, con resultado diverso.Entre las demás empresas privatizadas figuraban también las emblemáticas Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, los canales de televisión excepto ATC (hoy Canal 7), ELMA, el Banco Hipotecario y la Caja Nacional de Ahorro y Seguro.La otra ilusión que Menem forjó, y la sociedad menemista compró de buen grado, fue la de la reinserción de Argentina en el primer mundo. Menem abandonó el Movimiento de Países No Alineados, que Perón ensalzaba, y se alió a Estados Unidos. Su canciller, Guido Di Tella, estableció lo que dio en llamar a modo de humorada relaciones carnales con el país que gobernaba entonces George Bush, que visitó el país en 1990, como luego lo hiciera su sucesor, Bill Clinton.El gobierno de Menem decidió también enviar tropas a la Primera Guerra del Golfo en 1991 y reanudó relaciones con Gran Bretaña, interrumpidas por la Guerra de Malvinas de 1982. El espejismo sugería que Argentina había dejado de lado su aislacionismo y que buscaba, y obtendría, un espacio en el nuevo orden internacional que dictaban la globalización y la post Guerra Fría. Ese alineamiento, las buenas relaciones con el poder financiero internacional, el FMI, el Banco Mundial y la banca privada extranjera, junto a la política económica implementada en el país, favorecerían el crecimiento económico, las inversiones y la tan ansiada salida del subdesarrollo.Era otra ilusión. Ni el trato preferencial de los estadistas del primer mundo, ni el tu a tu en los foros económicos mundiales, ni el desfile victorioso de las tropas argentinas por la Quinta Avenida de Nueva York, bajo una lluvia de confetti, amagaron siquiera sacar al país de su estancamiento, de su decadencia que empezaba a ser inclinada y de sus recurrentes crisis económicas.Menem no pudo evitar la tentación peronista de cargar contra la Corte Suprema de Justicia. Lo hizo Perón en 1949, Néstor Kirchner en 2004 y hoy lo impulsa el presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Fernández. Con la aprobación del Congreso, convertido en una escribanía del Poder Ejecutivo, la Corte sufrió un aumento en el número de sus jueces, de cinco a nueve, lo que dio origen a la “mayoría automática”, que seguía los dictados del Gobierno. El Gobierno tuvo éxito relativo en su intención de copar y dominar al Poder Judicial: tuvo como aliados a un grupo de jueces, los llamados “jueces de la servilleta”, porque Cavallo confesó haber visto anotados en ese papel descartable los magistrados que actuaban según las órdenes y necesidades del Presidente. Aquel era también un mundo de candor que miraba con envidia a la malicia. Aquel Poder Judicial fue funcional cuando las privatizaciones y garantizó una reforma constitucional sin enmiendas en 1994.El Pacto de Olivos impulsado por Menem tuvo un solo objetivo: su reelección. Contó con el apoyo del ex presidente Raúl Alfonsín, quien inspiró la figura del Jefe de Gabinete como una forma de atenuar el tradicional poder presidencialista y también promovió la creación del Consejo de la Magistratura para designar de modo más transparente a los jueces. Nada de eso sucedió tampoco. Menem se hizo con la reforma, que incluyó al decisivo tercer senador por la minoría, otra astucia del Presidente, y fue reelecto en 1995 y prosiguió con su plan de reformas estructurales que, pese a los índices altos de desempleo, no encontró mayores resistencias en el sindicalismo.Los años de la década menemista fueron también años de violencia. La experta pátina piadosa que el peronismo suele tender sobre su propia historia, ya casi no registra muchos de aquellos episodios, aunque sí los más emblemáticos. Menem también tuvo la habilidad de tornar en su favor aquellas grandes tragedias. El violento alzamiento carapintada de diciembre de 1990, sofocado a sangre y fuego por el Ejército leal, fue el último de la larga y sangrienta cadena de rebeliones internas en la fuerza, lideradas por el entonces coronel Mohamed Alí Seineldín, pero dejó un tendal de muertos entre militares y civiles.

El salud de Menem desde Casa Rosada, tras su reelección de 1995.

El atentado contra la Embajada de Israel de marzo de 1992 mató a 22 personas e hirió a 242; fue investigado por la Corte nunca llegó a juicio y tiene pendientes pedidos internacionales de captura. El atentado contra la AMIA de julio de 1984 mató a 86 personas y dejó más de 300 heridos. Años de investigación dejaron al descubierto una gran red de encubrimiento del atentado que determinó la destitución del juez y de dos fiscales (el tercero, Alberto Nisman, murió de un balazo en la cabeza en circunstancias todavía no aclaradas en enero de 2015), y tiñó de sospechas a los servicios de inteligencia que llegaban de manera directa a Menem, absuelto en los dos juicios AMIA.El asesinato en Catamarca de la adolescente María Soledad Morales, determinó que Menem interviniera la provincia, lo que puso fin al gobierno de la familia Saadi. En 1994, el asesinato en Zapala del soldado Omar Carrasco, hizo que Menem anulara el servicio militar obligatorio.En noviembre de 1995 voló la Fábrica Militar de Río III (murieron siete personas), ligada al tráfico ilegal de armas a Ecuador y a Croacia, por la que Menem fue a juicio y también resultó absuelto. El asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas en enero de 1997 hizo decir a Menem ante los compañeros del fotógrafo: “Se van a olvidar de él ustedes antes que yo”. Un año y tres meses después, se suicidó el empresario postal Alfredo Yabrán, titular de OCA y ligado a funcionarios del menemismo, cuando era investigado por ese asesinato.El 15 de marzo de 1995 el helicóptero que piloteaba el hijo de Menem, Carlos, de 26 años, se estrelló en Ramallo, el joven murió junto al piloto de automovilismo Silvio Oltra. La ex mujer de Menem, Zulema Yoma, aseguró siempre que su hijo había sido asesinado. Menem lo negó hasta que en 2016 dijo saber quién y por qué había asesinado a su hijo.El menemismo terminó con Menem. Para entonces había dejado ya su marca imborrable en la sociedad. En 2003 volvió a ser electo en primer término en las presidenciales de ese año, con un magro 24,5% de los votos. Declinó jugar la segunda vuelta porque sabía que ese porcentaje era irreversible. Así llegó a la presidencia Néstor Kirchner.La sociedad menemista también llegó a su fin con el adiós de Menem y con el doloroso despertar de sus ilusiones de época. Surgieron entonces las primeras grandes críticas hacia aquella década y hacia su responsable, una especie de catarsis de la inocencia que ni siquiera le dejó al ex presidente el amparo siempre esquivo del apego o la empatía. Menem intentó tornar a ser gobernador de su La Rioja natal, pero terminó tercero en las elecciones de 2007.Condenado en causas menores, por peculado por el pago de sobresueldos y por la venta del predio de La Rural, Menem buscó en el Senado el escudo de sus fueros para evitar cualquier deuda, aún menor, a cobrar por la Justicia.Ese escudo lo protegió hasta su último aliento.

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Fue el presidente con mayor poder de la democracia recuperada. Y de antes también. Por lo pronto, estuvo al frente del gobierno durante diez años, cinco meses y dos días. Esa década lleva su nombre, es la década menemista, la que dio vuelta la política en la Argentina, la que habilitó la improvisación, la audacia, la desfachatez, disfrazadas todas con un giro ambiguo y hasta socarrón: pragmatismo.
El menemismo no fue sólo la década de gobierno de Carlos Menem, quien murió a los 90 años, sino los años en los que gran parte de la sociedad aceptó, toleró y celebró las andanzas de su Presidente, que se había puesto al frente de un país derruido por el segundo gran golpe de mercado de su historia (el primero fue en 1975), que derivó en una hiperinflación superior al tres mil por ciento, acunó los saqueos que luego fueron moda y tendencia, forzó la renuncia de Raúl Alfonsín y lo puso en la proa de aquel barco escorado hacia el abismo.No hubiera existido el menemismo sin el apoyo de la sociedad que lo votó ganador en tres ocasiones, deslumbrada primero por el optimismo desaforado del candidato que prometía un salariazo, una revolución productiva y juraba no defraudar a sus votantes; una sociedad ilusionada luego por una aparente estabilidad económica que dejó a su paso un tendal de desocupados y de industrias cerradas; una sociedad que cambió incluso sus conductas, sus humores, sus costumbres, en algunos casos hasta sus principios, al amparo de la esperanza inclaudicable que lanzaba el Presidente de la década. Hasta que se dio vuelta el viento.Menem fue un gran vendedor de ilusiones.Apostó a la renovación peronista que proclamaba la democratización del PJ, fue a internas, derrotó en 1989 al líder de aquella renovación, Antonio Cafiero, y regresó a las prácticas peronistas más cerriles, más conocidas y de mayor rédito. En su dramático discurso de inauguración, el 9 de julio de ese año, fue perentorio: “Argentina, levántate y anda”, exclamó como un deseo consumado y en líneas escritas, o sugeridas, por la pluma de Gustavo Beliz. También proclamó que la corrupción sería un delito de lesa patria. Beliz se fue del gobierno pocos meses después de asumir como ministro del Interior con una frase lapidaria: “Estoy rodeado de corruptos”. La década menemista fue pródiga en corrupción, varios de sus funcionarios fueron a juicio; uno de ellos que evitó el banquillo, José Luis Manzano, confesó con candor: “Yo robo para la corona”, y el propio Menem sufrió varios procesos penales ya como ex presidente: en los más graves, terminó absuelto.La ilusión de la estabilidad económica nació luego del tormentoso inicio de su gobierno, después de entregar la economía a representantes del grupo Bunge y Born, y después de que Erman González, que salió al toro como ministro, confiscara los depósitos en dólares a plazo fijo y los cambiara por bonos externos en dólares en aquel duro verano de 1990.Menem ató el destino del país al Consenso de Washington, la receta que los gobiernos republicanos de Estados Unidos fijaron como salvación para los países emergentes: achicamiento del Estado, privatización de las empresas públicas, desregulación de la economía, el mercado manda.La convertibilidad insaturada por Domingo Cavallo, un dólar igual a diez mil australes (¿quién recuerda cuánto valía eso?), creó una nueva moneda, el peso convertible: un peso, un dólar. Se frenó así la emisión de moneda para financiar al Estado, se aplacó la indomable inflación sin detenerla del todo, floreció el clima para las inversiones extranjeras, el ingreso de capitales y el crecimiento del PBI.

Menem fue un gran vendedor de ilusiones. La foto es de 1995.

Era una falsa ilusión. La reducción de aranceles y la importación de bienes de consumo destruyeron buena parte de la industria argentina; las privatizaciones de las empresas públicas hicieron que se perdieran cientos de miles de puestos de trabajo, después de una breve recuperación del empleo y del subempleo, las cifras treparon al 18,4 % y al 11,3 % por ciento tras el efecto Tequila de 1995 y se fijaran en 12,4 % y 13,6 % en 1998. La brecha entre pobreza y riqueza se hizo más honda y ancha. La deuda externa de 45 mil millones de dólares que Menem recibió de Alfonsín, había trepado a 145 mil millones de dólares al dejar Menem su mandato.La ilusión duró hasta la terrible crisis de diciembre de 2001, cuando el país tuvo que salir de la convertibilidad insostenible. Esa sí fue una cirugía sin anestesia, como la que Menem prometía para llevar adelante su plan de gobierno.Falsa estabilidad, pobreza y desempleo, cambios estructurales definitivos en la vida política, y en la forma de hacer política, todo sucedió en sus años de esplendor como gobernante.Si Alfonsín representó la rigidez de las formas, Menem las disolvió desde antes de ser presidente y, mucho más, en el momento que juró como tal. Sentó a vedettes en su regazo, manejó una Ferrari endiablada en la ruta a Pinamar, jugó al fútbol, al básquet, al golf; recibió a Lady Di, estrechó las manos de los Rolling Stones, hizo sentar en su sillón presidencial a Nelson Mandela, prestó la Casa de Gobierno para que Alan Parker filmara la Evita que soñaron Andrew Lloyd Weber y Tim Rice; sorteó un divorcio tumultuoso primero con paciencia árabe y, luego, con el uso de la fuerza militar para desalojar a su ex esposa de la Quinta de Olivos, convirtió la residencia presidencial en un centro deportivo y la abrió al público la noche de la trágica muerte de su hijo Carlos Jr, de 26 años.Tal vez convencido por su propia habilidad para crear ilusiones, Menem gozó del poder como un chico. Incluso solía decir que algo era “nesario”, para decir que era “necesario”. El truco le daba un éxito formidable: ¿quién le puede quitar sus sueños a un presidente niño que dice “nesario” cuando quiere decir “necesario”? Esa buscada candidez lo llevó a describir un alocado proyecto nacional de vuelos estratosféricos a los estupefactos alumnos de una escuela de Tartagal, Salta.Menem logró, con éxito y sin pagar un alto costo, arriar las banderas y torres más altas del peronismo, la de la justicia social, la libertad económica y, casi, hasta la de soberanía política. Lo hizo, Menem lo hizo, cuando ya era un candidato lanzado a la conquista de la presidencia y mostró apenas su inclinación a las políticas neoliberales en boga en el continente. El inefable Jorge Altamira, del PO, lo vaticinó con sorna antes de las elecciones de 1989: “Vote a Menem y le saldrá un Alsogaray”, dijo. En efecto, Menem convirtió en su ladero al ingeniero y ex ministro de Economía, un hombre que no gozaba de la simpatía popular, por decirlo de alguna manera, y menos de la de los peronistas. Su hija, María Julia, sería una de las figuras más aparatosas de su gestión.

Menem y su famosa Ferrari.

Entre las empresas privatizadas de un plumazo por Menem estaban los ferrocarriles, que Juan Perón había comprado a los ingleses en 1946, a un precio exorbitante es verdad, enarbolando la bandera de la independencia económica. La privatización de YPF, generadora de riqueza en años anteriores, desató un alzamiento popular impresionante en las ciudades petroleras de Plaza Huincul y Cutral-Co que parieron a los piquetes como una nueva forma de protesta social; la moda se trasladó a Jujuy, cuando la privatización de los Altos Hornos Zapla y terminó por desembocar en Buenos Aires como un inédito fenómeno social que otros gobiernos intentaron cobijar bajo sus alas, con resultado diverso.Entre las demás empresas privatizadas figuraban también las emblemáticas Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, los canales de televisión excepto ATC (hoy Canal 7), ELMA, el Banco Hipotecario y la Caja Nacional de Ahorro y Seguro.La otra ilusión que Menem forjó, y la sociedad menemista compró de buen grado, fue la de la reinserción de Argentina en el primer mundo. Menem abandonó el Movimiento de Países No Alineados, que Perón ensalzaba, y se alió a Estados Unidos. Su canciller, Guido Di Tella, estableció lo que dio en llamar a modo de humorada relaciones carnales con el país que gobernaba entonces George Bush, que visitó el país en 1990, como luego lo hiciera su sucesor, Bill Clinton.El gobierno de Menem decidió también enviar tropas a la Primera Guerra del Golfo en 1991 y reanudó relaciones con Gran Bretaña, interrumpidas por la Guerra de Malvinas de 1982. El espejismo sugería que Argentina había dejado de lado su aislacionismo y que buscaba, y obtendría, un espacio en el nuevo orden internacional que dictaban la globalización y la post Guerra Fría. Ese alineamiento, las buenas relaciones con el poder financiero internacional, el FMI, el Banco Mundial y la banca privada extranjera, junto a la política económica implementada en el país, favorecerían el crecimiento económico, las inversiones y la tan ansiada salida del subdesarrollo.Era otra ilusión. Ni el trato preferencial de los estadistas del primer mundo, ni el tu a tu en los foros económicos mundiales, ni el desfile victorioso de las tropas argentinas por la Quinta Avenida de Nueva York, bajo una lluvia de confetti, amagaron siquiera sacar al país de su estancamiento, de su decadencia que empezaba a ser inclinada y de sus recurrentes crisis económicas.Menem no pudo evitar la tentación peronista de cargar contra la Corte Suprema de Justicia. Lo hizo Perón en 1949, Néstor Kirchner en 2004 y hoy lo impulsa el presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Fernández. Con la aprobación del Congreso, convertido en una escribanía del Poder Ejecutivo, la Corte sufrió un aumento en el número de sus jueces, de cinco a nueve, lo que dio origen a la “mayoría automática”, que seguía los dictados del Gobierno. El Gobierno tuvo éxito relativo en su intención de copar y dominar al Poder Judicial: tuvo como aliados a un grupo de jueces, los llamados “jueces de la servilleta”, porque Cavallo confesó haber visto anotados en ese papel descartable los magistrados que actuaban según las órdenes y necesidades del Presidente. Aquel era también un mundo de candor que miraba con envidia a la malicia. Aquel Poder Judicial fue funcional cuando las privatizaciones y garantizó una reforma constitucional sin enmiendas en 1994.El Pacto de Olivos impulsado por Menem tuvo un solo objetivo: su reelección. Contó con el apoyo del ex presidente Raúl Alfonsín, quien inspiró la figura del Jefe de Gabinete como una forma de atenuar el tradicional poder presidencialista y también promovió la creación del Consejo de la Magistratura para designar de modo más transparente a los jueces. Nada de eso sucedió tampoco. Menem se hizo con la reforma, que incluyó al decisivo tercer senador por la minoría, otra astucia del Presidente, y fue reelecto en 1995 y prosiguió con su plan de reformas estructurales que, pese a los índices altos de desempleo, no encontró mayores resistencias en el sindicalismo.Los años de la década menemista fueron también años de violencia. La experta pátina piadosa que el peronismo suele tender sobre su propia historia, ya casi no registra muchos de aquellos episodios, aunque sí los más emblemáticos. Menem también tuvo la habilidad de tornar en su favor aquellas grandes tragedias. El violento alzamiento carapintada de diciembre de 1990, sofocado a sangre y fuego por el Ejército leal, fue el último de la larga y sangrienta cadena de rebeliones internas en la fuerza, lideradas por el entonces coronel Mohamed Alí Seineldín, pero dejó un tendal de muertos entre militares y civiles.

El salud de Menem desde Casa Rosada, tras su reelección de 1995.

El atentado contra la Embajada de Israel de marzo de 1992 mató a 22 personas e hirió a 242; fue investigado por la Corte nunca llegó a juicio y tiene pendientes pedidos internacionales de captura. El atentado contra la AMIA de julio de 1984 mató a 86 personas y dejó más de 300 heridos. Años de investigación dejaron al descubierto una gran red de encubrimiento del atentado que determinó la destitución del juez y de dos fiscales (el tercero, Alberto Nisman, murió de un balazo en la cabeza en circunstancias todavía no aclaradas en enero de 2015), y tiñó de sospechas a los servicios de inteligencia que llegaban de manera directa a Menem, absuelto en los dos juicios AMIA.El asesinato en Catamarca de la adolescente María Soledad Morales, determinó que Menem interviniera la provincia, lo que puso fin al gobierno de la familia Saadi. En 1994, el asesinato en Zapala del soldado Omar Carrasco, hizo que Menem anulara el servicio militar obligatorio.En noviembre de 1995 voló la Fábrica Militar de Río III (murieron siete personas), ligada al tráfico ilegal de armas a Ecuador y a Croacia, por la que Menem fue a juicio y también resultó absuelto. El asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas en enero de 1997 hizo decir a Menem ante los compañeros del fotógrafo: “Se van a olvidar de él ustedes antes que yo”. Un año y tres meses después, se suicidó el empresario postal Alfredo Yabrán, titular de OCA y ligado a funcionarios del menemismo, cuando era investigado por ese asesinato.El 15 de marzo de 1995 el helicóptero que piloteaba el hijo de Menem, Carlos, de 26 años, se estrelló en Ramallo, el joven murió junto al piloto de automovilismo Silvio Oltra. La ex mujer de Menem, Zulema Yoma, aseguró siempre que su hijo había sido asesinado. Menem lo negó hasta que en 2016 dijo saber quién y por qué había asesinado a su hijo.El menemismo terminó con Menem. Para entonces había dejado ya su marca imborrable en la sociedad. En 2003 volvió a ser electo en primer término en las presidenciales de ese año, con un magro 24,5% de los votos. Declinó jugar la segunda vuelta porque sabía que ese porcentaje era irreversible. Así llegó a la presidencia Néstor Kirchner.La sociedad menemista también llegó a su fin con el adiós de Menem y con el doloroso despertar de sus ilusiones de época. Surgieron entonces las primeras grandes críticas hacia aquella década y hacia su responsable, una especie de catarsis de la inocencia que ni siquiera le dejó al ex presidente el amparo siempre esquivo del apego o la empatía. Menem intentó tornar a ser gobernador de su La Rioja natal, pero terminó tercero en las elecciones de 2007.Condenado en causas menores, por peculado por el pago de sobresueldos y por la venta del predio de La Rural, Menem buscó en el Senado el escudo de sus fueros para evitar cualquier deuda, aún menor, a cobrar por la Justicia.Ese escudo lo protegió hasta su último aliento.

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Murió Carlos Menem: de las múltiples ilusiones al previsible final de la “cirugía sin anestesia”

Fue el presidente con mayor poder de la democracia recuperada. Y de antes también. Por lo pronto, estuvo al frente del gobierno durante diez años, cinco meses y dos días. Esa década lleva su nombre, es la década menemista, la que dio vuelta la política en la Argentina, la que habilitó la improvisación, la audacia, la desfachatez, disfrazadas todas con un giro ambiguo y hasta socarrón: pragmatismo.
El menemismo no fue sólo la década de gobierno de Carlos Menem, quien murió a los 90 años, sino los años en los que gran parte de la sociedad aceptó, toleró y celebró las andanzas de su Presidente, que se había puesto al frente de un país derruido por el segundo gran golpe de mercado de su historia (el primero fue en 1975), que derivó en una hiperinflación superior al tres mil por ciento, acunó los saqueos que luego fueron moda y tendencia, forzó la renuncia de Raúl Alfonsín y lo puso en la proa de aquel barco escorado hacia el abismo.No hubiera existido el menemismo sin el apoyo de la sociedad que lo votó ganador en tres ocasiones, deslumbrada primero por el optimismo desaforado del candidato que prometía un salariazo, una revolución productiva y juraba no defraudar a sus votantes; una sociedad ilusionada luego por una aparente estabilidad económica que dejó a su paso un tendal de desocupados y de industrias cerradas; una sociedad que cambió incluso sus conductas, sus humores, sus costumbres, en algunos casos hasta sus principios, al amparo de la esperanza inclaudicable que lanzaba el Presidente de la década. Hasta que se dio vuelta el viento.Menem fue un gran vendedor de ilusiones.Apostó a la renovación peronista que proclamaba la democratización del PJ, fue a internas, derrotó en 1989 al líder de aquella renovación, Antonio Cafiero, y regresó a las prácticas peronistas más cerriles, más conocidas y de mayor rédito. En su dramático discurso de inauguración, el 9 de julio de ese año, fue perentorio: “Argentina, levántate y anda”, exclamó como un deseo consumado y en líneas escritas, o sugeridas, por la pluma de Gustavo Beliz. También proclamó que la corrupción sería un delito de lesa patria. Beliz se fue del gobierno pocos meses después de asumir como ministro del Interior con una frase lapidaria: “Estoy rodeado de corruptos”. La década menemista fue pródiga en corrupción, varios de sus funcionarios fueron a juicio; uno de ellos que evitó el banquillo, José Luis Manzano, confesó con candor: “Yo robo para la corona”, y el propio Menem sufrió varios procesos penales ya como ex presidente: en los más graves, terminó absuelto.La ilusión de la estabilidad económica nació luego del tormentoso inicio de su gobierno, después de entregar la economía a representantes del grupo Bunge y Born, y después de que Erman González, que salió al toro como ministro, confiscara los depósitos en dólares a plazo fijo y los cambiara por bonos externos en dólares en aquel duro verano de 1990.Menem ató el destino del país al Consenso de Washington, la receta que los gobiernos republicanos de Estados Unidos fijaron como salvación para los países emergentes: achicamiento del Estado, privatización de las empresas públicas, desregulación de la economía, el mercado manda.La convertibilidad insaturada por Domingo Cavallo, un dólar igual a diez mil australes (¿quién recuerda cuánto valía eso?), creó una nueva moneda, el peso convertible: un peso, un dólar. Se frenó así la emisión de moneda para financiar al Estado, se aplacó la indomable inflación sin detenerla del todo, floreció el clima para las inversiones extranjeras, el ingreso de capitales y el crecimiento del PBI.

Menem fue un gran vendedor de ilusiones. La foto es de 1995.

Era una falsa ilusión. La reducción de aranceles y la importación de bienes de consumo destruyeron buena parte de la industria argentina; las privatizaciones de las empresas públicas hicieron que se perdieran cientos de miles de puestos de trabajo, después de una breve recuperación del empleo y del subempleo, las cifras treparon al 18,4 % y al 11,3 % por ciento tras el efecto Tequila de 1995 y se fijaran en 12,4 % y 13,6 % en 1998. La brecha entre pobreza y riqueza se hizo más honda y ancha. La deuda externa de 45 mil millones de dólares que Menem recibió de Alfonsín, había trepado a 145 mil millones de dólares al dejar Menem su mandato.La ilusión duró hasta la terrible crisis de diciembre de 2001, cuando el país tuvo que salir de la convertibilidad insostenible. Esa sí fue una cirugía sin anestesia, como la que Menem prometía para llevar adelante su plan de gobierno.Falsa estabilidad, pobreza y desempleo, cambios estructurales definitivos en la vida política, y en la forma de hacer política, todo sucedió en sus años de esplendor como gobernante.Si Alfonsín representó la rigidez de las formas, Menem las disolvió desde antes de ser presidente y, mucho más, en el momento que juró como tal. Sentó a vedettes en su regazo, manejó una Ferrari endiablada en la ruta a Pinamar, jugó al fútbol, al básquet, al golf; recibió a Lady Di, estrechó las manos de los Rolling Stones, hizo sentar en su sillón presidencial a Nelson Mandela, prestó la Casa de Gobierno para que Alan Parker filmara la Evita que soñaron Andrew Lloyd Weber y Tim Rice; sorteó un divorcio tumultuoso primero con paciencia árabe y, luego, con el uso de la fuerza militar para desalojar a su ex esposa de la Quinta de Olivos, convirtió la residencia presidencial en un centro deportivo y la abrió al público la noche de la trágica muerte de su hijo Carlos Jr, de 26 años.Tal vez convencido por su propia habilidad para crear ilusiones, Menem gozó del poder como un chico. Incluso solía decir que algo era “nesario”, para decir que era “necesario”. El truco le daba un éxito formidable: ¿quién le puede quitar sus sueños a un presidente niño que dice “nesario” cuando quiere decir “necesario”? Esa buscada candidez lo llevó a describir un alocado proyecto nacional de vuelos estratosféricos a los estupefactos alumnos de una escuela de Tartagal, Salta.Menem logró, con éxito y sin pagar un alto costo, arriar las banderas y torres más altas del peronismo, la de la justicia social, la libertad económica y, casi, hasta la de soberanía política. Lo hizo, Menem lo hizo, cuando ya era un candidato lanzado a la conquista de la presidencia y mostró apenas su inclinación a las políticas neoliberales en boga en el continente. El inefable Jorge Altamira, del PO, lo vaticinó con sorna antes de las elecciones de 1989: “Vote a Menem y le saldrá un Alsogaray”, dijo. En efecto, Menem convirtió en su ladero al ingeniero y ex ministro de Economía, un hombre que no gozaba de la simpatía popular, por decirlo de alguna manera, y menos de la de los peronistas. Su hija, María Julia, sería una de las figuras más aparatosas de su gestión.

Menem y su famosa Ferrari.

Entre las empresas privatizadas de un plumazo por Menem estaban los ferrocarriles, que Juan Perón había comprado a los ingleses en 1946, a un precio exorbitante es verdad, enarbolando la bandera de la independencia económica. La privatización de YPF, generadora de riqueza en años anteriores, desató un alzamiento popular impresionante en las ciudades petroleras de Plaza Huincul y Cutral-Co que parieron a los piquetes como una nueva forma de protesta social; la moda se trasladó a Jujuy, cuando la privatización de los Altos Hornos Zapla y terminó por desembocar en Buenos Aires como un inédito fenómeno social que otros gobiernos intentaron cobijar bajo sus alas, con resultado diverso.Entre las demás empresas privatizadas figuraban también las emblemáticas Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, los canales de televisión excepto ATC (hoy Canal 7), ELMA, el Banco Hipotecario y la Caja Nacional de Ahorro y Seguro.La otra ilusión que Menem forjó, y la sociedad menemista compró de buen grado, fue la de la reinserción de Argentina en el primer mundo. Menem abandonó el Movimiento de Países No Alineados, que Perón ensalzaba, y se alió a Estados Unidos. Su canciller, Guido Di Tella, estableció lo que dio en llamar a modo de humorada relaciones carnales con el país que gobernaba entonces George Bush, que visitó el país en 1990, como luego lo hiciera su sucesor, Bill Clinton.El gobierno de Menem decidió también enviar tropas a la Primera Guerra del Golfo en 1991 y reanudó relaciones con Gran Bretaña, interrumpidas por la Guerra de Malvinas de 1982. El espejismo sugería que Argentina había dejado de lado su aislacionismo y que buscaba, y obtendría, un espacio en el nuevo orden internacional que dictaban la globalización y la post Guerra Fría. Ese alineamiento, las buenas relaciones con el poder financiero internacional, el FMI, el Banco Mundial y la banca privada extranjera, junto a la política económica implementada en el país, favorecerían el crecimiento económico, las inversiones y la tan ansiada salida del subdesarrollo.Era otra ilusión. Ni el trato preferencial de los estadistas del primer mundo, ni el tu a tu en los foros económicos mundiales, ni el desfile victorioso de las tropas argentinas por la Quinta Avenida de Nueva York, bajo una lluvia de confetti, amagaron siquiera sacar al país de su estancamiento, de su decadencia que empezaba a ser inclinada y de sus recurrentes crisis económicas.Menem no pudo evitar la tentación peronista de cargar contra la Corte Suprema de Justicia. Lo hizo Perón en 1949, Néstor Kirchner en 2004 y hoy lo impulsa el presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Fernández. Con la aprobación del Congreso, convertido en una escribanía del Poder Ejecutivo, la Corte sufrió un aumento en el número de sus jueces, de cinco a nueve, lo que dio origen a la “mayoría automática”, que seguía los dictados del Gobierno. El Gobierno tuvo éxito relativo en su intención de copar y dominar al Poder Judicial: tuvo como aliados a un grupo de jueces, los llamados “jueces de la servilleta”, porque Cavallo confesó haber visto anotados en ese papel descartable los magistrados que actuaban según las órdenes y necesidades del Presidente. Aquel era también un mundo de candor que miraba con envidia a la malicia. Aquel Poder Judicial fue funcional cuando las privatizaciones y garantizó una reforma constitucional sin enmiendas en 1994.El Pacto de Olivos impulsado por Menem tuvo un solo objetivo: su reelección. Contó con el apoyo del ex presidente Raúl Alfonsín, quien inspiró la figura del Jefe de Gabinete como una forma de atenuar el tradicional poder presidencialista y también promovió la creación del Consejo de la Magistratura para designar de modo más transparente a los jueces. Nada de eso sucedió tampoco. Menem se hizo con la reforma, que incluyó al decisivo tercer senador por la minoría, otra astucia del Presidente, y fue reelecto en 1995 y prosiguió con su plan de reformas estructurales que, pese a los índices altos de desempleo, no encontró mayores resistencias en el sindicalismo.Los años de la década menemista fueron también años de violencia. La experta pátina piadosa que el peronismo suele tender sobre su propia historia, ya casi no registra muchos de aquellos episodios, aunque sí los más emblemáticos. Menem también tuvo la habilidad de tornar en su favor aquellas grandes tragedias. El violento alzamiento carapintada de diciembre de 1990, sofocado a sangre y fuego por el Ejército leal, fue el último de la larga y sangrienta cadena de rebeliones internas en la fuerza, lideradas por el entonces coronel Mohamed Alí Seineldín, pero dejó un tendal de muertos entre militares y civiles.

El salud de Menem desde Casa Rosada, tras su reelección de 1995.

El atentado contra la Embajada de Israel de marzo de 1992 mató a 22 personas e hirió a 242; fue investigado por la Corte nunca llegó a juicio y tiene pendientes pedidos internacionales de captura. El atentado contra la AMIA de julio de 1984 mató a 86 personas y dejó más de 300 heridos. Años de investigación dejaron al descubierto una gran red de encubrimiento del atentado que determinó la destitución del juez y de dos fiscales (el tercero, Alberto Nisman, murió de un balazo en la cabeza en circunstancias todavía no aclaradas en enero de 2015), y tiñó de sospechas a los servicios de inteligencia que llegaban de manera directa a Menem, absuelto en los dos juicios AMIA.El asesinato en Catamarca de la adolescente María Soledad Morales, determinó que Menem interviniera la provincia, lo que puso fin al gobierno de la familia Saadi. En 1994, el asesinato en Zapala del soldado Omar Carrasco, hizo que Menem anulara el servicio militar obligatorio.En noviembre de 1995 voló la Fábrica Militar de Río III (murieron siete personas), ligada al tráfico ilegal de armas a Ecuador y a Croacia, por la que Menem fue a juicio y también resultó absuelto. El asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas en enero de 1997 hizo decir a Menem ante los compañeros del fotógrafo: “Se van a olvidar de él ustedes antes que yo”. Un año y tres meses después, se suicidó el empresario postal Alfredo Yabrán, titular de OCA y ligado a funcionarios del menemismo, cuando era investigado por ese asesinato.El 15 de marzo de 1995 el helicóptero que piloteaba el hijo de Menem, Carlos, de 26 años, se estrelló en Ramallo, el joven murió junto al piloto de automovilismo Silvio Oltra. La ex mujer de Menem, Zulema Yoma, aseguró siempre que su hijo había sido asesinado. Menem lo negó hasta que en 2016 dijo saber quién y por qué había asesinado a su hijo.El menemismo terminó con Menem. Para entonces había dejado ya su marca imborrable en la sociedad. En 2003 volvió a ser electo en primer término en las presidenciales de ese año, con un magro 24,5% de los votos. Declinó jugar la segunda vuelta porque sabía que ese porcentaje era irreversible. Así llegó a la presidencia Néstor Kirchner.La sociedad menemista también llegó a su fin con el adiós de Menem y con el doloroso despertar de sus ilusiones de época. Surgieron entonces las primeras grandes críticas hacia aquella década y hacia su responsable, una especie de catarsis de la inocencia que ni siquiera le dejó al ex presidente el amparo siempre esquivo del apego o la empatía. Menem intentó tornar a ser gobernador de su La Rioja natal, pero terminó tercero en las elecciones de 2007.Condenado en causas menores, por peculado por el pago de sobresueldos y por la venta del predio de La Rural, Menem buscó en el Senado el escudo de sus fueros para evitar cualquier deuda, aún menor, a cobrar por la Justicia.Ese escudo lo protegió hasta su último aliento.

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Diego Schwartzman vs. Aslan Karatsev, por el Abierto de Australia: el Peque busca instalarse en los octavos de final

El tenista argentino Diego Schwartzman, octavo cabeza de serie, enfrenta en la madrugada de este viernes al ruso Aslan Karatsev por la tercera ronda del Abierto de Australia, primer torneo de Grand Slam del año que se juega en Melbourne.
Schwartzman, ubicado en el noveno puesto del ranking mundial de la ATP, se medirá por primera vez en su carrera con Karatsev (114) no antes de la 1.30 de este viernes en la cancha John Cain Arena, la tercera en importancia del complejo de Melbourne Park, y con televisación de la señal ESPN.El “Peque”, de 28 años, hilvanó dos victorias sobre el sueco Elías Ymer (205) y el francés Alexandre Muller (210), y si supera su compromiso ante Karatsev habrá igualado sus mejores actuaciones en Australia, que fueron los octavos de final de las ediciones de 2018 y 2020, cuando perdió en esa instancia ante el español Rafael Nadal y el serbio Novak Djokovic, respectivamente.En el caso de que Schwartzman supere a Karatsev y se instale en los octavos de final, se encontrará en esa instancia con un canadiense: Denis Shapovalov (12) o Félix Auger-Aliassime (19).El tenista surgido del Club Náutico Hacoaj es el único argentino que sigue adelante en el cuadro de singles, tras las eliminaciones en la ronda inicial de Federico Coria (92), Federico Delbonis (80), Juan Ignacio Londero (83) y Guido Pella (44), y esta madrugada en la segunda vuelta del cuadro femenino de la rosarina Nadia Podoroska (45).En dobles, sigue adelante el tandilense Máximo González junto al italiano Simone Bolelli, ya que se instalaron en la segunda ronda tras superar a los franceses Jeremy Chardy y Fabrice Martin por 6-3 y 6-4.

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